miércoles, 28 de agosto de 2013

Retales de mi Diario de Pensamientos. 28 de agosto 2013.

28 de agosto 2013.
Uno de los "Diez Mandamientos Chochonis" de Costus.

         Soy un puto ansioliticómano.
         Confirmado por la profesional de la materia.
         Creo que le caigo bien a mi psiquiatra. Los más de 30 minutos de consulta (todo un récord para la pública UMS) que me dedicó, el trato amable y cercano que me da y la posibilidad de contarle con detalle todas mis neuras lo confirman. Eso y que es un poquito cotilla.
         -¿Y con tu ex? ¿cómo le ves ahora? ¿A qué conclusión llegas tras tu “crisis”?
         En el fondo, creo que, además de interés profesional, hay cierto morbo de marujeo. Por su edad, creo que es de esas señoras que aun no habían tenido la oportunidad de tratar con “uno de ellos”, y darse cuenta que podía tener un cuadro clínico tan habitual como el de un heterosexual (a lo mejor estoy metiendo la pata, pero más adelante corroboraré mi teoría de mentalidad retrogradilla y estereotipada por un comentario que me hizo).
         Cada vez me siento menos especial, tan básico y puramente químico como cualquier otro cerebro dañado por “factores estresores”. Mi desconsolado y sobrehumano sufrimiento de sensibilidad extrema es un simple número más de la consulta de salud Mental.
         Pregunta ante la que yo, con menos pelos en la lengua por días, pasé de decirle “mi pareja” en las primeras consultas a un genérico “él” y ahora ya hasta a citarle por su nombre para responderle:
         -Pues no con toda la indiferencia que me gustaría aún, pero cada vez más como recuerdo decepcionante con buenos momentos que compensan la desconsoladora sensación de años perdidos. Menos de nostalgia y más de mirada al futuro.
         Incluso con alguna nueva ilusión.                           
         -¿Por qué aguantaste tanto?
         Uy, esa pregunta sí que no me la esperaba.
         En realidad, no aguanté yo. Aguantó él. Fueron varios los meses que alargó la agonía hasta echarle los cojones suficientes para dejarme.
         Yo aguanté en una impetuosa y desesperanzadora táctica que se me volvió en contra, dificultándole a él el abandono y a mí la asimilación de la nueva situación.
         -¿Te consideras una persona dependiente?
         Buena pregunta. Hija puta, ya me ha calado.
         Sonrisa cómplice por respuesta.
         Me sentí tan a gusto que al final le hablé de algo que no tenía previsto en mis notitas aporreadas a boli en un post-it como “cosas a decirle a la psiquiatra” antes de coger la bici e irme para allá. Coño, de cuatro en cuatro meses que me dan cita para verla tengo que aprovechar cada uno de esos cotizadísimos minutos para no dejarme nada en el tintero.
         Y salieron ellos, sin nombre pero sí sexo. Mi amor platónico y mi flirteo mundano (en su primera acepción, no despectiva: perteneciente o relativo al mundo).
         Recomendabilísimo el segundo por haberme demostrado que mi “cosica” sigue funcionando (con todo el trasfondo de autoestima que ello implica, tontos hombres que magnificamos semejante chuminada), y que mi ex no es el único con el que puedo tener sexo tan placentero (o sexo a secas, meses llevaba con lánguido badajo y apetito sexual cero); y también, y más importante, por darme cuenta que he readquirido la capacidad de fijarme en “otros”, que sigo sabiendo jugar al tonteo (me encanta esa etapa inicial) y, sobre todo, que es verdad que hay muchos más peces en el mar y que nadie se muere por nadie (aunque si llegas al grado de locura que yo llegué, llegues a creerte que sí).
         El otro, el primero, ése ya es otra cosa. El platónico no mola, es totalmente anti-terapéutico. Al hablarle de su grave enfermedad y de sus sentimientos no correspondidos por mi, preguntó:
         -¿VIH?
         No, reina, los gays podemos tener otras enfermedades jodidas además del sida.
         Pero, bueno, no quise ofuscarme e intenté borrar de mi cabeza la imagen que espontáneamente me vino de ese enfermo estigmatizado Andrew Beckett (oscarizado Tom Hanks) en Philadelphia y ese atrevido y acertado abogado Joseph Miller (Denzel Washington) y aquella odiosa abogada (ni idea, la actriz es la novia de Doc en Regreso al futuro 3, qué coraje le tengo) que tan bien representa la homofobia y el temor al contagio de la, por entonces, desconocida enfermedad; porque reconozco que me estoy radicalizando más de la cuenta y estoy ahí bastante a la defensiva.
De la Ópera Andrea Chenier de Umberto Giordano, interpretada por María Callas (La mamma morta).
         Solo decir que no deja de llamarme la atención un estereotipo tan trillado procedente de una mujer evidentemente de nivel socio-cultural altito.
         Porque las cosas que me suelta M.A. (la mujer que le limpia a mi madre) me hacen gracia, porque sé que vienen de la más ingenua ignorancia (en gran parte intencionada, que ella, como diría mi ex, “es mú viva pá lo que quiere”). Como la respuesta que me ha contado hoy que le dio hace unos años cuando su marido aún vivía y estaban los dos en paro y fue a pedir ayuda a una asistenta social que le preguntó que por qué se seguía acostando con su marido:
         -¿Qué hago? ¿Me lo saco a la terraza? Por muy enfermo y parado que esté sigue siendo mi marido, hija –genial respuesta, me encanta, la adoro. Es tan astuta como caradura.
         El caso es que, aparte de darme la correcta recomendación de no implicarme ni obsesionarme con el platónico divo, me confirmó lo que ya sospechaba: que me estoy enganchando a los ansiolíticos para dormir. Para darle al off cuando la cosa se pone fea y amanecer un nuevo día con el ánimo regenerado, recurriendo a la fácil táctica de la medicación a la que tanto asco le he tenido siempre como dependencia tengo ahora.
         Joder, creo que es peor que dejar de fumar. Qué noche más mala que he echado. Pero por mis santos cojones que no pienso depender de esa mierda farmacéutica para dormir a pierna suelta. ¡Con lo que yo he sido que me dormía en lo alto de un ladrillo!
         Alprazolam, no puedo decir que ha sido un placer haberte conocido pero, bueno, de bien nacido es ser agradecido. Pero se acabó, seré obediente a mi médica, y te tendré ahí solo para “casos de emergencia”.
         Cuando el maligno amenace con volver a sorberme el coco, lo largaré con una jornada de patinaje con Dante, una gallordita o una sesión compulsiva de limpieza y reestructuración de mi habitación, convulsionando con el plumero al son de Fangoria, Mónica Naranjo o cualquiera de estas.
         Bienvenidas otra vez chucherías, grasas saturadas de pipas, cacahuetes y demás adictivos frutos secos y porquerías manufacturadas por los colorantes, conservantes y demás mierdas envasadas en plásticos casi tan insanos de digerir como lo que envuelven. ¡Arriba esa “curvita de la felicidad” que también puede gestarse soltero y sin compromiso!
         Tampoco será tan complicado. La tarde-noche de ayer la superé, como no, gracias a mi alabable madre. Conseguí cambiar el sentimiento de dependiente patético mantenido, retornado al hogar familiar con 32, estableciendo una patológica relación de amor/odio con ella a lo Norman Bates por la reconfortante sensación de dejarle mi portátil para que pudiera ver online tranquilamente sentada en su ergonómico sofá el último capítulo de Gran reserva: el origen en la sobremesa mientras yo terminaba de recoger la cocina, y sentirme así hasta útil.
         Por cierto, que alcanza tal estado de éxtasis con la serie que la gratificante imagen de verla embobada –inmóvil, en la penumbra de las persianas echadas para combatir la calufa y de espaldas– mirando a la pantalla del ordenador no responde a la apariencia de abducción telenovelística, porque cuando le terminó el capítulo me pidió que le pusiera el otro.
         -¿El otro cuál, mamá?
         -El último.
         -El último es el que acabas de ver, mamá.
         -Ah… ¿sí? Pues pónmelo otra vez.
         Me sentí más él que nunca…

