jueves, 22 de noviembre de 2018

'Rapsodelia Teatro': un bálsamo para la crisis de fe feminista.


Cuando uno se halla en plena encrucijada y percibe, con asombro y desasosiego,
que el bando con el que cree luchar ha abandonado la lucha, bien por puro agotamiento, frustración, desilusión, creencia de imposibilidad o, peor aún -y esto es lo que provoca la definitiva crisis de fe-, por inconfesable incredulidad en la causa; a punto está también de colgar la armadura y sentenciar, con tanto dolor como agotamiento, una rendición -una más de tantas- al heterocispatriarcado.

Cuando uno ha redescubierto la pasión perdida hace años, rebuscando en sí mismo y empoderándose después de años de letargo y acomodamiento en la conformidad; pone toda la carne en el asador y siente que, desde su nueva situación laboral, tiene las herramientas perfectas para sensibilizar, denunciar, visibilizar, mover a la reflexión y, por qué no, claro que sí, escandalizar y abrir rancias ampollas. La palabra y el libro, dos armas tan poderosas que echan para atrás a los más echados para delante (¿se entiende la intención de lo que quiero decir entre líneas? Por si acaso: a los machitos/chulitos/hombres al cuadrado pseudo-analfabetos, en todos los sentidos -el emocional y el lector, sobre todo-).

Cuando uno vuelve a implicarse al doscientos por cien, con esa dichosa manía de la que no termina de aprender a no repetir; las heridas de la derrota escuecen doblemente.

Pero, de repente, el día en que está a punto de tirar la tolla, tras el último desplante de un grupo de mujeres que ni han querido saber de él por considerar que iba a ir con la incordiante bandera feminista y de un equipo de gobierno que parece hacerle un incomprensible vacío cuando él ha hecho todo lo posible por trabajar en colaboración mutua; llegan ellas dos. 'Rapsodelia Teatro', con su espectáculo 'En qué trabajo cuando no trabajo'.

Un título que a uno ya le llama poderosamente la atención y cuyas expectativas, consecuentemente, son muy altas. Porque ese ingeniosísimo epígrafe pone un nivel de exigencia muy alto. El reto que proponen -nada más y nada menos que revalorizar el infravalorado trabajo doméstico, de afectos y de cuidados que tradicional y patriarcalmente se ha otorgado a las mujeres- no es cosa menor, que diría el emérito Mariano. Es cosa mayor.
Y lo consiguen, vaya que sí. Con creces.

Y sin más atrezo que ellas mismas y un lazo rojo en la cabeza (intuyo que un guiño a la imagen corrompida por la estética 'pin-up' del mítico 'We can do it!'), consiguen envolver a espectadoras (y dos espectadores: un marido de una de ellas y yo, que encima llegué un poco tarde y no me dejaron salirme con la mía de pasar desapercibido) en un 'varieté' que pasa magistralmente, en un segundo, de la comedia al más dramático de los dramas.


Y es que aquel disparate llamado 'La Sección Femenina', en el fondo, es para reírse. Por no llorar. O para llorar de risa. A estas alturas, uno ya no sabe muy bien dónde se establece la difusa línea entre los dramas y las comedias. 
Y de esa fructífera contradicción parecen querer aprovecharse las dos integrantas, sí, con A, me la pela la RAE, repito que me han hecho recuperar la fe feminista perdida. Y la retomo desde el extremismo porque aunque yo no tenga coño, grita tan fuerte como el de la que más. De pura rabia. Y tan necesitado de desahogo como el de ellas porque, sí, y, he aquí la buena noticia, aunque muchos estemos en la acera de enfrente, somos cada vez más los hombres (no dejamos de serlo por más pluma que podamos tener), que aun asumiendo nuestra basura machista, reconociéndola e identificándola por mucho vértigo que dé verse siendo lo que nunca se ha querido ser, queremos reciclarla y aportar a la causa de la verdadera igualdad y la tardía 
-demasiados siglos- justicia de género.

