miércoles, 24 de enero de 2018

'Esta no es la vida privada de Rosa Romero', una experiencia sensorial y sentimental.


No hace falta ser crítico teatral o licenciado en Historia del Arte para detectar el talento y para saber qué te gusta.
Quizá sí hace falta serlo para explicar por qué sí te gusta.
Aunque el arte contemporáneo, más conceptual que estético la mayoría de las veces, no ofrece porqués ni los quiere. Le basta con arrancar emociones.
El 'teatro experimental', el 'microteatro', el 'teatro alternativo', la composición o 'performance' teatral, o como se le quiera llamar, busca envolver a l@s asistentes -ya no mer@s espectador@s- en una experiencia sensorial. Bonita, fea, grande o pequeña. Y su peor fracaso es causar indiferencia.
El arte, en general, tiene que conmover.

Y 'Esta no es la vida privada de Rosa Romero' lo hace.

Conmueve a la risa, a la carcajada incluso, pero de repente se para y frunce el ceño porque no sabe si se está riendo de algo dramático.
Y eso, para mí, es, sencillamente, mágico.

Ella misma hacía cierta declaración de intenciones desde sus redes sociales declarando que:

Desde la periferia, desde
la Isla de Camarón,
con mi madre y mis cosas,
me voy a Sevilla a sacarme los miedos.

Quede claro que esto lo lei después de asistir a la pieza teatral. Es más, salí de ella con la necesidad de indagar en sus mensajes cifrados. Y en esa búsqueda me sumergí en la red, tras la huella de posibles pistas.

Cabría pensar que un guión poco hablado y más a base de 'quejíos' -'¡mira! ¡já! ¡ey! ¡Toma! ¡ala! ¡jí!'- y onomatopeyas, combinado con silencios, una voz en off y un texto escrito proyectado en la pared; es lo único que podría acercarnos a una "explicación" (tonto e innecesario objetivo que solemos necesitar para llevarnos a casa).
O para hipotetizar con tu novio, también asistente, sobre 'lo que hay detrás'.
Eso es remover.

Y 'Esta no es la vida privada de Rosa Romero' lo hace.



Leyendo entre líneas dobles sentidos, uno interpreta la reivindicación del auto-emprendimiento junto a la necesidad, más o menos desesperada, del respaldo de "un buen director". Aunque queda claro, para sorpresa de su madre, que ella lleva años dirigiéndose a sí misma. Los mismos que lleva, seguramente, reinventando su sustento de vida y reinvirtiendo el orden de los ciclos vitales para volver a vivir con sus padres.

'A la actriz le da miedo quedar de yoísta', reza en un momento dado el texto proyectado en la pared. Algo que, de no ser por la absoluta carencia de altivez escénica, se contradiría con lo 'egocentrista' de una pieza que no habla más que de su protagonista, su guionista y su directora.
Habla de ella, se centra en ella y se regodea en sí misma. Caricaturizándose o abriéndose en canal. Con vulnerabilidad y sinceridad. Desde una (al menos aparente) gran timidez, reflejada en unos ojitos que se agachan abrumados ante las miradas, tan expresivos como tiernos.
La actriz cercana, terrenal, ajena al Olimpo del celuloide, se da a quien quiera verla y escucharla, con sencillez y sin armaduras ni ornamentos, en una suerte de amalgama sentimental que, como decía, provoca la risa que se interrumpe con una extraña desazón.
Descoloca.

Y 'Esta no es la vida privada de Rosa Romero' lo hace.



¿Quién empieza con quién? ¿la actriz con la obra? ¿o la obra con la actriz?
Dudas existenciales del calibre del qué fue antes, ¿el huevo o la gallina? O ¿la Isla o Camarón? Icono de la actriz, junto a otros referentes culturales a los que también va aludiendo.
Porque toda creación debe parte al bagaje artístico de su creadora. Negarlo sí sería 'yoísta'. No hacerlo es un ejemplo de humildad.

Y 'Esta no es la vida privada de Rosa Romero' lo hace.

Tuve el placer de disfrutarla el pasado 14 de enero, dentro del festival escénico de formato corto 'Encuentros concentrados vol. 6' organizado por 'La ejecutora' y que se celebró en un lugar inigualable, un hostal reinterpretado como espacio cultural: el Traveller BOX Hostel, en Sevilla; y quedé encantado con la experiencia.

Porque 'Esta no es la vida privada de Rosa Romero' lo es. Una experiencia única.


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