martes, 27 de agosto de 2013

Estreno Agenda Curso 2013-2014.

            Hoy es un día emocionante para mí, sí, por patético que suene, renovar la agenda del curso pasado por la del nuevo es una de las cosas más emocionantes que me ha pasado en los últimos días de mi previsible y tranquila vida (a veces, demasiado; pero lo adecuado para mantener el equilibrio, supongo).
            Presumo de estar a la última cuando eso, hoy por hoy, es imposible por la saturación y la velocidad con que avanza todo, y hasta a veces me burlo de los anticuados que no controlan las nuevas tecnologías (en una descarada soberbia, lo reconozco, porque si me comparo con otros, el retrasado soy yo sin duda).
            El caso es que, a pesar de ello, también me gusta mantener fetichismos y romanticismos de antes. Sigo adorando el soporte papel y la palabra escrita de puño y letra.
            Vamos, que sigo organizando mis quehaceres con una monísima agenda de papel, tamaño bolsillo, separador, anillas y este año con una florida portada. Historiadísima. Como yo.
            Y hoy toca, entre otras cosas, traspasar información de una a otra y empezar a escribir en la nueva los proyectos que continúan a partir de septiembre.
            Si a ello sumamos que en el paseo matutino de esta mañana con Dante he podido por fin estrenar aquella fina rebeca de entretiempo que aun no había podido estrenar desde que me la compré en el lefties, el cambio de agenda preconiza el cambio de estación. Aunque lo de las prendas “de entretiempo” con esto del cambio climático va a empezar a ser poco más que innecesarias.
            Y, en el fondo, aunque a veces me acojona y otras, una vez realizado, me ha hecho mortificarme por sentir que he optado por la peor de las decisiones, cualquier cambio, por tonto que sea, es un nuevo reto. Una nueva etapa.
            Con mi nueva agenda escolar (sí, las de “adultos” me parecen demasiado aburridas), continuo con algunos proyectos y empiezo con otros. Y renuevo la esperanza de que la nueva estación, los próximos meses, me deparen todas las cosas buenas que me merezco después de los malos meses vividos.
            Desde aquí, todos mis ánimos a quien quiera que esté leyendo esto para el “nuevo curso” académico, laboral pero, especialmente, personal. Otro hijo. Un nuevo trabajo. Un noviazgo. Una boda. Pero lo que más os deseo (y me deseo) son nuevas y refortalecidas ilusiones para este nuevo curso 2013-1014.

sábado, 24 de agosto de 2013

Teo y Twitter.

