miércoles, 26 de noviembre de 2014

Mi primer Haiku. Uno y no más Santo Tomás.

 
 
Qué angustia, qué de pautas a seguir y qué poquitas sílabas a usar.
Con lo que a mí me gusta explayarme en libertad...
Ha costado, ha costado, pero lo he conseguido.
 
La segunda sesión del Taller Literario en FAEM ha conseguido que yo,
don incapaz de sintetizar,
haya compuesto su propio Haiku.
 
Para quien no lo sepa (yo no tenía ni pajolera idea de lo que era),
un HAIKU es un género poético de origen japonés
escritos en tres versos sin rima de 5, 7 y 5 sílabas.
Unas diez palabras, más o menos, para hacernos una idea.
 
Se supone que la idea es concentrar el mayor número de conceptos e ideas
en el menor número de palabras posible
(mi gran reto aún no alcanzado).
 
Los Haikus suelen hacer referencia a la naturaleza,
a la vida cotidiana
y a menudo incluyen un "kigo", o sea,
una palabra o expresión que indique día, estación o período del año
a que se refiere el "mini-poema".
 
Algunos poetas, acompañan el haiku con una pintura muy básica
a acuarela o a rotulador, esbozada, sin demasiada pulcritud.
 
Mi acuarela no la puedo incluir porque no me la he quedado yo,
aunque tampoco era ninguna cosa que mereciera la pena enseñar.
 
Mi haiku, realmente, tampoco,
pero me hacía ilusión compartirlo.
 
Ahí va:
 
 
 
Copos de nieve
cuajan sobre la arena
sin derretirla.

martes, 11 de noviembre de 2014

¡Felices 34, sapito principesco!

 
Ella no sabe que un beso puede cambiarlo todo,
convertir al sapo, si no en un príncipe,
sí en un sapo mejor.
Ella sueña con el príncipe azul
porque soñar es tan propio de princesas
como ser azul es típico de príncipes.
 
Sostiene al sapo con delicadeza en el cuenco de las manos,
como se sostiene un libro con historias de amor dentro.
Está nerviosa y feliz y asustada al mismo tiempo.
 
¿Cómo será su historia de amor?
¿Acaso no son los besos siempre protagonistas
y los príncipes y princesas personajes secundarios?
Está a punto de comprobarlo.
 
Suspira, entrecierra los ojos y se deja llevar.
 
Fragmento del libro Besos que fueron y no fueron,
de Roger Olmos y David Aceituno.

 


 
 
 
Ni somos princesa y príncipe la una en busca del otro, ni al revés. Sabemos cuidarnos solitos. Ni siquiera somos dos príncipes todavía atípicos en los cuentos. En todo caso, dos sapos que ni con besos.
Imperfectos, maniáticos, malhumorados, cansinos y con la sangre -mucha sangre- roja -muy roja-, nada de azul. Pero nos queremos, hoy por hoy la magia entre nosotros existe.
Y como regalo por su cumpleaños no podía sino responder, de alguna manera, a todos los dibujos, pequeñas obras de arte, que me ha estado regalando todos estos meses.
Entre ellos, el primero que me hizo:
 

 
Una tentadora invitación a entrar en su corazón, en su rico mundo interior. Propuesta que he aceptado gustoso y a la que respondo versionándole, como se termina haciendo con todos los grandes artistas:
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

"El beso escrito"
 
A veces le da por las sextinas,
otras escoge los romances o los sonetos,
depende del día.
Cyrano es la resignación personificada:
sabe que un beso no es lo mismo que escribir un beso,
pero de momento es lo que hay.
 
¿Cómo va a enamorarse una mujer tan hermosa
como Roxana de un hombre cuya nariz llega a los sitios
un cuarto de hora antes que él?
 
Cyrano consume litros de tinta, cientos de velas, miles de horas
buscando el beso de Roxana en los poemas.
De momento, ha llegado a una conclusión:
no hay palabras capaces de atrapar la belleza de Roxana,
ni sus labios, ni el movimiento de sus labios cuando besan.
 
Pese a todo, lo sigue intentando;
escribir no es estar con Roxana
pero se parece a estar con alguien.
Cuando termina sella las cartas con cera roja y mucho cuidado.
 
"¿Qué quieres que haga, oh Roxana, amada mía? -se preguntaba Cyrano a veces-,
¿Negar que mi nariz es grande, que mis estornudos más parecen huracanes?
No, gracias.
¿Someterme a una operación de cirugía?
¡No, gracias!
¿Dejar de escribir a la persona que más amo
y pedirle a otra un beso de limosna?
¡NO, GRACIAS!
¡NO, GRACIAS!
¡NO, GRACIAS!".
 
Fragmento del libro Besos que fueron y no fueron,
de Roger Olmos y David Aceituno. 
 