Y viran de la carcajada a la triste historia de una protagonista, un encarnamiento de mujer. De una cualquiera. Y no, no va en el sentido despectivo de las acepciones sexistas según se usen en masculino o en femenino las mismas palabras. Mari Trini. Que no, que no era ésa que tú te creías, una señorita tranquila y sencilla que siempre perdona... Esa niña, así, esa no es Mari Trini. O sí, porque cayó como una cualquiera 
-no tengo que repetir que no era puta ni guarrilla ni ligerita de cascos- en los mismos clichés de sus amigas Blancanieves, la Bella Durmiente y demás princesas de infames cuentos debilitadores (antónimo de empoderadores -tampoco viene en la RAE e igualmente me trae al pairo-). Dejó estudios, se dedicó a cuidar y, qué torpe -y qué común- cayó en la trampa del Pitufo Príncipe Azul. Encima.

Mari Trini, en un último amago de comprensión, se preocupó de las emociones del dichoso cónyuge que ya hacía mucho que había dejado de ser ni príncipe ni hombre ni casi humano. Y cayó en la toxicidad: le odiaba y le detestaba tanto como creía amarlo.
Y de las acusaciones de dejarle tirado como un perro, fue ella la que terminó viéndose, sintiéndose y reflejándose más sola y aislada que una perra.
Pero esas miradas que le helaban la sangre seguían ahí, como cuchillos, puede que incluso más dolorosas que los golpes.



No hay emoción más difícil de arrancar que la de hacerte reír cuando ya estaban consiguiendo que se te escaparan las lágrimas de los ojos que, ya vidriosos, no podían aguantar más. Y eso lo hacen ellas dos perfectamente, en un mano a mano de genio (4. m. Capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables) y compenetración.

Y dan un nuevo giro de 360 grados. A la terapia de choque del grito de iniciación. De iniciación del fin. Del fin de la jaula y del comienzo de la libertad. No es una elección cualquiera la del 'Libre' de Nino Bravo.

Y todo esto con el mérito añadido de conseguir solventar la imperdonable ausencia del verdadero grupo de teatro que tendría que haber venido; sin más currículum que una taladrante repetición de haber acudido a todos los simposios, conferencias, mesas redondas y talleres que se han venido celebrando en la provincia de Cádiz por el mes contra la Violencia de Género.


Gracias. Gracias por haber venido a Bornos. Gracias, 'Rapsodelia Teatro'. Habéis redimido (para ésta sí que tiro de la RAE porque me ha gustado la -en parte, obvio (como hacen ellos con todo lo que les atufa a feminista) la que no, sesgo y mezclo primera y segunda- acepción: 'Rescatar o sacar de la esclavitud al cautivo -de la desesperanza, como yo empezaba a serlo, como manifestaba al principio- o a algo que se había vendido') a este precario bibliotecario rural, en cuya segunda parte de sus aventuras sigue, gracias a vosotras dos y a vuestro 'En qué trabajo cuando no trabajo', siendo -o intentándolo, mejor dicho, siempre me puede el malinterpretado empoderamiento con la soberbia- un feminista convencido.  


miércoles, 24 de enero de 2018

'Esta no es la vida privada de Rosa Romero', una experiencia sensorial y sentimental.


No hace falta ser crítico teatral o licenciado en Historia del Arte para detectar el talento y para saber qué te gusta.
Quizá sí hace falta serlo para explicar por qué sí te gusta.
Aunque el arte contemporáneo, más conceptual que estético la mayoría de las veces, no ofrece porqués ni los quiere. Le basta con arrancar emociones.
El 'teatro experimental', el 'microteatro', el 'teatro alternativo', la composición o 'performance' teatral, o como se le quiera llamar, busca envolver a l@s asistentes -ya no mer@s espectador@s- en una experiencia sensorial. Bonita, fea, grande o pequeña. Y su peor fracaso es causar indiferencia.
El arte, en general, tiene que conmover.

Y 'Esta no es la vida privada de Rosa Romero' lo hace.

Conmueve a la risa, a la carcajada incluso, pero de repente se para y frunce el ceño porque no sabe si se está riendo de algo dramático.
Y eso, para mí, es, sencillamente, mágico.

Ella misma hacía cierta declaración de intenciones desde sus redes sociales declarando que:

Desde la periferia, desde
la Isla de Camarón,
con mi madre y mis cosas,
me voy a Sevilla a sacarme los miedos.