De los creadores de "Teo acaba con el decolorante de todas las peluquerías de Cádiz" y "Teo desaloja Valcárcel para usarlo como almacén de sus fulares", llega ahora...

"Teo mete la pata hasta el fondo"

Noticia publicada el 23 de Agosto en varios medios. El video corresponde a un fragmento del informativo de CádizDirecto.com

                Con una manifiesta intención de pedantería, parafraseo a Einstein cuando dijo aquello de que “Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”, para dirigirme a Usted, Doña alcaldesa, Teo, como le decimos en Cádiz.
         A ver si soy capaz de mantener las formas sin soltar ninguno de los bastinazos que se me han pasado por la cabeza tras escuchar sus desafortunadas palabras cuando, malgastando inútilmente mi tiempo de parado, he encendido mi ordenador (un renqueante Compaq de más de siete años que me pagué trabajando un verano de camarero en Barcelona) para derrochar vatios y minutos de conexión de la tarifa plana de internet que oso permitirme.
         Tengo twitter desde solo hace unos meses. Curiosamente me lo creé siguiendo las recomendaciones de varios cursos (alguno de ellos, por cierto, impartido por instituciones de la Junta de Andalucía y de la Diputación de Cádiz), sesiones formativas y foros de opinión; porque aseguraban que hoy día, la búsqueda de empleo ya no era como antes (¿le suena la expresión de “búsqueda activa de empleo 2.0”?).
         Que no bastaba con facebook y LinkedIn, sino que había que “hacerse ver más”, “crearse redes profesionales” e intentar conseguir un buen posicionamiento SEO (Search Engine Optimization, seguro que sabe de lo que hablo) en la red de redes.
         Internet. Sí, esa descabellada herramienta a la que accedemos sin remordimientos de conciencia a la vez que nos quejamos de la situación de desempleo y necesidad que está sufriendo el país.
         Más sacrílego aún. Esa conexión que a veces hasta criminalizamos para mantener el contacto con familiares y/o amigos/as cuyos cerebros (y cuerpos) se fugaron –y siguen haciendo, y supongo que yo algún día haré, si el curso que viene me aceptan en la modalidad online de la IEDA– al extranjero a ganarse la vida.
         Internet. Esa fuente de información, comunicación, visibilización y entretenimiento –también, por supuesto, no lo niego– que si no manejas (por cabezonería, ignorancia o absoluta pobreza –que ya padecen muchas personas en España– como para no poder pagar los 10 o 20 euros mensuales de las tarifas más económicas), empiezas a ser poco más que un excluido social.
         Una herramienta a la que si no tienes conexión, pierdes toda posibilidad de acceso a la información de muchas (casi todas) ofertas de empleo (público y privado; si no me equivoco los boletines oficiales ya solo salen en digital y la institución que se supone referente nacional de empleo tiene un completo portal web que incluye una virtual sección de “Empleo y Formación”).
         Sección a la que sin internet, Teo, no accedes.
         Hace unos años, yo me conectaba con mi portátil en las plazas o en las bibliotecas municipales. Ya no existe esa opción “gratuita”. ¿Dónde han ido a parar los más de ochocientos mil euros invertido en el Plan de fomento de la conectividad inalámbrica y la interacción ciudadana pagados a "Cádiz Conecta S.A."?
         ¿Qué hacemos, entonces, señora alcaldesa?
         Un estudio de mercado y decantarnos por la compañía que nos ofrezca una conexión más barata. No queda otra.
         Y no le voy a corregir la metedura de pata de la que Usted misma toma conciencia solo al decirla. Conectarse a internet no es gratis (en locales que te ofrecen conexión wi-fi te exigen, mínimo, una consumición), cierto. Abrirse una cuenta en twitter, sí.
         Es gratis porque no vale dinero. Se paga en datos personales.
         Como bien sabe, los servicios básicos de casi todas las redes sociales y profesionales se ofrecen casi “gratuitamente” (la parte proporcional de segundos de la tarifa a internet que se tenga); pero cada vez más, están inventándose lo de las “cuentas Premium” de pago, con opciones adicionales, que te hacen más guay, más visible y te aseguran mejor posicionamiento y prestigio ante las posibles empresas que busquen perfiles profesionales como el tuyo.
         Aparte de poner chorradas, twitter es un sistema de alerta de convocatorias de empleo público, un medio de difusión y cooperación para profesionales de una misma materia. Como, en general, lo es internet. Una potentísima e inabarcable herramienta a la que se le puede dar un buen o un mal uso (en todo caso, creo que lo de la democracia permite ciertas libertades).