 
 
 

 

martes, 4 de noviembre de 2014

El buen hacer del equipo de "Animarte Cádiz".


Las buenas ideas pueden surgir espontáneamente y una sóla vez en la vida de alguien, como si la musa de la inspiración que muchos seguimos intentando invocar apareciera por arte de magia, tan rápidamente como se esfumara; o bien -que es más frecuente, por el valor añadido de la experiencia (decía Picasso que mejor que la inspiración te llegue trabajando)- en las cabezas pensantes de quienes saben buscar la oportunidad, el momento y el lugar para desarrollar una propuesta quizá no tan genuina como sí perfectamente adaptada (en este caso, a la trimilenaria ciudad de Cádiz).
La compañía Animarte empezó como pionera en Cádiz en la animación turística, cultural y del patrimonio local y ya lleva años cosechando éxitos con iniciativas en las que inmediatamente se reconoce su sello propio, valor seguro de calidad.
 
La cita tuvo lugar a las 21hrs., en la puerta de la tienda Usted está aquí,
sita en la C/José del Toro, 12.
 
Y para muestras, un botón: el pasado viernes 31 de octubre, víspera de Todos los Santos (y de la importada  de "yanquilandia" festividad de Halloween, cada vez más extendida también en España), acudí al pase especial de la visita teatralizada nocturna CádiZombi acompañado por mi madre, espléndida septuagenaria (lo digo abiertamente porque ella, tal y como demostró una vez más durante la visita cuando le preguntaron por su edad, jamás ha tenido la chuminosa coquetería de ocultarla ni -peor- restarle años, seguramente por lo divinamente que los luce) y reticente espectadora. Por el título de la visita se había imaginado una especie de The walking dead y eso a ella no le hace ni mijita de gracia.
 
 
 
Pero todo fuera por sacrificarse una vez más por uno de sus hijos. Para contentarme, aceptó abnegada mi inicial propuesta de plan para viernes noche que, finalmente se convirtió en chantaje. Mamá, ya he comprado las dos entradas y no he encontrado nadie más con quien ir, así que o vienes tú conmigo o perderé una de ellas.
 

En cuanto reconoció a Javi como uno de los artistas (cito literalmente el apelativo que ella usó y que comparto enteramente después de haber comprobado que la RAE lo incluye en la cuarta acepción de su definición para la amplia palabra 'artista') que guiaron en otra ocasión -hace dos años, con motivo del "Cádiz 2012 Capital Iberoamericana de la Cultura"- otra visita teatralizada en una excursión que hizo con la asociación de viudas de médicos en el Vaporcito, las reticencias tornaron en la confianza y certeza -mayor logro que aspira a alcanzar cualquier producto comercializable- de que iba a disfrutar echando un rato agradable, en el que se iba a reír tanto como datos curiosos  iba a aprender o a refrescar sobre la historia de Cádiz.

 
 
Y es que los de Animarte no sólo cumplen con creces las premisas de la Animación Sociocultural (muy complicadas, a veces, de simultanear, dado lo polisémico de la materia: pluralismo, educación no formal, interactuación, dinamización del patrimonio, desarrollo comunitario...); sino que además pueden presumir de alcanzar victoriosos la meta que perseguimos tod@s l@s que queremos dedicarnos a su práctica profesional, en cualquiera de sus múltiples ámbitos y modalidades: enseñar divirtiendo. ¿Hay forma más didáctica de hacerlo?
Puedo haber escuchado o leído montones de veces la historia de los sarcófagos antropomorfos de época fenicia -por poner un ejemplo- actualmente más arramblados que expuestos en el Museo Arqueológico de la ciudad  (mejor no hablar de su horario de apertura ni del estado de sus instalaciones, vergüenzas locales que también se critican a lo largo de la ruta), pero estoy seguro que después de haberla revivido casi en su escenario original en el CádiZombi -en una casa típica gaditana que conserva casi intacta su distribución desde el siglo XVIII- ya no se me volverá a olvidar.



La aportación tecnológica de la app Guideo (especialmente sus contenidos en realidad aumentada que nos permitieron a los asistentes fotografiarnos con el mísmisimo Manuel de Falla o el también gaditano pintor Salvador Viniegra, quienes, entre otros, abandonaron por un rato su descanso eterno para deleitarnos con su virtual, casi real, presencia) supone un gran valor añadido a la ruta.
 
 
 
 
Una de las ideadoras de esta innovadora aplicación para dispositivos móviles (Nadia Cervera que, junto a Luis López gestionan Vaivén GTC) sorprendió y asustó a más de un@ de l@s asistentes caracterizada de una guisa que quienes tenemos la enorme suerte de tenerla como amiga no estamos acostumbrados a ver -por suerte- (mi madre ni la reconoció, creo que hasta tuvo una pérdida de la impresión, aunque no me lo quiso confesar).
Y es que Animarte supo aprovechar muy bien las supersticiones de la tradición nacional y lo terrorífico de la importada con el inugualable humor, ingenioso y sátiro, de la idiosincrasia gaditana para desenterrar parte de los más de tres mil años de historia que esconden los suelos de la ciudad más antigua de Occidente.