Quede claro que esto lo lei después de asistir a la pieza teatral. Es más, salí de ella con la necesidad de indagar en sus mensajes cifrados. Y en esa búsqueda me sumergí en la red, tras la huella de posibles pistas.

Cabría pensar que un guión poco hablado y más a base de 'quejíos' -'¡mira! ¡já! ¡ey! ¡Toma! ¡ala! ¡jí!'- y onomatopeyas, combinado con silencios, una voz en off y un texto escrito proyectado en la pared; es lo único que podría acercarnos a una "explicación" (tonto e innecesario objetivo que solemos necesitar para llevarnos a casa).
O para hipotetizar con tu novio, también asistente, sobre 'lo que hay detrás'.
Eso es remover.

Y 'Esta no es la vida privada de Rosa Romero' lo hace.



Leyendo entre líneas dobles sentidos, uno interpreta la reivindicación del auto-emprendimiento junto a la necesidad, más o menos desesperada, del respaldo de "un buen director". Aunque queda claro, para sorpresa de su madre, que ella lleva años dirigiéndose a sí misma. Los mismos que lleva, seguramente, reinventando su sustento de vida y reinvirtiendo el orden de los ciclos vitales para volver a vivir con sus padres.

'A la actriz le da miedo quedar de yoísta', reza en un momento dado el texto proyectado en la pared. Algo que, de no ser por la absoluta carencia de altivez escénica, se contradiría con lo 'egocentrista' de una pieza que no habla más que de su protagonista, su guionista y su directora.
Habla de ella, se centra en ella y se regodea en sí misma. Caricaturizándose o abriéndose en canal. Con vulnerabilidad y sinceridad. Desde una (al menos aparente) gran timidez, reflejada en unos ojitos que se agachan abrumados ante las miradas, tan expresivos como tiernos.
La actriz cercana, terrenal, ajena al Olimpo del celuloide, se da a quien quiera verla y escucharla, con sencillez y sin armaduras ni ornamentos, en una suerte de amalgama sentimental que, como decía, provoca la risa que se interrumpe con una extraña desazón.
Descoloca.

Y 'Esta no es la vida privada de Rosa Romero' lo hace.



¿Quién empieza con quién? ¿la actriz con la obra? ¿o la obra con la actriz?
Dudas existenciales del calibre del qué fue antes, ¿el huevo o la gallina? O ¿la Isla o Camarón? Icono de la actriz, junto a otros referentes culturales a los que también va aludiendo.
Porque toda creación debe parte al bagaje artístico de su creadora. Negarlo sí sería 'yoísta'. No hacerlo es un ejemplo de humildad.

Y 'Esta no es la vida privada de Rosa Romero' lo hace.

Tuve el placer de disfrutarla el pasado 14 de enero, dentro del festival escénico de formato corto 'Encuentros concentrados vol. 6' organizado por 'La ejecutora' y que se celebró en un lugar inigualable, un hostal reinterpretado como espacio cultural: el Traveller BOX Hostel, en Sevilla; y quedé encantado con la experiencia.

Porque 'Esta no es la vida privada de Rosa Romero' lo es. Una experiencia única.


domingo, 6 de noviembre de 2016

Ingenio del humor a dúo.


A veces la mejor forma de aprovechar el tiempo es perderlo si así nacen genialidades y ocurrencias como las que este par de dos -la compañía Deparenpar- nos regalaron el pasado sábado con su espectáculo cómico "Fitetú".
Aunque la obsoleta RAE redirija la búsqueda a cunear, Alejandra Vanessa reivindica el término chusnear, con su entrañable y divertido acento "cordobéh", definiéndolo como "pasar el rato, perder el tiempo".
Y es de esta acción de donde sale el germen de un diálogo a dos, de besugos en algunos momentos, hilarante todo el rato, tan aparentemente natural que cuesta creer la guionización que, sin duda, encierra cada frase.


https://www.youtube.com/watch?v=OCARCwlXyFU


Miryam García y Alejandra Vanessa nos presentan su primer espectáculo humorístico en dueto. Un tráiler, una muestra, un detalle, una ida de olla... Juzguen ustedes.