         Twitter, facebook y demás te “regalan” una cuenta a cambio de acribillarte con spam publicitarios. Firmas un consentimiento que legaliza su función de spyware. Las cookies son sus aliadas y, de repente, te empiezan a aparecer anuncios de todo tipo. Vértigo da a veces sentirte tan “espiado”: en gustos personales si el uso que le das a las redes sociales es lúdico, pero también en intereses profesionales y formativos si las usas como un medio más de búsqueda activa de empleo.
         Además, existen infinidad de cursos de formación online, algunos hasta gratuitos (de alguna manera, obtendrán también algunos datos tuyos que les interesen), y otros de pago pero mucho más rentable en todo caso que desplazarte y alojarte los días en que se impartiera presencialmente en la ciudad correspondiente.
         A lo mejor es que también es una pérdida de tiempo (¿o un riesgo a su hegemonía?) formarse mientras se está parado, además de buscar trabajo.        
         Después de culparnos de “tanto twitter” en sus inquisidoras e infundamentadas declaraciones, añade Usted “tanta opinión”.
         Pues sí, el pueblo ha tenido, tiene y tendrá opinión, por mucha dictadura disfrazada con que se le gobierne. Y twitter y tantos otros foros públicos de internet nos están permitiendo, en una auténtica revolución no solo tecnológica, poder publicarla, compartirla, complementárnosla, enriquecérnosla y rebatírnosla. Y sí, criticarles abiertamente a Ustedes, señores y señoras políticos y políticas. Que para eso se supone que nos representan y tienen que escuchar nuestras demandas y quejas. Distinto es que eso les dé miedo o que ya no puedan hacer oídos sordos tan fácilmente como antes.
         Hay quien desconfía de “airear” sus cosas para que pueda verlas todo el mundo en internet porque si bien existen “políticas de privacidad” en las redes sociales, también hay todo tipo de hackers que pueden obtener datos tuyos por muy protegidos que los tengas.
         Buen posicionamiento SEO, absoluto control sobre todo el contenido que generas en la red porque muchos de los departamentos de Recursos Humanos de muchas empresas ya están empezando a rastrear tu “huella digital” para ver si eres o no persona “de fiar”, medir tus palabras para ser siempre políticamente correcto. Estupideces decimos todos/as alguna vez, Usted en estas declaraciones y yo más de una en este escrito y en las cosas que publico en mis blogs o en mis redes sociales.
         Cosas, por cierto, que he empezado a publicar indiscriminadamente, en un arrebato de reivindacalista extremo. Algo que, dando la razón a muchas personas que ya me lo han dicho, me podrá jugar en contra el día de mañana porque seré tachado de, excluido por o criticado de.  
         La diferencia, creo, es que Usted tiene un equipo de asesores/as (incluso ya seguramente tenga hasta community manager privado, puesto que en realidad es ridículo por lo tonto de su labor como gestor de los contenidos que publica en su twitter, por cierto que sale muy mona); mientras que nosotros/as, ciudadanitos/as de a pie, tenemos que hacerlo por nosotros/as mismos/as.
         Y todos/as somos punto de mira para las críticas o el simple marujeo. Las opiniones pueden ser destructivas o constructivas. Y de verdad que yo, con esta, a pesar del cierto sarcasmo, pretendo hacerle una crítica constructiva porque es que hasta Usted misma rectifica en el video por la metedura de pata.
         Twitter en sí mismo, es gratis, monetariamente hablando. Pagas con vatios, segundos de conexión y datos personales. Internet no. Se paga. Pero, personalmente, creo que es imprescindible a día de hoy y que compensan esos 10 o 20 euros al mes para tener acceso a todo lo que permite. Más si encima buscas trabajo “activamente”.
         Por todo ello, propongo una alternativa o, mejor dicho, hago una petición.
         Que se unifiquen criterios en los procedimientos e indicaciones recomendados por los talleres y cursos orientativos para encontrar trabajo, conozcan de primera mano y de forma real la verdadera situación actual, los baremos de selección que siguen las empresas privadas y dejen de consentir convocatorias públicas con nombres y apellidos que tanto tiempo nos han hecho perder a tantos/as opositores/as.
         Ah, y ya termino, por favor, administración querida (y Teo), actualícense.
         Ayer acudí al INEM pensando en empezar a prostituirme porque se me acaba el paro y no tengo más de 55 años ni cargas familiares, y me encontré con la sorpresa de poder sobrevivir algunos meses más sin tener que vender aún mi cuerpo.
