El polifacético creador Pablo V.L. nos sorprende, de nuevo, con una nueva composición concienzudamente naïf carente de título, como la mayoría de su obra, a la que nos ha permitido –en otro derroche de humildad del pequeño artista– poner el nombre que consideremos oportuno.
Hemos pretendido con este título recoger la sencillez y carga significativa de los elementos utilizados en su creación.
La familia Palillo con corazón ha sido comparada con Las señoritas de Avignon de su homónimo Pablo Picasso por la síntesis, aunque no la deconstrucción, de los miembros anatómicos de sus cuasi-figuraciones.
Más de una centuria separan a ambos genios. Y aunque no tenemos constancia de las fuentes de inspiración de Pablo V.L., artista emergente del que aún no podemos establecer un estudio evolutivo, no parece tan disparatada la analogía.
Algo formal y étnico del arte africano hay también en los seres antropomorfos de V.L.. Salvando las distancias, por supuesto, en un ejercicio mayor de síntesis, claro. Porque ni por formato, intencionalidad ni proceso creativo (minucioso y previa infinidad de bocetos el de Picasso; espontáneo y efímero el de V.L.), se asemejan.
Fijémonos por un momento en la figura femenina de la composición. Es la de mayor tamaño. Más grande que la que tiene a su derecha, quizá su compañero sentimental, si presuponemos que su intención es representar a una familia convencional.
Mientras las suyas son dos palillos de dientes enteros, las piernas del ser masculino se acortan por la parte de arriba. Rompe así el estereotipo sexista de tamaño y fortaleza física, denunciando el injusto y desfasado calificativo de “sexo débil” para referirse a las mujeres. Lo único que conserva como símbolo tradicional de la figura materna es la melena-tejado que enmarca su cubista rostro sin rasgos faciales.
No pasa desapercibido tampoco el hecho de que es ella la que tiene el corazón más grande y de intenso color rojo.
Del mismo modo, su mano derecha presenta una notable peculiaridad. Algo inquietante que no puede pasarnos desapercibido. Este ser antropomorfo grande, fuerte, de largos y amparadores cabellos, mayor y carmesí corazón parece herida, amputada. Pero conserva toda su dignidad y entereza.
Su acompañante, en cambio, denota cierta fragilidad, una inestabilidad que se corrobora con el descontextualizado celeste de su órgano vital. Algo deforme, más ovalado y mucho más pequeño. ¿Quizá un guiño del artista de 10 años al pobre bombeo de la sangre de Príncipe Azul de los cuentos clásicos?
Y lo que muchos críticos han coincidido en establecer como el autorretrato del artista (hipótesis que ni apoyamos ni desmentimos), la figura infantil –mucho menor– de la composición, mantiene el mismo esquema que las otras dos, con la diferencia de la posición de los brazos-palillos.
Levantados en una actitud emprendedora, de manos poderosas, creadoras, corazón grande como el de su madre, pero también de otro color, rayado en blanco y rojo. Uno de los dedos sobresale levemente del espacio marcado por el folio que sirve de lienzo a Pablo.
¿Salirse de la norma? ¿una nueva tipología de corazón para una nueva generación? Un cuerpo pequeño y unas manos grandes.
Que cada uno/a interprete como quiera. No creo, sinceramente, que Pablo lo hiciera con más intención que la pura intuición. Somos los críticos de arte los que nos empeñamos, creo, muchas veces, en buscarle tres pies al gato.
Muchas personas –yo entre ellas, en su día– creen que la Historia del Arte es una carrera de segunda (como cualquiera de las ramas de las Humanidades, en comparación con las de Ciencias, cursadas por los realmente inteligentes). El consuelo de artistas frustrados, sin el suficiente talento, que se creen con la potestad y, peor aún, la osadía y soberbia de valorar, enjuiciar, enaltecer o desechar creaciones ajenas. Hasta de ponerle precio o de considerarlo o no arte.