 
Repasando diversos pasajes de la Historia de Cádiz (se citan, entre otros, nombres imprescindibles como el de Matán -y su gato-, dos de los primeros pobladores del Gadir fenicio datados en el siglo VI a.C. gracias al hallazgo de sus restos fosilizados,  o el de Ramón Power y Giralt, marino ilustre, vicepresidente de Las Cortes de Cádiz y diputado de Puerto Rico y otros tantos relacionados con la Constitución de 1812 cuyos nombres se recogen en las placas distribuidas por la fachada de uno de los puntos con mayor "concentración zombi" de la ciudad: el Oratorio de San Felipe Neri, donde debatieron los diputados doceañistas para idear y terminar firmando la Carta Magna; pasando también por imprescindibles como el arqueólogo Pelayo Quintero o los marqueses de Recaño, en cuya casa-palacio se incluye la Torre Tavira, actual emblema del turismo en la ciudad con su atracción de la Cámara Oscura), Animarte realiza un completo recorrido con un ameno y coherente hilo argumental que finaliza con quien arranca, con una sorprendente propuesta de colofón a su inconclusa y obsesiva obra Atlántida y una interesantísima reflexión, como guinda del pastel, a la que aún le estoy dando vueltas.
 
 
Como superviviente a la cacería zombi de aquella noche por las calles de Cádiz, tomé conciencia de que, como lugareño, no me puedo quedar de brazos cruzados ante la actual y preocupante situación de que "Cádiz está muerto". No podemos perder el título de ciudad más antigua de Occidente, habiendo sobrevivido anteriormente a otras situaciones límite (epidemias, fiebre amarilla, maremotos...) pensando -como pensaba- que Cádiz es un caso sin arreglo, un desaprovechado potencial o un agujero sin futuro del que hay que escapar para ganarse la vida.
Quizá sí queda alguna posibilidad en esta ciudad. No podemos esperar que ningún arcángel San Miguel nos libre de la cabeza de ningún demonio, no podemos protegernos en el paternalismo de un poder que ha demostrado su total ineptitud para según qué cosas.
Cádiz no es "la ciudad que funciona", es la ciudad que entre tod@s l@s gaditan@s y personas interesadas en su desarrollo tenemos que hacer que funcione, convertir en sostenible su enorme patrimonio con iniciativas como las que proponen Animarte o Vaivén GTC.
Totalmente recomendable esta experiencia para tod@ aquel que además de pasar una divertidísima jornada quiera aprender curiosidades sobre Cádiz, o simplemente redescubrirla, verla desde un nuevo prisma, que critica constructivamente para concienciar contra indiferencias y abatimientos.
Ojalá salgan adelante muchas más iniciativas como ésta.
 
 
 
Más info:
 

 
 
 
 
 
 
 

domingo, 2 de noviembre de 2014

"Sin vivir en mí"

Ilustración de Alejandro de Reyes (@donColor)

SIN VIVIR EN MÍ. 