         El Plan PREPARA (Programa de Recualificación Profesional de las personas que agoten su protección por desempleo), una maravillosa iniciativa para ayudar económicamente a ese leproso sector poblacional que componemos los parados de entre 30 y 40 años, solteros y sin hijos ni cargas familiares (algunos, pobres, incluso, con el lastre de una hipoteca, yo, por suerte, solo tengo la trampa del coche).
         Una funcionaria en peligro de extinción, no robotizada y que hasta me miraba a los ojos cuando me hablaba, se molestó en explicarme los detalles prácticos para conseguir dicha ayuda.
         Certificar que estoy buscando trabajo activamente.
         De puta madre, sin problemas. Pero… ¿cómo hago? ¿un pantallazo de infojob? ¿el mail de respuesta de una empresa que me dice que han recibido mi CV y que “ya contactarán conmigo” (cuánto odio esa hipócrita y protocolaria expresión)?
         La funcionaria, además de simpática, era expresiva y, tras mi pegunta, en su cara se leía un “¡Anda ya, nada de eso!”.
         Lo de la búsqueda de trabajo 2.0 es una pollada para la Administración, anquilosada –inconsciente o intencionadamente, uno ya piensa lo peor– en la idea de que los currículums solo se entregan en mano y en papel personándose en las empresas.
         La certificación que me piden para demostrar mi “activa búsqueda de trabajo” son nueve currículums en papel, entregados en nueve sitios distintos (tengan o no la menor relación con mi sector profesional), a poder ser sellados por la empresa en cuestión –a modo de “recibí”– y entregados con fecha posterior a haber terminado de cobrar el paro.
         -¿Y todos los currículums que he enviado todos los meses de antes?
         -Es puro trámite. No tiene ningún sentido, pero así es. No le busques la lógica porque no la tiene –simpática, expresiva y honesta funcionaria; definitivamente creo que tuve mi día de suerte.
         Contradictorio creo que se queda corto. Y absurdo no recoge totalmente imbecilidad e hipocresía mayor que ésa. Esa ridícula y sinsentido burocracia, Teo, es tirar el dinero. Pagar por tener conexión a internet, no.
         O si no, vuelve a poner wi-fi en los parques y en las bibliotecas públicas.
         No tengo problema en “demostrar” mi activa búsqueda de trabajo, si quieren hasta me podría haber llevado una cámara oculta a las entrevistas que he hecho o a las oposiciones a las que me he presentado. Es más, me parece muy bien. Precisamente para evitar que pase eso de lo que tanto se critica, que la gente se dedique a rascárselos los meses que tiene ayuda y que solo empiece a moverse de verdad una vez que la va a agotar.
         Coño, es que con ese requisito lo puedes hacer perfectamente porque la certificación de búsqueda se te pide desde el día mismo en que has dejado de recibir la ayuda. Antes no.
         En fin, así nos va.
         Pediré mis 400 euros al mes para poder seguir pagando mi coche, mi coworking y mi móvil (con internet, sí, ahora me fustigaré). El teléfono fijo me lo quité hace mucho (bendito wathsapp) y lo poquito que veo u oigo de tele y de música es online y a la carta. Dejaré de ir a la natación, por bueno que sea para mi espalda, tiraré del fondo de armario, reduciré toda vida social a gratuitos paseos a pie o en bici por gratuitos lugares y seguiré rateando alojamiento y comida a mi pobre madre, con una merecidísima pensión que debería estar gastándose en viajes y parrandas en vez de en mantener a un descarriado hijo que decidió buscar su felicidad personal y laboral arriesgándose a una decisión que al final le salió mal en lugar de aguantarse con la plaza de interino, a riesgo de ser largado en cualquier momento, dos grupos profesionales por debajo del que le correspondía por formación y valía y cuyo traslado le suponía invertir casi todo su sueldo en un alquiler (repito: gracias a Dios que no me metí en una hipoteca) y en viajes para ir a ver a quien por entonces era su pareja.
         Y mientras seguiré inventándome mi propio trabajo, haciendo aquello para lo que valgo y para lo que me he estado formando concienzudamente tantos años (y sigo haciendo).
         Porque eso del emprendizaje y de la colaboración voluntaria en empresas del sector para “ir metiendo cabeza”, para la admi, son cosas tan tontas como verificar que de verdad se está activamente buscando trabajo. Son minucias que tampoco se tienen en cuenta para “beneficiarse” del Plan PREPARA.
         -¿Y lo de la recualificación?
         -Sí, bueno, a lo mejor te llaman alguna vez para un cursito de estos chorras o algo de eso.
         -Vale, gracias por su amabilidad. Nos vemos el mes que viene.
         -De nada, y suerte.