Un espectáculo que se presenta como un monólogo de humor a dos manos de dos almas inquietas independientes que utilizan el absurdo para hacernos reír. Reparan en los momentos inexplicables y sin sentido del día a día. Dos show women unen sus fuerzas cómicas y desequilibrios en busca de una cura contra el tiempo libre (...) Dos locas del coño, fatal de la azotea (...) Juego de palabras, complicidad y vuelta de tuerca a los detalles más insignificantes.
Unas premisas ambiciosas que Miryam García y Alejandra Vanessa consiguieron con creces cosechando la ovación unánime de todos los asistentes.


Ríete de tí misma, que ya me río yo de las dos.
Alejandra y Miryam, dos "monstruas" escénicas, se fotografían entre bambalinas.

Un teatral arranque prepara al público para que cualquier cosa pueda pasar. Desde una invocación del más allá hasta una espontánea fiesta de pijamas que se debate entre salir de fiesta por los viejos tiempos o quedarse en casa teorizando sobre cuestiones metafísicas; inalcanzables para el resto de vulgares mortales.
Reminiscencias a series y programas de televisión, analizados desde otro prisma; con una divertidísima puesta en escena, interactuando con el público en todo momento. Un nuevo sector turístico, recuerdos de una adolescencia que todos hemos vivido e identificamos en carnes propias gracias a ejemplos tan gráficos como los que se mencionan. Conspiraciones gubernamentales, sentido homenaje a una de las grandes del teatro, el cine y la televisión; fragancias míticas, las antiguas pesetas... Infinidad de situaciones que siempre concluyen con la expresión que da nombre al show. Fitetú.
El riesgo de caer en lo chabacano y en la gracieta fácil es superado hasta para hablar de lo más escatológico, arrancando carcajadas porque... ¿a quién no le ha pasado alguna vez?
Precisamente en esa capacidad de saber reírse de las miserias  propias (y hacer reír con ellas) creo que radica una de las grandezas de Fitetú. Y, yendo más allá, diría que esta inteligente apuesta encierra toda una filosofía de vida a la que muchos nos hemos sumado, por imperativo vital o por decisión personal.
Cuando en el ecuador de los treinta no alcanzas los quinientos euros de sueldo, lo de crear una familia es más que impensable y las ambiciones de la niñez quedan relegadas a la supervivencia, existen dos opciones. Llorar o reír. Y la segunda, amén de más sana, es mucho más fructífera.
La "Generación no-Ni Ni-ná" (no ni hemos estudiado y seguimos haciéndolo, no ni trabajamos, de lo que sea y en las condiciones que sea y no ni , sobre todo, reservamos tiempo y energía para seguir intentando cumplir nuestros sueños) la formamos todos aquellos con doble grado y varios másters en reinvención personal/laboral y emprendizaje, esos difusos términos tan en boga hoy día que se entremezclan con anglicismos como win to win, networking, coworking y tantos otros que vienen a decir lo mismo: sé autosuficiente y cooperativo.
Un resurgir que nos hace más fuertes y con mucho más sentido del humor, minimizando todo lo minimizable y cultivando iniciativas artísticas que todavía hay quienes llaman "subcultura".
Injusto nombre (para mí, sin duda, "sobrecultura") por no someterse a los circuitos comerciales ni encorsetarse en los espacios habituales o salirse de los cánones de corrección.
Para convocar al respetable, las redes sociales. Para conseguir el espacio, el anfitrión con un innovador local Cut & Coffee. Para gestionar la afluencia, las nuevas plataformas como Myplayz. Y para conseguir el éxito, lo de siempre, eso no cambia, el TALENTO, y a estas dos les sobra de eso.
Les bastaba con sí mismas para llenar el escenario (bueno, y con el generoso escote-baúl de Miryam que albergaba con calidez toda la utilería complementaria).


https://www.facebook.com/Peluquería-100to1-1666837290198564/?fref=ts

El Fitetú tuvo lugar en la Peluquería Cafetería 100to1, un nuevo concepto de ocio cultural y peluquería en Sevilla (C/Pacheco y Nuñez de Prado, 15).




https://www.youtube.com/channel/UCdb0Fvou7njr7PwbCdF17VQ

http://www.myplayz.com/

Myplayz es una comunidad cuyo objetivo es crear, compartir y disfrutar experiencias culturales únicas en espacios singulares.
Myplayz es un punto de encuentro, un lugar en el que gente interesada en hacer y sentir la cultura puede reunirse y aportar su casa, su talento, su ilusión o todo al mismo tiempo para crear una experiencia única.