Este que escribe, y me consta que otros muchos de mi promoción, sin embargo, nos sentimos orgullosos de nuestra formación académica, con sus matices, emprendedores/as en un mundo que nos llega a hacer creer que “lo nuestro” no vale para nada, no aporta nada.
El arte, la cultura y su potencial como legado a difundir, como testimonio, comunicación, reivindicación y medio de sensibilización claro que tiene un enorme valor y una importancia mucho mayor que la que un gobierno de ultraderecha quiere hacer desaparecer a base de tijeretazos y frases demagógicas en una Reforma Educativa que no hay por dónde coger. ¿Por qué ese miedo a demoler algo tan “inocente” e “inservible” como la vía expresiva del Arte? O peor aún, ¿por qué institucionalizarlo, reglarlo, someterlo a un mercado más del capitalismo? ¿Quieren volver, quizá, al imponente Pantocrátor que alienaba desde la altura del muro a una sociedad analfabeta y aborregada?
Pablo V.L., mis demás sobrinos/as y todos/as los/as niños/as del mundo tienen un potencial creativo enorme. La educación tiene la obligación de fomentárselo, no de encasillárselo y mucho menos de hacérselo abandonar.
“Las personas grandes me aconsejaron que dejara a un lado los dibujos (…) Así fue como, a la edad de seis años, abandoné una magnífica carrera de pintor (…) Las personas grandes nunca comprenden nada por sí solas, y es agotador para los niños tener que darles siempre y siempre explicaciones…”.
Fragmento de El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry.
Lo “sencillo” no siempre es sinónimo de “fácil”. El arte más que hacer algo que no pueda hacer nadie más, es hacer algo que no se le haya ocurrido antes a nadie (aunque eso también es relativo, dado el bagaje que, más o menos, tenemos todos/as), y como cada cabeza pensante tiene su propio universo en bruto no hay más que ponerse manos a la obra para darle forma material a la idea inmaterial. Desde que el desarrollo de las capacidades psicomotrices lo permitan.
“…Decía, para hacerse el importante, que él empezó a dibujar a los cinco años, ¡COMO SI HUBIERA SIDO UN NIÑO SUPERDOTADO! ¡QUÉ FARSANTE! Todos(as) dibujamos cuando somos niños(as) y después unos(as) lo dejan y otros(as) NO…”.
“SIMPLE, PERO NADIE LO HABÍA HECHO ANTES (…) Comprendí por qué lo simple y lo sencillo es lo mejor (…) ver una idea sencilla pero genial…”.
“-Yo pensaba que algo claro y sencillo no podía ser arte. –Ya…”.
Fragmentos de El Arte, conversaciones imaginarias con mi madre, de Jorge Sáez.
Mi proyecto es dedicar un espacio, de entre el poco que queda dado mi horror vacui, de mi habitación a las obras de arte de mis sobrinos, museabilizarlas. E irlas analizando como merecería cualquier otra obra.
El centro grupal de creaciones fue (y es) la mesa grande del salón de la casa de mi madre. Los medios, sus manos y sus cabezas; los materiales, folios en blanco, colores alpino, pegatinas varias, revistas, tijeras, pegamento, palillos de dientes, ceras, rotuladores, lápices, sacapuntas y goma de borrar.
Continuará…




Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarComo siempre es un placer leer tus entradas, y me dejas sin palabras la forma de comentar la obra de arte de Pablo, sublime.
ResponderEliminarSublime es su obra, no mis palabras ;P
ResponderEliminarMe encanta la obra de Pablo y la entrada de su tio. En otra vida quiero ser sobrina tuya. Un besote
ResponderEliminarTu sorpresita va de camino, mi hada Angy... Estáte pendiente de tu crreo ordinario!! El de toda la vida, el de sobres de papel que tanta ilu sigue haciendo recibir... Yujiii!!!
Eliminar