viernes, 23 de agosto de 2013

Retales de mi Diario de Pensamientos. 23 de agosto 2013.

23 de Agosto de 2013.
Egoísmo y Envidia.
Amor y Odio.
         Mi nueva teoría es que estos cuatro sentimientos están íntimamente relacionados. El Amor, cuya base es el Egoísmo, deriva en Odio, provocado por la Envidia; y viceversa, en el sentido contrario (parafraseando a aquella Miss sudamericana).
         Son los andamios que construyen todos los males que asolan nuestro mundo. Guerras, sufrimientos, traiciones, discriminaciones, crímenes pasionales y barbaries varias.
         Pero también forjan las acciones más vehementes, que no desinteresadas. El altruismo puro no existe: si hacemos bien es porque nos hace sentir bien hacerlo (obtenemos un beneficio: el bienestar de sentirnos “buenos”). Igual que si queremos damos a la otra persona tanto como le exigimos (y así debe ser, porque si no estamos apañados, queremos porque queremos que nos quieran).
         Si solo quieres y das, terminas haciendo el gilipollas.
         El Amor está muy trillado y desvirtuado. Especialmente por mí, obsesionado con él desde mi precoz y devastador acné prepuberal.
         Desde que escuché por primera vez lo de “amor platónico” lo interioricé tanto como el resto de mis neuras. A fuego grabé la persistente idea de “luchar por alcanzarlo”. Perseguir el utópico e idealizado “amor para siempre”. Buscarlo en los confines del mundo.
         Vi más dramas románticos de los que debiera y leí más libros de historias apasionadas de la cuenta. Consecuencias de ser el menor de una prole de cinco: intentaba estar acorde a mis hermanas, siguiendo las tramas de Sensación de vivir y Melrose place, sin terminar de entenderlas; y emular a mis hermanos intentando hacerme el machito con una voz de pito que te cagas y los amaneramientos más maricas del mundo.
         En mi foro interno, soñaba con declaraciones a la luz de la luna, románticas cenas con velitas, sexo místico, unión eterna, compatibilidad total, almas gemelas…
         Mitos que pronto se tradujeron en frustraciones y complejos. Falsos primeros amores, pajas mal hechas, ensuciadas de culpa y de kleenex arrugados, polvos cutres, interruptus, en los asientos traseros del coche o en servicios públicos de centros comerciales.
         De todo menos misticismo y espiritualidad.
         No voy a decir que quienes en su día consideré mis almas gemelas, mis seres predestinados, fueran farsantes, niñatos diabólicos e inmaduros que jugaron con mis frágiles sentimientos porque todo eso es lo que era y hacía yo por entonces. Y quizá sigo siendo.
         Un inmaduro. Aunque ahora consciente de serlo. Y, por eso, como mecanismo de defensa, actúo como asentimental y chulito. Quiero ser un “vividor follador”.
         El riesgo de sobreactuar (o, mejor dicho, de interpretar un papel que no se corresponde contigo) es que puedes terminar creyéndotelo y empezar a vivenciarlo como real.
         Y eso es lo que me ha pasado, creo.
         Por eso ha aparecido en mi vida un tío de puta madre que supuestamente me ofrece todo lo que pregonaba necesitar después de una relación muerta por descompensación, y lo dejo pasar. Y considero exagerado y prematuro su “te quiero”.
         Sensible, cariñoso, interesante, culto, de buen ver (aunque él no se lo crea, aúna esa difícil armonía entre intelectualoide y moderno) y que promete quererme más de lo que me ha querido nadie.
         Las promesas ya tampoco me las creo. Ni las hago. Ni las quiero. Me crean tanta desconfianza como incredulidad.
         Sería egoísta “intentarlo” con él porque me halaga, me sube la autoestima sentirme tan deseado y, para algunas cosas, mola tener a alguien dispuesto a satisfacer siempre tus deseos.
         Sería injusto decirle que le correspondo por miedo a la soledad, por el bienestar de sentir que alguien está pendiente de mí (egoísmo, de nuevo).
         Pero, sobre todo, no puedo decirle que “sí” porque no es el único que tengo en la cabeza. Aunque puede que eso siga siendo una equivocación fruto de la idealización infantil del Amor.
         Mientras siga sintiendo por mi ex odio (restos de amor) y envidia (su consecuencia, o su desencadenante) por haberse quedado con la vida que se suponía era para los dos, en vez de absoluta indiferencia (es mi aspiración), no puedo meterme en otra historia. Y mientras siga pensando en otro como mi “amor platónico”, no puedo decirle a nadie que le quiero.
         No quiero querer que me quieran. Quiero querer. Aunque vuelva a hacer el gilipollas.
         Seré un gilipollas que toma conciencia de estar siéndolo.
         Ya no lo seré de forma inconsciente como antes. Yo seré el primero en decirme aquella devastadora frase tan de madre. “Te lo dije”. Pero sí sigo creyendo, en el fondo, en la media naranja. Joder, y es que a veces (claro, también yo es que soy muy de decorar y de sesgar) las circunstancias y el entorno contribuyen tanto a esa “idealización” que te tienes que rendir al sueño irreal.
         De ilusiones se vive. Es bastante frustrante porque compensa menos de lo que renta, pero, mira, esos microsegundos, esos escalofríos, esa sonrisa de tonto que se te dibuja en la cara cuando le ves o le oyes, esos ojillos embobados ante tu “muso” (sí, coño, mierda de RAE homófoba y arcaica, me reitero: m-u-s-o), eso, lo siento, pero a mí me da la chispa necesaria para seguir viviendo sin dejar de soñar.
         Contar los días hasta el próximo reencuentro y estar pendiente del móvil a todas horas para alegrarte el día si hay el más mínimo indicio que tus distorsionadoras ansias puedan interpretar como una señal a la que aferrarte es una puta mierda pero, a la vez, mola tanto que por muy poco recomendable que sea para mi equilibrio mental y sentimental, no lo puedo evitar.
         Y si encima eres manifiestamente no correspondido y se avecina un posible final dramático donde nunca podrás probar al objeto de tu deseo, la idealización, lejos de desaparecer, engordará tanto que no dejará de ser tu “amor platónico” en la vida.
         Imposible, no correspondido y presente, con más o menos intensidad, desde el primer momento en que le viste. Cuando eras un renacuajo incapaz de reconocer aquel nudo estomacal como incontrolable atracción hacia aquel precioso actor de impoluto negro que versaba un monólogo en un bar y cuya grabación mandó a sus amigas en vhs (ha llovido ya).
         Aquel hombre al que pusiste nombre, al que con los años perseguiste y pretendiste torpemente, temeroso de quedar como un ridículo yogurín tira-trastos. Al que olvidaste unos años cambiando la magia (chispeante e hiriente) de lo inalcanzable por la tempestad de ese otro que se te metió de repente. En tu vida y en tu sexo, tan al alcance y tan dispuesto. Ése del que te volviste a interesar en cuanto tu corazón volvió a colgar el cartel de “libre”. Ése con quien ahora congenias en una bonita amistad y por el que además mantienes ese sentimiento platónico (que ya has aprendido a mantener a raya).
         Amor imposible que de hacerse real y palpable, seguramente desengañaría. Le tiraría del Olimpo de los dioses en un empujón de realidad. Así que mejor que se quede quietecito, impertérrito, junto a Zeus y su troupe porque así siempre será “perfecto”.
         Cuando termine de madurar, cuando abandone la ingenuidad en pos de la cordura de un plan de futuro (¿cordura o locura por planificar un mañana que nadie te asegura?) decidiré acomodarme al amor egoísta en el que das y recibes lo mismo, al contrato del compromiso; a decirle que “sí” a quien es el realmente perfecto –compatible, adecuado– para ti aunque el revolotear de las mariposas que te provoca no sea tan huracán.
         Por ahora (y con esto no quiero “dejar una posibilidad abierta” ni alimentar una inútil espera), estoy bien como estoy. Todo lo soñado que he acabado cumpliendo, en cierto modo, ha sido decepcionante.
         No quiero más mitos rotos.
         Lo que quiero, hoy por hoy, no es posible, no existe más que en mi cabeza y en unas cuantas historias de la literatura y la cinematografía clásica. Y en los diálogos de un cortometraje de Mateo Gil galardonado en los Goya de 2010.
         Dime que yo.
         Mateo Gil.
         Fele Martínez y Judith Diakhate.




