Pues sí. Uno se creía volver a estar en sus cabales hasta hoy, día en que le ha tocado hacer uso del traslado temporal de médico de cabecera porque en su tarjeta sanitaria estaban caducadas las recetas de su medicación.
Colaboro con la revista FAEM (Asociación de Familiares y Allegados Enfermos Mentales) desde hace unos meses. Empecé por el puro egocentrismo de ver mis escritos publicados, seguí casi por obligación en un compromiso verbal adquirido con su director y ahora, hoy, ratifico mi colaboración por verdadera convicción en lo que el proyecto de esa revista significa: un intento de visibilización de la enfermedad mental para su desestigmatización social. Desde la normalización, con una apuesta arriesgada de humor e intento de dignificar la controvertida palabra "loco" (y un poquito de subversión escandalizadora porqué no, la polémica siempre hace las cosas más públicas).
Y es que a día de hoy, estar loco sigue sin estar bien visto. O, mejor dicho, sin estar visto con normalidad, igual que lo está estar diabético o miope, por ejemplo.
A las pruebas me remito.
Me encantaría haber fotografiado las caras de la farmacéutica a la que antes de ayer le di mi tarjeta sanitaria y la del médico de cabecera cuando esta mañana me ha pasado consulta y le he nombrado las dos palabras que han presionado su botón de alerta.
Prozac y ansiolítico.
Inmediatamente han levantado la vista de su ensimismamiento y en sus ojos he leído el pensamiento "Eh, ojito, que tengo en frente a un loco, cuidadito con lo que le doy".
El proceso es curioso, lógico y paradójico, todo a la vez.
La farmaceútica me dio el prozac sin receta, cobrándome el "precio de mercado" y diciendo que exageraba cuando le manifesté mi incomprensión a que sí pudiera darme lo uno sin receta y lo otro no. "No, hombre, no, como pastillas juanola no damos el prozac, pero para el ansiolítico sí necesitas receta".
¿No son ambas cosas medicación para locos?
No entiendo nada.
Total, que me he tenido que ir hoy al ambulatorio para que el médico me renovara la receta. Su careto era un poema.
-Pero... ¿esto quién se lo ha recetado?
Ya basta de tabúes.
-La psiquiatra de la Unidad de Salud Mental, pero según la farmacéutica que me atendió, ya la receta me la hace el médico de cabecera.
"No sé, soy nuevo en esto de la locura" me han entrado ganas de decirle.
¿Por qué esa mirada de rechazo?
¿Por desconfianza?
Vale, fui un potencial suicida de pastillas. Mea culpa. Pero ya no me quiero morir, todo lo contrario, tengo muchísimas ganas de saber qué me espera mañana y pasado y el otro.
Pero, va, aceptamos desconfianza por antecedentes... En tal caso... Igual de peligroso puede ser el Prozac que el ansiolítico, ¿no? Diría que incluso más... ¿Por qué uno se me administra sin receta y el otro está vetado como si un yonki estuviera pidiendo caballo? En cantidades excesivas, el Prozac puede provocar taquicardias, convulsiones y aceleraciones de todo el organismo; mientras que el ansiolítico lo más que te va a hacer es dormirte plácidamente en hibernación.
De verdad, fuera de bromas, que no tiene lógica se mire por donde se mire.
Quede claro, para tranquilidad de tod@s, que el ansiolítico ya no lo tomo, sólo muy de vez en cuando, pero me tranquiliza saber que "lo tengo ahí por si acaso". Claro que crea adicción, igual que el tabaco, el alcohol o cualquier otra droga, pero creo que me hace más bien dormir plácidamente con esa ayuda externa la noche que el estrés acumulado por el trabajo o la aceleración del ansia por hacer en un día cosas que debería hacer en cuatro me desvela, que meterme cualquier otro tipo de droga.
Al fin y al cabo, tod@s somos adict@s a algo. Que tire la primera piedra quien no.
Los mimos y el sexo matutino ahora me quedan a más de 600 kilómetros de distancia, así que tengo que recurrir a otro tranquilizante a veces.
Ya digo, y por favor, que no cunda el pánico, que me gusta tenerlo como disponible "en caso de emergencia". En cierto modo, la dependencia más grave no es tanto la posible adicción física que pueda crear sino la psicológica de sentir que, en cierto modo, tu recuperado equilibrio mental se debe a las pastis, por lo que te da cierto miedo dejar de tomarlas, aunque también lo necesitas para demostrarte a tí mismo que ya no estás loco.
En el último número (12) de la revista de FAEM he tenido el privilegio de contar con toda una sección de una página entera para hablar de un loco, historia del flamenco gaditano. Gabriel Macandé.
Mi intención, además de la testimonial, ha sido la de resaltar su parte de loco, junto a la de genio.
Loc@s l@s ha habido siempre, y los hay y, según los pronósticos, cada vez l@s habrá más. ¿Por qué no empezar a normalizar el tema de la locura?
Coño, sí, voy a la farmacia a por mis psicofármacos y al médico de cabecera a por mis recetas. Claro que tiene que ser un tema controlado, pero, por favor, o todos o ninguno, la absurda diferenciación no la entiendo; y, por favor, también un poquito de disimulo por parte de los profesionales sanitarios, que queda muy gracioso y valiente decir que estoy loco, pero, joder, sugestiona un huevo sentir que para el resto del mundo lo sigues siendo.




Prejuicios,prejuicios y más de lo mismo,ni los que se dicen "profesionales" se libran de ellos!!
ResponderEliminarlamentablemente sintomático a estas alturas d la película... puntualizar q semos n pretende banalizar la palabra loco sino dignificarla aunque eso d x sí sea una locura
ResponderEliminarok, puntualización tenida en cuenta y palabra modificada... "dignificar" por "banalizar"... gracias por poner siempre la puntillita (no va con retintín...)
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