jueves, 21 de noviembre de 2013

Teléfono de la desesperanza.

- Este no es el teléfono de la esperanza, empatizas demasiado con los clientes.



A lo largo de mi vida me he dirigido a colectivos de todo tipo: como teleoperador, a variopintas voces de todas las calañas que han querido coquetear conmigo, me han insultado y han volcado en mí su cabreo por la engañifa a las que la multinacional a las que creían que yo abanderaba (quizá así era) les había sometido con malas artes; como animador sociocultural, a niñ@s pequeñ@s -pij@s, marginales, hij@s de inmigrantes...-, personas mayores, mujeres neolectoras; como bibliotecario de pueblo a analfabetos rurales, adolescentes rebeldes y respondones, jefas déspotas y ruines y administraciones incompetentes; como opositor a inmisericordes y vendidos tribunales, como eterno estudiante a profesor@s y compañer@s de clase evaluador@s y competitiv@s; como amante, me he dejado amordazar más veces de las que debiera para gemir interpretando el papel de sumiso esclavo sexual de película porno.



-Supongo que sí, jefa. Tendría que ser menos persona y más robot, ¿no?
-No, hombre, tampoco es eso, que te lo tomas todo muy a la tremenda. Lo que no puedes es echarle tanta literatura. El arte lo dejas para casa. Aquí cortesía y buenos modales, escucha activa pero sólo para aprovechar la información que te den los clientes para darle la vuelta y convertirla en argumentos de venta manteniendo, eso sí, las distancias. Nunca implicándote en lo personal. Trabajamos para un banco, no lo olvides, y "ELLOS" (los verdaderos dioses TodoPoderosos) son los que nos pagan.
-Entiendo... -respondo, agachando la cabeza en un acto reflejo de avestruz.



Otra vez esa desagradable sensación de tenebrosa cueva, de estar viviendo una vida que no es para mí, rodeado de personas que nada tienen que ver conmigo, trabajando en algo que no tiene la menor relación ni con mi formación ni con mis ideales ni con nada de lo que me hace feliz.


Pero el coche, prescindible objeto consumista pero objetivo medio de libertad de movimiento, tengo que terminar de pagarlo y, sobre todo, tengo que devolver mis deudas a quienes en su día, una vez más, me sacaron las castañas del fuego cuando mi situación económica era ya insostenible por medios propios, antes de que cayera en la trampa de lo que ahora "ofrezco" de parte de un banco: pan para hoy y hambre para mañana, préstamo con intereses.

-Usas demasiadas expresiones coloquiales. ¿Cómo que "ya le digo"? ¿qué clase de profesionalidad es ésa? Cuando te sientes cómodo con el cliente, te relajas y te sale el tono de colegueo. Y estás hablando de un préstamo bancario, recuérdalo siempre. Tu tono es demasiado amigable.
Supongo que esa humanidad nada tiene que ver con el trato deshumanizado de rateros judíos avariciosos, ahorca-títeres con los mismos hilos con que nos manejan a su antojo. No puedo evitar llevármelo a lo personal y sentirme mal por estar "vendiéndome" y posicionarme en "el otro bando".
Cada una de las broncas que recibo, esos avisos que exculparán a mi nueva "superiora directa" cuando los "superiores indirectos" que verdaderamente manejan el cotarro me den la patada en el culo y me dejen en la calle me crean un enorme remordimiento de conciencia que más que quitarme el sueño, me lo alteran con interrupciones y pesadillas.

Y a veces me pregunto si realmente compensa sentirse tan mal con uno mismo por un mísero sueldo.
Planteamiento erróneo. Reformúlalo.
Recuerda: no tienes que mortificarte, es temporal y tienes que hacer de tripas corazón para escupir esas palabras vacías porque ahora mismo es lo único que tienes. No la cagues ahora porque la otra alternativa te hace sentir todavía más fracasado, teniendo que volver a depender de tu madre.



