Debo haber hecho más de mil entrevistas de trabajo desde que a los diecinueve años me sometí a la primera de ellas en busca de algún ingreso extra que complementara la racionadísima cantidad que mi madre me daba de la beca para estudiar, comer y vivir (con todo su esfuerzo, siempre le estaré enormemente agradecido).
Quería poder salir más de fiesta, comprarme ropa que no fuera la heredada de mis hermanos para crearme un estilo que aún hoy no termino de definir y hacer alguno de todos los viajes que por entonces tenía pendientes (la mayoría de ellos, por cierto, siguen incumplidos). Y quería empezar a ser independiente, ganarme el pan con el sudor de mi frente.
Ahora, sencillamente, necesito -en todos los sentidos- trabajar; por encima de los trapos, las juergas, los viajes y hasta la independencia. Es una cuestión de salud mental.
Hoy día sigo poniéndome casi tan nervioso como aquella "primera vez" cuando tengo que enfrentarme al exhaustivo examen que implica ser valorado por un/a entrevistador/a, especialmente si el trabajo al que opto me interesa mucho, como era el caso.
Fragmento de Delia, cortometraje dirigido y guionizado por Antonio Lebrero e interpretado
por Rosa Romero y Toñi Gutiérrez.
Calcula tus palabras, mide tus gestos, controla tus manos y tus brazos, no te cruces de piernas y jamás de brazos, mira a los ojos pero sin intimidar, no interrumpas pero no te quedes callado. Di lo que quieren oír pero siendo relativamente honesto. Enfatiza tus virtudes sin soberbia, muéstrate humilde aunque no sumiso del todo. Con personalidad a la par que con actitud y aptitud para la obediencia. Interésate primero por la/s labor/es a desempeñar, el horario y sutilmente, nunca sin preguntarlo directamente, averigua cuál sería la remuneración (¿bruta o líquida?) en caso de que te seleccionaran.
Un alto porcentaje de esas más de mil entrevistas de trabajo, muy a mi pesar y sin sentirme nada orgulloso de ello, han sido para cubrir distintos puestos de teleoperador en distintas empresas y campañas -últimamente incluso de ventas, mis principios éticos se van esfumando como los euros en mi cuenta corriente-, a cada cual más vomitiva.
No obstante, todas ellas han sido igual de predecibles. Con los años y la experiencia ya sabes la carencia de trato humano de ese tipo de empresas (es literal lo de que los trabajadores son "meros números" para las divinas esferas de poder que las manejan), sus precariedades laborales y su robótico proceso de selección-formación-contratación-despido. Sabiendo, pues, el guión resulta más fácil de interpretar, decir las palabras correctas y mentir descaradamente a sabiendas de que ni siquiera estás siendo creíble para quien se supone que te está escuchando (realmente, lo que está haciendo es escudriñarte de pies a cabeza y por dentro de tu cerebro).
La falta de práctica, en cambio, para realizar una entrevista en la que podía optar a un puesto en cuya oferta se valoraba expresamente esa "bonita" titulación universitaria que tanto me costó sacar y que tan de adorno me ha servido casi siempre, me hizo sentir de nuevo un novato torpe en el menester de conseguir un trabajo.
Y desde que salí de allí hasta que recibí el mail en el que se me comunicaba que a pesar de mi adecuado perfil había candidatos más cualificados por lo que, por el momento, preferían reservarme para futuras ocasiones; mi cabecita loca fue todo un maremágnum de incertidumbres.
¿Qué hice bien y qué mal? ¿hice algo bien? ¿todo mal? ¿bien hasta que metí la pata con aquella respuesta, aquella frase, aquella mirada de soslayo a la decoración de la oficina?
Como siempre que deseo algo con mucha fuerza mi inestable talante se disfraza de una extraña mezcla entre hiper-seguridad y supra-temores hacia mi persona. Un ego que termina titubeando tanto como mis palabras al "hablar de mí, de mi experiencia y de mi formación". Y ahora no sabría decir si resulté convincente o tan sólo un penoso y descarado manojo de inseguridades.
Para colmo, la oferta de trabajo me llegó a través de Facebook y a todas las dudas de siempre se suma ahora también la de... ¿tengo una adecuada imagen en las redes sociales? ¿transmito carisma y talante como me creo cuando publico indiscriminadamente cosas medidas o pasionales según me sale, según el día? ¿o estoy cavándome mi propia tumba en el mercado laboral?
Opino firmemente (o eso creía) que una cosa es la imagen personal -el perfil de una red social paradójicamente privada- y otra muy distinta es tu faceta profesional. Ambas relacionadas pero independientes.
Pero no todo el mundo opina así, y si antes se te valoraba por tu currículum vitae y por lo que transmitías en los minutos u horas que durara la entrevista o el proceso selectivo, ahora también se te rastrea en internet y dios sabe qué pueden ver de ti y qué imagen formarse sobre ti.
Solía presumir de subir los contenidos y el material que me apetecía en cada momento sin importarme demasiado sus consecuencias. Me parecía exagerado que alguien me pidiera que no le etiquetara en una foto por salir con una copa de cerveza o un cubata en la mano o que un padre o una madre pusieran el santo al cielo si veían a alguno/a de sus hijos/as en la palestra de una red social.
La cosa es... si ahora me lo replanteara... ¿qué hago con toda la huella digital que he dejado hasta ahora? ¿Alguien sabe de alguna App que valore, seleccione, destruya lo no adecuado y mantenga lo sí valorable de todos los textos, imágenes e hipervínculos que has estado subiendo todos estos años?
Para que luego digan que estar parado es sinónimo de estar ocioso. Pues anda que no me queda nada por hacer...