Ella no sabe que un beso puede cambiarlo todo,
convertir al sapo, si no en un príncipe,
sí en un sapo mejor.
Ella sueña con el príncipe azul
porque soñar es tan propio de princesas
como ser azul es típico de príncipes.
Sostiene al sapo con delicadeza en el cuenco de las manos,
como se sostiene un libro con historias de amor dentro.
Está nerviosa y feliz y asustada al mismo tiempo.
¿Cómo será su historia de amor?
¿Acaso no son los besos siempre protagonistas
y los príncipes y princesas personajes secundarios?
Está a punto de comprobarlo.
Suspira, entrecierra los ojos y se deja llevar.
Fragmento del libro Besos que fueron y no fueron,
de Roger Olmos y David Aceituno.
Ni somos princesa y príncipe la una en busca del otro, ni al revés. Sabemos cuidarnos solitos. Ni siquiera somos dos príncipes todavía atípicos en los cuentos. En todo caso, dos sapos que ni con besos.
Imperfectos, maniáticos, malhumorados, cansinos y con la sangre -mucha sangre- roja -muy roja-, nada de azul. Pero nos queremos, hoy por hoy la magia entre nosotros existe.
Y como regalo por su cumpleaños no podía sino responder, de alguna manera, a todos los dibujos, pequeñas obras de arte, que me ha estado regalando todos estos meses.
Entre ellos, el primero que me hizo:
Una tentadora invitación a entrar en su corazón, en su rico mundo interior. Propuesta que he aceptado gustoso y a la que respondo versionándole, como se termina haciendo con todos los grandes artistas:
"El beso escrito"
A veces le da por las sextinas,
otras escoge los romances o los sonetos,
depende del día.
Cyrano es la resignación personificada:
sabe que un beso no es lo mismo que escribir un beso,
pero de momento es lo que hay.
¿Cómo va a enamorarse una mujer tan hermosa
como Roxana de un hombre cuya nariz llega a los sitios
un cuarto de hora antes que él?
Cyrano consume litros de tinta, cientos de velas, miles de horas
buscando el beso de Roxana en los poemas.
De momento, ha llegado a una conclusión:
no hay palabras capaces de atrapar la belleza de Roxana,
ni sus labios, ni el movimiento de sus labios cuando besan.
Pese a todo, lo sigue intentando;
escribir no es estar con Roxana
pero se parece a estar con alguien.
Cuando termina sella las cartas con cera roja y mucho cuidado.
"¿Qué quieres que haga, oh Roxana, amada mía? -se preguntaba Cyrano a veces-,
¿Negar que mi nariz es grande, que mis estornudos más parecen huracanes?
No, gracias.
¿Someterme a una operación de cirugía?
¡No, gracias!
¿Dejar de escribir a la persona que más amo
y pedirle a otra un beso de limosna?
¡NO, GRACIAS!
¡NO, GRACIAS!
¡NO, GRACIAS!".
Fragmento del libro Besos que fueron y no fueron,
de Roger Olmos y David Aceituno.