viernes, 1 de noviembre de 2013

Curro remunerado...

" Abandona tus rasgos humanoides una última vez, para esto no te van a hacer falta.
Saca tu computadora mental.
Vuelves a ser una máquina.
Por dinero. Por trabajo ".




" Bienvenido otra vez al mundo de los cuerdos.
Apaga pensamientos.
Recoge emociones.
Enfríate como un témpano de hielo.
Despierta.
Abre bien los ojos.
Deja de soñar.
Vuelves a donde dijiste que jamás volverías.
Fracasado en la automentira del victimismo.
Este mundo robotizado no está hecho para talentosos desequilibrados ni pasionales impulsivos ".





- Si quiero que me pasen con un teleoperador humano... ¿qué tecla pulso?
- Disculpe. Está hablando con uno...

Yo... ¿yo?

- O eso creía... Manténgase a la espera mientras lo confirmo, por favor.






- ¡Quiero tres máquinas al teléfono! No me importan vuestras situaciones personales, tenéis que darlo todo. Y ceñiros literalmente al argumentario de venta, nada de añadidos de cosecha propia. Hablad sólo lo que os digamos que digáis. Son frases legales. Ni se os ocurra cambiarlas o no decirlas bien. Pero pareced naturales y modulad la voz con sonrisa telefónica.





- Gracias por la espera, mi interlocutor válido...
- ¿Qué dice?
- Que no sé si soy una máquina o una persona... Uy, lo siento, esto me va a costar un skill negativo para la valoración de calidad de mi llamada.



El lunes empiezo a currar otra vez con nómina a fin de mes. Paro agotado y Plan Prepara formalmente denegado por "ingresos familiares" superiores a lo estipulado para considerar que aún con 33 años tu madre sigue obligada a hacerse cargo económicamente de ti han precipitado tener que dejar de lado los "proyectos personales" para poder pagar deudas, coche y manutención propia, que ya tengo pelitos y edad suficiente para seguir poniéndole la mano a mi madre.

Después de cuatro duras jornadas de formación y proceso selectivo. Tres personas compitiendo por no sabíamos cuántas plazas. Había que darlo todo, porque tal y como están las cosas uno empieza a creer que el fin justifica los medios si se trata de conseguir estar dado de alta en la Seguridad Social aunque sea por algo más de tiempo.

Una de ellas, desbancando pronto, ya tenía asegurado "empezar a trabajar". Los otros dos estábamos en la cuerda floja.

Lucha sin piedad contra cincuentona superviviente a los palos de la vida, con una irrisoria pensión de viudedad y tres hijos a su único cargo.

Dramática historia que casi me conmueve hasta el punto de plantearme cederle, para limpiarme la conciencia, mi ensordecedora conciencia, de alguna manera, mi "plaza". Aunque sabía que me costaría meses de arrepentimiento, como la biblioteca.

La idea se esfumó tras un rápido análisis a mi situación personal, no mucho menos dramática que la suya.

Duras pero reales palabras las de la inmisericorde pero "justa" formadora encargada de decidir quiénes éramos "aptos" o no para entrar en la empresa. "Os la jugáis en la última prueba, el role play. No quiero llantos de última hora, ni historias de hijos ni problemas personales... Sabéis lo que voy a valorar y conocéis el procedimiento. No sería justo hacer excepciones".

En el fondo, tanto que rajo de las multinacionales y de la empresa privada, luego es verdad que su sistema es más "estricto y justo" que el de la administración pública, al menos las autonómicas y locales, orgía de enchufismo y venganzas o favores personales abanderada por el "cuanto menos haga, mejor".

Y es precisamente por eso, porque el trabajo de los/as empleados/as se barema como si por una máquina fuera realizado. Tanto por ciento obtienes de los criterios de evaluación, tanto vales, tanto cobras, tanto permaneces trabajando para la empresa.

Aunque tampoco, porque en caso de necesitar reducción de plantilla, suele primar más un criterio objetivamente menos justo: el de la antigüedad por encima del de la calidad, pero bueno, hoy y en este país ya nadie asegura nada a nadie.

No está tan mal, es lo que estaba buscando. Y sí que me puedo dar con un canto de dientes.

No es jornada completa, libro los fines de semana y festivos y el sueldo está regulado por convenio colectivo. La campaña para la que trabajaré es de telemárketing, pero, parece ser, que no tan "agresivo" como la última en la que estuve. Con sus "trampas", como todas, claro, pero dentro de la legalidad de términos y grabaciones legitimadas por un departamento de abogados/as cualificadísimos/as.

Paso de rayarme. Yo no le tomo el pelo a nadie. No miento. Oculto matices de verdades sesgadas en calculados párrafos (estoy convencido de que detrás de su redacción hay también todo un equipo de psicólogos/as y sociólogos/as para conducir a la persuasión, por cutres y evidentes que parezcan a simple vista), según me instan. Leo todo lo que puedo leer. Y doy la información a la que tengo acceso. Y, por si acaso, me quedo con la tranquilidad de que yo no contrato nada. Soy intermediario entre clientes y agentes (personas físicas), paso previo a la contratación (no verbal, sino presencial y en papel) de un préstamo que me suena a chino. A mí, ignorante economista, paupérrimo hippie al que toda cifra que sobrepasa los tres dígitos le parece astronómica y que no ha notado especialmente descendido su "nivel de vida" con la Crisis porque siempre ha sido consciente de que "dar el salto a la clase media" es un reto que, con los años, cada vez se le hace más inalcanzable e intenta sentirse un Van Gogh incomprendido antes que un idealista fracasado.

Así que voy a aplicarme el cuento y voy a hacer caso del consejo que hace años daba a mi hermano. El trabajo puede ser una mierda o algo llevadero, depende de la actitud con que uno se lo tome, algo frustrante o puro trámite, billete de acceso que nos permita dedicar el tiempo de ocio a aquello que realmente nos satisface. 

Trabaja autómatamente. Cumple tu horario y tus obligaciones. Recibe tu recompensa económica en forma de sueldo e inviértelo en viajes, cultura y autoplaceres terrenales y exprime tus horas y días libres al máximo.

Esta vez prometo que no se me van a escapar mis sueños. El camino que quiero seguir lo tengo más definido que nunca.





- Sí, disculpe, no habla con ninguna máquina. Habla con un trabajador en su jornada laboral. Si me permite dos minutos, paso a explicarle el producto que seguro va a interesarle...

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