No solo tengo la suerte de conocer personalmente a ambas integrantes, sino que además a una de ellas le debo haber conseguido uno de mis trabajos (gracias, Miryam, por cierto) y a la otra, mantenerlo y compartirlo hoy día (un placer, Alejandra, ya sabes que soy fan, fan de póster) y no por ello pierdo objetividad en mis elogios.
A fin de cuentas, este post a modo de reseña me hace sentir que ejerzo en parte aquello para lo que en su día me formé, y como la crítica de arte también debe expresar los fallos detectados, diré el único que vi en Fitetú: duró poco.
¿O quizá se pasó muy pronto porque me quedé con ganas de más?


https://www.facebook.com/deparenparhumor/?fref=ts

https://twitter.com/deparenparhumor











viernes, 8 de julio de 2016

Fauna monárquica en peligro de extinción, Teatro en proceso de expansión.


"¿Cuánta sangre plebeya se necesita para saturar siete litros de sangre azul?
¿Una reina nace o se hace?
Tras años de exilio a causa de la instauración de la tercera República,
Leonor y Sofía, las últimas infantas de España,
deciden esconderse en la sierra de Huelva a la espera del momento adecuado para
recuperar, a la fuerza, sus privilegios.
Integradas en la vida agreste,
rodeadas de la fauna y flora del lugar y acompañadas de un oso cortesano,
luchan por mantener su estatus".

Ya prometían sinopsis y título (Los vapores de Leonor y Sofía en compañía de un oso amaestrado) y, efectivamente, cumplieron las expectativas. Da gusto comprobar que todavía se pueden seguir haciendo cosas nuevas y que el teatro puede seguir siendo forma de subversión ante la candente actualidad.

La pieza se representó en la segunda planta del MusiCafé "El Pelícano" (Cádiz)
y las entradas quedaron agotadas para los dos pases.

Cuando la mitad del mundo vivimos a la espera de la nueva temporada y meses después de que Pablo Iglesias le regalara una edición de coleccionista a Felipe VI, las tramas de Juego de tronos no nos quedan mucho más allá del Muro, menos ahora que la Larga Noche está al alcance de los recién electos Caminantes Blancos (azulados). En pleno debate nacional, podríamos decir al menos de forma latente, monarquía versus república, Rosa Romero y Mariki Fernández saben sacarle perfecto partido a la situación parodiando una hipotética posibilidad tan "parodiable" como la de las últimas vástagas -la RAE aún no reconoce el femenino pero es que suena aún más gracioso así- sobreviviendo al exilio y todavía enzarzadas en una absurda guerra de sucesión a un trono por el que ya no habrían de pelear. Roles sexistas, jerarquías, luchas de poder, mitificaciones... son algunos de los temas subyacentes que también se tratan.
La institución quizá más extravagante que seguimos venerando en esta España nuestra alcanzará su culmen de ridiculez cuando Leonor de Todos los Santos de Borbón y Ortiz se convierta en reina sobre su hermana por el hecho de ser la mayor entre una descendencia sin miembros varones, parida por una reina madre de abolengo tan rancio como plebeyo.
¿Quién era la reina de la casa y quién la princesita de su padre?
He ahí el punto de partida de Los vapores de Leonor y Sofía en compañía de un oso amaestrado, aunque hablar de principio en una pieza teatral tan poco convencional tal vez no sea lo más adecuado.

Mariki Fernández, Rosa Romero y Vandy Sabajanes momentos antes del estreno, 
preparando el espacio. 