¿Qué es al fin y al cabo la locura? ¿no es la depresión el estado superlativo de la tristeza? ¿y la bipolaridad el desajuste de los “dos polos” que todos/as tenemos? O la esquizofrenia… ¿no sería un miedo extremo, desbordado? ¿No es cualquier desequilibrio mental (salvando matices) una obsesión “sacada de quicio”? 
La locura –o la valentía– de Santa Teresa de Jesús fue hablar abiertamente, sin tapujos, de emociones físicas, carnales. Hablar y escribir de amor. 
Aun divino, pero amor igualmente.  
Una osadía, una transgresión en un mundo eclesiástico que lo coartaba bajo misticismos sólo comprensibles, en realidad, desde lo sensorial de la emoción carnal. En una dictadura gobernada por hombres que relegaba a las mujeres como serviles femme fatale que, por cautela, mejor estaban escondidas bajo infranqueables hábitos de castidad, encerradas en enajenadores muros de convento; sometidas a un aislamiento social y cultural. 
El cerebro, la mente –potencia intelectual del alma, según la primera acepción de la RAE –, es parte intrínseca del cuerpo, consecuencia directa de lo que de él se deriva.  
Igual que el desamor, cuando desemboca en trastorno, puede conducir a comportamientos autodestructivos; el exceso de amor podría desembocar, quizá, en paranoia u obsesión. 
Es innegable que Santa Teresa fue una mujer profundamente religiosa. La duda surge cuando se plantea si esa extrema religiosidad pudo acabar volviéndola loca. Loca de amor por su Dios. 
La revolución de su devoción fue invadir el espacio sacro por la pasión y hasta por cierto erotismo. En sus propias palabras, lo narra así: veíale en las manos un dardo de oro largo y, al fin del hierro, me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor que no hay que desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo. 
Hay quien ha diagnosticado ese “sexo del espíritu”, ese “temblor recio” que le hacía trascender en éxtasis místico, como un mero trastorno mental.  
La Psicohistoria analiza psicológicamente al personaje a través de sus escritos legados. Basándose, pues, en sus detalladas descripciones (cuando salí de casa de mi padre no creo será más el sentimiento cuando me muera, porque me parece cada hueso se me apartaba por sí), se ha hablado desde “epilepsia extática o de Dostoievski” –por el escritor ruso que también la padeció– hasta síntomas histéricos o de profunda depresión. 
Francisco Alonso-Fernández, psiquiatra y catedrático, Doctor Honoris Causa por cuatro universidades, presentó en agosto del año pasado su libro Historia personal de Santa Teresa de Jesús, donde profundiza sobre los posibles trastornos mentales de la monja. 
Rescatando alguno de sus datos biográficos, parece ser que Santa Teresa vivió un tórrido romance con un primo suyo a los catorce años. Relación prohibida y zanjada inmediatamente por su padre, judío converso al cristianismo, vigilado muy de cerca por la Inquisición.  
También por la influencia de su madre, dama de la alta sociedad cristiana, ingresa en un convento generando desde el principio, según el especialista, miedos al infierno y sentimientos de culpa por permitirse sentir que van gestando en abatimiento, soledad, trastornos de alimentación y sueño. A partir de los cuarenta años de edad, empiezan los éxtasis místicos, cuya traducción psiquiátrica serían alucinaciones y paranoias fruto, probablemente, de su aislamiento social y personal. 
Que sufriera ataques epilépticos, cayera en depresión o tuviera alucinaciones, en mi opinión, no es tan relevante como la modernidad de su actitud y de su obra 
De ella se ha llegado a decir que fue una abanderada del feminismo porque era “dueña de su cuerpo”. En vez de mesura y corrección, como de toda mujer de la época se esperaba, se salió de la norma y experimentó. Sintió. Y lo, que fue aún más escandaloso, lo contó. 
Cuando había que callar, ella habló de sensualidad y gozo, sentimientos vetados en los conventos. Los vivió en carnes propias y los compartió en sus escritos, pura literatura romántica. 
Sin pretensiones sacrílegas, diría que encarnó a la deidad, equiparó el amor a Dios con el amor de pareja en una monogamia extrema, una desmesurada entrega que quizá la trastornó y la hizo abandonarse, para dejar de vivir en sí misma (Ya toda me entregué y di, y de tal suerte he trocado, que mi Amado es para mí y yo soy de mi Amado. Cuando el dulce cazador me tiró y dejó herida, en los brazos del amor, mi alma quedó rendida) 
Mientras que los escritores románticos convertían a su amor en un dios, ella invirtió las tornas y convirtió a Dios en su amor. 
Si a esta inalcanzable y por tanto tormentosa relación sumamos una castradora –en todos los sentidos de la palabra– Inquisición, un inmisericorde juicio social y un dogma religioso castigador, no parece descabellado hablar de cierto trastorno. De locura. De estigma. Incomprensión social que nos hace aislarnos en nosotros mismos, antes en muros de conventos y monasterios, ahora en los de nuestras propias casas, produciendo incomunicación y analfabetismo emocional. El miedo al infierno es, a fin de cuentas, el miedo a la muerte. Si además asola perennemente la idea de un Juicio Final, éste se convierte en terror. Y si tergiversamos el amor –a Dios o a un congénere humano– en dependencia emocional (vuestra soy, para Vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?), el cóctel explota. Que sea en éxtasis místico o en brote psicótico es lo de menos. 
La figura y los escritos de Santa Teresa siguen despertando gran curiosidad y se complementan con obras de arte de un virtuosismo inigualable como la de Bernini, que logra plasmar en el frío mármol la cálida expresión de algo que no se puede llegar a entender si no es a través de los sentidos. Un gesto tan de placer que, para algunos, podría responder más a fenómenos orgásmicos velados que a verdaderos encuentros espirituales, no resta interés al contrario, suma– al pasaje de la transverberación. 
Santa Teresa, su enorme entrega malentendida como locura o al revés–, sus inquietantes textos, sus desconcertantes desvanecimientos, toda ella, no dejan indiferente y, a día de hoy, siguen sirviendo como fuente de inspiración para artistas emergentes como @doncolor, versionándose en nuevos estilos que usan de soporte las redes sociales como instagram.


Artículo publicado en el número 15 de la revista SEMOS.