         Yo quiero las dos cosas. Lo que pide ella y lo que pide él.
         Un súper-héroe del equilibrismo, fuerte y con tipín, poeta y bruto, constante y con capacidad de sorprender, sincero pero misterioso, que se derrita por mis huesos pero que pase de mí, guapo y con buen rabo, pero que la belleza esté por dentro y que el tamaño sí y no importe.
         Que no deje de hacerme sentir las hormiguitas (mariposas, cosquilleo) en el estómago, que se deje el alma como yo me la he dejado.
         Épica, mentiras, seguridad, misterio, confianza ciega, temblor de rodillas, que sea mío, solo mío (egoísmo puro y duro), sin preguntas, sin pasado.
         Que me quiera o que se pudra en el infierno.
         Alguien a quien para querer tiene que estar en lo inalcanzable de la utopía porque de encarnarse en la banal realidad terminaría haciéndose odioso.
         Alguien a quien querer egoístamente y al que puedas terminar odiando por pura envidia.
         Demasiado complicado con la de cosas que tengo yo ahora en la cabeza.       

martes, 13 de agosto de 2013

CREATIVIDAD (1ª Parte).

El polifacético creador Pablo V.L. nos sorprende, de nuevo, con una nueva composición concienzudamente naïf carente de título, como la mayoría de su obra, a la que nos ha permitido –en otro derroche de humildad del pequeño artista– poner el nombre que consideremos oportuno.
         Hemos pretendido con este título recoger la sencillez y carga significativa de los elementos utilizados en su creación.
         La familia Palillo con corazón ha sido comparada con Las señoritas de Avignon de su homónimo Pablo Picasso por la síntesis, aunque no la deconstrucción, de los miembros anatómicos de sus cuasi-figuraciones.
         Más de una centuria separan a ambos genios. Y aunque no tenemos constancia de las fuentes de inspiración de Pablo V.L., artista emergente del que aún no podemos establecer un estudio evolutivo, no parece tan disparatada la analogía.
         Algo formal y étnico del arte africano hay también en los seres antropomorfos de V.L.. Salvando las distancias, por supuesto, en un ejercicio mayor de síntesis, claro. Porque ni por formato, intencionalidad ni proceso creativo (minucioso y previa infinidad de bocetos el de Picasso; espontáneo y efímero el de V.L.), se asemejan.

Fijémonos por un momento en la figura femenina de la composición. Es la de mayor tamaño. Más grande que la que tiene a su derecha, quizá su compañero sentimental, si presuponemos que su intención es representar a una familia convencional.
         Mientras las suyas son dos palillos de dientes enteros, las piernas del ser masculino se acortan por la parte de arriba. Rompe así el estereotipo sexista de tamaño y fortaleza física, denunciando el injusto y desfasado calificativo de “sexo débil” para referirse a las mujeres. Lo único que conserva como símbolo tradicional de la figura materna es la melena-tejado que enmarca su cubista rostro sin rasgos faciales.
         No pasa desapercibido tampoco el hecho de que es ella la que tiene el corazón más grande y de intenso color rojo.