Una sencilla pero efectista escenografía repleta de iconos completa la peculiar puesta en escena. Hay rifles de caza, máscaras de paquidermos, tirachinas, taburetes-tronos y mucho mucho humor del bueno, del bien hecho, del que no necesita más artificios, del que ofende a quien ataca y nos hace reír a los demás; un público que además tuvimos la oportunidad de formar parte de dicha escenificación conformando la fauna donde se desarrolla la acción gracias al atrezo que nos proporcionó el oso cortesano (interpretado por Vandy Sabajanes), que también hizo las veces de maestro de ceremonias.
Diálogos de besugos, "quejíos" flamencos, trabalenguas, juegos de palabras hilvanan un inteligente y desternillante guion a base de sketchs entre las dos personajes protagonistas, a cada cual más tonta, y comparte mucho de los recursos del Teatro del absurdo (aunque aquí la incongruencia es solamente aparente) y de los de las agrupaciones carnavalescas gaditanas.
Magistral el repaso de las taras genéticas de la dinastía borbónica, para mi uno de los momentazos, en plan retahíla infinita de carrerilla, de la obra junto al histrionismo de Sofía (Rosa Romero) que si bien se mantuvo al máximo hasta el final y perfectamente casado con el de su hermana-rival-compañera Leonor (Mariki Fernández); tuvo momentos de especial brillantez arrancando las carcajadas del respetable.

El elenco artístico recibe la ovación del público y se fotografía junto a él.

Recomendabilísima pieza que ojalá vuelvan a representar muchas más veces y que a mí, personalmente, además de hacerme pasar un divertidísimo rato, me emocionó por permitirme sentir la presencia de quien seguro, de haber estado, hubiera participado sin dudarlo en un proyecto como este.
Gracias, Rosa, por hacer que la función siga continuando. Estoy convencido de que él suscribiría cada una de mis palabras que salen del cariño pero también de la absoluta sinceridad y que aquella Delia que quedaba pendiente de continuación tras dejar a una Toñi-Loles León berreando como una energúmena que le diera "ese papel", ayer fue Sofía y mañana será otras muchas pieles, más de una, seguro, reflejo de la estela de las que él te hubiera vestido con sus ocurrencias.






lunes, 13 de junio de 2016

Flamenco con altura de miras.


"Cádiz inspira. Cádiz son emociones, sensaciones y sentimientos".
Ahora que tanto se habla de coaliciones por encima de personalismos para alcanzar mayor altura de miras, me ha parecido apropiado extrapolar este eufemismo político a la acertada iniciativa conjunta de Torre Tavira, Guideo y Cadigrafía.
El pasado sábado 11 de junio un selecto y afortunado público tuvimos la suerte de disfrutar de un espectáculo único, con el inigualable telón de fondo de un atardecer que bañaba la panorámica de Cádiz en 360 grados que solo puede contemplarse desde la cota más alta del casco histórico de la ciudad.

La Torre vibró (literalmente) al compás de la guitarra de Alejandro Mendoza, el cante de Juan Dechele y el baile del gran Jonatan Lande.
En un íntimo ambiente que evocaba al granadino barrio del Sacromonte -"alma poseída de profundas pasiones y oscuros misterios"- no tanto por la estética de las Zambras sino por lo reducido del espacio que favoreció la coalición -siguiendo con la analogía- tablao/"patio de butacas", los sentidos se deleitaron y los corazones palpitaron al unísono con el retumbar del taconeo y el palmeo del plantel artístico, que lo dio todo.
Cuentan el origen del arte flamenco como algo difícil de establecer, precisamente por su nacimiento en plena encrucijada de culturas: islámica, judía, bizantina y hasta hindú (algunos teóricos apuntan la procedencia del nómada pueblo gitano en la India). Quizá por eso, frente a las actitudes más puristas, sí que deba salir de sus espacios habituales, abriendo fronteras y ampliando escenarios.



Un emocionante arranque de guitarra captó la atención de todos los presentes y dio el pistoletazo de salida a un espectáculo que fue in crescendo momento a momento, en emoción, en pasión, en sentir. Vibrantes estruendos sobrecogían y pellizcaban entrañas; letras desgarradas y pasos, giros, contorsiones, zapateos; se devolvían con espontáneos aplausos y jaleos de qué arte.



Video grabado en slow motion por @DonColor

Porque el Arte es eso mismo, en cualquiera de sus manifestaciones. Emocionar, convulsionar y remover por dentro a quien lo contempla y lo siente, en este caso, en un contacto tan directo y un vínculo tan mágico con quien lo produce, que todos y cada uno de los que allí estuvimos sentimos en carne propia el eco de los retumbos, el sentimiento derrochado, llevándonos a casa una experiencia inolvidable.


http://www.diariodecadiz.es/article/ocio/2304177/se/celebra/la/primera/edicion/la/cita/flamenco/altura/la/torre/tavira.html

miércoles, 20 de mayo de 2015

Yayoi Kusama: la loca de la peluca naranja.