No dejes de buscar otras posibilidades porque ni es lo peor del mundo ni tampoco es lo único a lo que te puedes dedicar. Sueña con futuros mejores, exprime cada uno de los minutos libres que te permite este contrato basura y sigue construyéndote tu propio trabajo: aquel por el que no cobras más que con la satisfacción personal de estar respondiendo a tus inquietudes. No dejes nunca de formarte, aprender ni pierdas la capacidad de reinventarte las veces que siga haciendo falta. Relativiza lo negativo y aférrate a lo positivo (que todo lo tiene).
Lo de labrarse un futuro es como preparar con minucia e ilusión un viaje: el momento empieza desde que eliges el destino y tu imaginación comienza a volar antes de coger el avión que debe llevarte allí si no hay ningún contratiempo, claro.
Hay que tener claro, eso sí, el presupuesto con que se cuenta, la intención, la compañía con que se viaja; eligiendo bien entre las distintas opciones. Hay quienes con veinte años ya han decidido que la ciudad de sus sueños es aquella en la que han nacido y se han criado. Yo, en cambio, a mis treinta y tres, todavía dudo entre un destino u otro, aunque el abanico de posibilidades ya se va acotando un poco. En todo caso, he preferido vivir sin echar demasiadas raíces en ningún sitio concreto por si se me vuelven a cruzar los cables y necesito irme del lugar que una vez pensé que podría ser donde pasar el resto de mi vida.
Siempre con el petate a cuestas, cada vez más pesado por el desgaste de energía y el aumento de los recuerdos. Con un incondicional, transparente y honesto compañero de viaje a cuatro patas, con su mirada incondicional cargada de significado, cariño y expresividad. Fiel e insustituible y, lo que es más admirable aún, permisivo a la posibilidad de incluir otro acompañante que ande sobre dos patas y sea al menos la mitad de incondicional de lo que lo es él, que tampoco tenga inconvenientes en el nomadismo de rumbo incierto y al que yo también estaría dispuesto a seguir si el sacrificio compensa y es equitativo.
Sí, ahora pongo requisitos para elegir pareja porque ahora, por fin, siento que yo también lo valgo.

-No te puedes salir del tiesto. No estás vendiendo aspiradoras. Aunque no lo creas, tus palabras tienen un peso contractual. No puedes soltar las cosas tan alegremente. Ajústate al argumentario y no inventes, que tienes mucha imaginación tú.
Otra vez la he cagado, ahora que creía por fin haberle cogido el tranquillo a la mierda esta del telemárketing.
-Yo te aviso con toda mi buena intención, y te lo digo porque sé de lo que hablo y me he pasado años donde tú, haciendo llamadas.
Qué horror. ¡Años!
-Ya, jefa, y de verdad te lo agradezco. De verdad que no es una cuestión de desinterés. Necesito este trabajo.
-Ya lo sé. ¿Crees que a mí me gusta estar aquí?
De nuevo creyéndome el centro del universo. Aquí tod@s tienen sus estudios como yo, sus ilusiones, sus proyectos. Y sus ataduras, aquellas que, como a mí, les encadenan al conformismo y a la resignación de un trabajo que ninguno imaginamos de pequeñ@s cuando en el cole nos preguntaban qué queríamos ser de mayores.
Además, hoy día, con el panorama que tenemos, es casi delictivo no sentirse afortunado por tener un trabajo remunerado, sea el que sea y en las condiciones que sea.
A lo mejor ella, como yo, también se siente una artista, ya sin modestia alguna. Quizá ha echado alguna ojeada a mi puesto de trabajo y ha visto mis dibujos a boli en la libreta.
Mientras el resto de compañer@s se agobian o se ponen eufóric@s por haber conseguido más o menos "positivos" en sus llamadas, yo me refugio en mi cubículo de tres paredes, incrusto mi silla ergonómica en mi mesa-escritorio con ordenador y auriculares y me evado dibujando cualquier cosa que veo o se me pasa por la cabeza.
Si de verdad quisiera ser un artista incomprendido tendría que irme de anacoreta, no vestir a la moda, ni disfrutar como un cochino yéndome de cervecitas y tapeo, no consumiría ni cultura ni nada, no querría ni comodidades ni tecnologías, ni ansiaría viajar para conocer mundo, ni sentiría que merezco "más" de lo que tengo.
En resumen, no sería tan hipócrita.
No estoy menos alienado o alineado que el resto del mundo, sólo soy incapaz de conformarme como la mayoría con la aparente felicidad de tener casa, trabajo y algo de estabilidad, se parezca más o menos a lo que un día soñaron.

No hay una sola forma de vivir la vida. Mis hij@s van a ser l@s de mis hermanas y l@s de mis amigas. Mi proyecto de futuro se irá esclareciendo a base de las experiencias presentes y los palos pasados.
Mi felicidad no será una meta inalcanzable, sino un recorrido completo, con recovecos, ríos que cruzar, oasis en los que descansar temporalmente, pozos que sortear...

¿Alguien me acompaña?


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