Del mismo modo, su mano derecha presenta una notable peculiaridad. Algo inquietante que no puede pasarnos desapercibido. Este ser antropomorfo grande, fuerte, de largos y amparadores cabellos, mayor y carmesí corazón parece herida, amputada. Pero conserva toda su dignidad y entereza.


Su acompañante, en cambio, denota cierta fragilidad, una inestabilidad que se corrobora con el descontextualizado celeste de su órgano vital. Algo deforme, más ovalado y mucho más pequeño. ¿Quizá un guiño del artista de 10 años al pobre bombeo de la sangre de Príncipe Azul de los cuentos clásicos?
         Y lo que muchos críticos han coincidido en establecer como el autorretrato del artista (hipótesis que ni apoyamos ni desmentimos), la figura infantil –mucho menor– de la composición, mantiene el mismo esquema que las otras dos, con la diferencia de la posición de los brazos-palillos.
         Levantados en una actitud emprendedora, de manos poderosas, creadoras, corazón grande como el de su madre, pero también de otro color, rayado en blanco y rojo. Uno de los dedos sobresale levemente del espacio marcado por el folio que sirve de lienzo a Pablo.


 
¿Salirse de la norma? ¿una nueva tipología de corazón para una nueva generación? Un cuerpo pequeño y unas manos grandes.
         Que cada uno/a interprete como quiera. No creo, sinceramente, que Pablo lo hiciera con más intención que la pura intuición. Somos los críticos de arte los que nos empeñamos, creo, muchas veces, en buscarle tres pies al gato.
         Muchas personas –yo entre ellas, en su día– creen que la Historia del Arte es una carrera de segunda (como cualquiera de las ramas de las Humanidades, en comparación con las de Ciencias, cursadas por los realmente inteligentes). El consuelo de artistas frustrados, sin el suficiente talento, que se creen con la potestad y, peor aún, la osadía y soberbia de valorar, enjuiciar, enaltecer o desechar creaciones ajenas. Hasta de ponerle precio o de considerarlo o no arte.
         Este que escribe, y me consta que otros muchos de mi promoción, sin embargo, nos sentimos orgullosos de nuestra formación académica, con sus matices, emprendedores/as en un mundo que nos llega a hacer creer que “lo nuestro” no vale para nada, no aporta nada.
         El arte, la cultura y su potencial como legado a difundir, como testimonio, comunicación, reivindicación y medio de sensibilización claro que tiene un enorme valor y una importancia mucho mayor que la que un gobierno de ultraderecha quiere hacer desaparecer a base de tijeretazos y frases demagógicas en una Reforma Educativa que no hay por dónde coger. ¿Por qué ese miedo a demoler algo tan “inocente” e “inservible” como la vía expresiva del Arte? O peor aún, ¿por qué institucionalizarlo, reglarlo, someterlo a un mercado más del capitalismo? ¿Quieren volver, quizá, al imponente Pantocrátor que alienaba desde la altura del muro a una sociedad analfabeta y aborregada?
         Pablo V.L., mis demás sobrinos/as y todos/as los/as niños/as del mundo tienen un potencial creativo enorme. La educación tiene la obligación de fomentárselo, no de encasillárselo y mucho menos de hacérselo abandonar.

Las personas grandes me aconsejaron que dejara a un lado los dibujos (…) Así fue como, a la edad de seis años, abandoné una magnífica carrera de pintor (…) Las personas grandes nunca comprenden nada por sí solas, y es agotador para los niños tener que darles siempre y siempre explicaciones…”.
Fragmento de El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry.
         Lo “sencillo” no siempre es sinónimo de “fácil”. El arte más que hacer algo que no pueda hacer nadie más, es hacer algo que no se le haya ocurrido antes a nadie (aunque eso también es relativo, dado el bagaje que, más o menos, tenemos todos/as), y como cada cabeza pensante tiene su propio universo en bruto no hay más que ponerse manos a la obra para darle forma material a la idea inmaterial. Desde que el desarrollo de las capacidades psicomotrices lo permitan.



         “…Decía, para hacerse el importante, que él empezó a dibujar a los cinco años, ¡COMO SI HUBIERA SIDO UN NIÑO SUPERDOTADO! ¡QUÉ FARSANTE! Todos(as) dibujamos cuando somos niños(as) y después unos(as) lo dejan y otros(as) NO”.
         SIMPLE, PERO NADIE LO HABÍA HECHO ANTES (…) Comprendí por qué lo simple y lo sencillo es lo mejor (…) ver una idea sencilla pero genial…”.
         -Yo pensaba que algo claro y sencillo no podía ser arte.                          –Ya…”.
Fragmentos de El Arte, conversaciones imaginarias con mi madre, de Jorge Sáez.
         Mi proyecto es dedicar un espacio, de entre el poco que queda dado mi horror vacui, de mi habitación a las obras de arte de mis sobrinos, museabilizarlas. E irlas analizando como merecería cualquier otra obra.
         El centro grupal de creaciones fue (y es) la mesa grande del salón de la casa de mi madre. Los medios, sus manos y sus cabezas; los materiales, folios en blanco, colores alpino, pegatinas varias, revistas, tijeras, pegamento, palillos de dientes, ceras, rotuladores, lápices, sacapuntas y goma de borrar.
         Continuará…