A pesar de que hay quien ya considera al artista como un mero productor de objetos de consumo para el público masivo, la mayoría seguimos viendo a quien crea arte rodeado de un halo de genio creador en los límites del desequilibrio. Idea avalada, además, por la copiosa lista de reconocidos creadores con claros indicios de trastorno.

La locura tantea una borrosa frontera y el arte se mueve, precisamente, en ese terreno liminar entre la pasión y la razón.

En un alarde de excentricidad, Yayoi Kusama se abandera como la artista loca por excelencia. Vive voluntariamente en el Hospital Seiwa para enfermos mentales de Tokyo, del que sólo sale en la incansable jornada que a sus 84 años desarrolla en el estudio situado junto a su amurallada residencia.

Mantener una estricta rutina es una forma de ordenar la vida como el deseo ad finitum de su obra podría ser un intento de dominar la obsesión.

Ella misma declara que su arte mantiene una estrecha relación con su salud mental, que parece incluir trastornos esquizofrénicos, obsesivo-compulsivos y frecuentes ideaciones alucinógenas y suicidas.


Y es que si en general los trastornos psicopatológicos más graves son considerados como factores negativos para la creatividad; otros, más leves, especialmente los de los trastornos ciclotímicos, encajan como piezas de puzle con los típicos de un prolífico período de producción (aumento de la autoestima, disminución de la necesidad de dormir, fluidez de ideas, etc.).
Lucho contra el dolor, la ansiedad, el miedo y el único método que sigo encontrando para calmar mi enfermedad es mi trabajo creativo.

La niña Kusama retrata a su madre recubierta de círculos, gestando su más recurrente Leitmotiv: vastos campos de lunares, “redes infinitas”, que evolucionarán a habitáculos de complejos juegos ópticos.

El lunar tiene la forma del sol (…) y de la luna (…) Nuestra tierra es sólo un lunar entre los millones de estrellas del cosmos. Los lunares son un camino al infinito. Cuando borramos la naturaleza y nuestros cuerpos con lunares, nos integramos a la unidad de nuestro entorno. Nos volvemos parte de la eternidad. (…) Los puntos son sólidos e infinitos. Son una forma de vida (…)




Pronto abandona el estilo japonés que aprende en Kyoto para interesarse por la vanguardia europea y americana. En Nueva York, se codea con Warhol, establece escultura e instalación como sus medios principales, además de los intencionadamente estrafalarios happenings en Central Park o en el Puente de Brooklyn (el más conocido en repulsa a la Guerra de Vietnam); se influencia por la contracultura hippie y, a pesar de su manifiesto trauma hacia el sexo, promueve la desnudez física, participa activamente en el club social gay KOK (Kusama Omophile Kompany) y recubre de protuberancias fálicas mobiliario y enseres personales de manera compulsiva, obteniendo un resultado sorprendente.
 

 

Convertida en una top star de la farándula artística, por el estrés de la gran manzana y el exceso de trabajo, exhausta –confiesa–, vuelve a Japón. Se recluye como marchante de arte y cae en el olvido hasta que se le resucita con la retrospectiva Obsesión infinita. Una titánica campaña publicitaria consigue batir récords de asistencia pero también se desatan las críticas más mordaces acerca de la mercantilización de su arte, que ella misma negaba años atrás en la 33 Bienal de Venecia satirizando la venta de fragmentos de su Jardín de Narciso.

Ha rentabilizado lúcidamente su obra extendiéndola al mundo de la moda y la tecnología, creado su propio universo iconográfico y formado una familia queer –lejos de los abusos de la sanguínea–, la de sus veinte ayudantes, unida por el corporativismo de su trabajo.


Auténtica locura o más estrategia empresarial, su trabajo muestra una indudable introspección aunque quizá, al haberse “reglado”, haya perdido parte de su huella psicótica y se haya quedado más en la superficie lúdico-visual de luces, colores, lunares y espejos.
 
 
 
Artículo publicado en el número 17 de la revista SEMOS.