martes, 19 de mayo de 2015

Regreso al pasado: Sevilla, la ciudad inacabable vista desde un nuevo prisma y en una compañía inmejorable.

Uno empieza a entender las grandezas de sus tesoros y las lecciones vitales cuando deja de medirlas en cantidades monetarias, usando el baremo de éxito o fracaso, y se da cuenta de que la felicidad se compone de momentos puntuales, fines de semana inolvidables y sencillos como el pasado.
 
Cádiz, llegada, infancia y adolescencia atormentada.
Sevilla, refugio, juventud e ingenuidad. Y ahora puede que plan de futuro.
Córdoba, madurez y serenidad.
Ciudad Real, meta y abismo.
Barcelona, espejismo. Disfraz de utopía. Batacazo.
Cádiz, retorno, respaldo y seguridad. Fantasmas y rabo entre las piernas.

Las ciudades no tienen la culpa de las cagadas personales o la clave de la felicidad por sí mismas. Ni el pasado siempre es el tiempo mejor.
En todas ellas he vivido -y estoy viviendo- buenos y malos momentos.

Lo cierto es que el vínculo que me une a Sevilla se forja con más fuerza. Es donde más nuevas etapas he empezado, y donde ahora me gustaría continuar la actual.

Los buenos recuerdos se me agolpan en cada una de sus calles, pero todavía sigue habiendo rincones por descubrir. Su huella continua siendo una interminable historia de civilizaciones y culturas que hacen de ella enclave inigualable.

Sin haber empezado sus infernales meses de insufrible verano, mayo es mes espléndido para pasear por sus calles. Su aire cada vez más cosmopolita invita a no dejar de hacer turismo porque nunca vas a saberlo todo sobre ella.

Y en términos tecnológicos y sensoriales, viajar a su pasado termina siendo una experiencia verdaderamente enriquecedora (amén de sorprendentemente posible). Más allá de corrosivas anclas mentales, ver el ayer desde el hoy nos da nuevas perspectivas de un mañana que necesitamos más que nunca desear con nuevas posibilidades.

Past View se jacta de permitirte viajar en el tiempo. Vacila de gafas tridimensionales y de realidad aumentada, presentándose al público como vehículo hacia llaves de la historia local. Esos datos anecdóticos, pedantes o cruciales que a todos, en mayor o menor medida, nos gusta saber porque datan de germen urbanístico, explicaciones folclóricas, identidad cultural que, en un momento u otro, siempre merecen tenerse en cuenta aunque solo sea para hacerse el cultureta con los colegas.

encarnacion
 
Una vez más, conseguí que Don Color depositara su confianza en mí. Esta vez no tan a ciegas porque le dejé ir viendo y hasta le dije el lugar donde empezaba nuestra aventura. En el Metropol Parasol, más conocido como "Las setas", un derroche de modernidad que mientras algunos recorren horrorizados tachándolo de aberración -creo que cada vez menos- otros paseamos gustosos por su entorno cada vez que podemos, sorprendidos por el cambio de ruinoso solar a corazón neurálgico, trampantojo de ágora público, que ha sufrido en cuestión de unos años.
 
Ya se iba imaginando la índole de esta nueva sorpresa, pero volví a superar listones (incluidos los de mis reticencias previas).
 
Una versión mejorada -joven, fornido y de muy buen ver; igualmente cualificado, eso sí- del Doc del siglo pasado, el maestro de ceremonias Víctor, atento y muy amable en todo momento, nos recibió en un estratégico lugar. Punto de partida nada casual, igual que el resto de recorrido de la ruta, cuidadosamente hilvanado y con gran rigor histórico: el recientemente descubierto y abierto al público Antiquarium.
 

Menos sofisticadas y mucho más rudimentarias, no obstante,
las gafas del científico loco ya se iban asemejando algo
a las de Past View.
 
De nuevo, pasado y presente se dan la mano con armonía y coherencia. Respeto patrimonial no riñe con difusión turística ni con posibilidades de crecimiento económico, muy al contrario, se complementan y enriquecen mutuamente.

A pesar de los problemas constructivos y de las críticas que ha recibido,
el Antiquarium de Sevilla es todo un ejemplo de buena museografía y
acertados criterios museológicos.
 
Hubiera sido genial que la ruta incluyera también la visita al yacimiento pero, bueno, así queda pendiente para otra excursioncilla. Desde fuera, y viendo a través de una de sus cristaleras, después de haber sido ataviados con el visionario artilugio colgado al cuello, nerviosos como niños chicos en una noche de reyes, la tripulación fue invitada a disfrutar de la primera de las recreaciones tridimensionales de la visita, previa contextualización histórica y hasta geológica.

A uno que le gusta más una chuminada que a un tonto un lápiz,
disfrutó como un enano desde el minuto uno.
 
Remontándonos a nuestros predecesores romanos entramos virtual, y casi realmente si se le ponía una pizca de imaginación y nos dejábamos llevar por la envolvente música que salía de los auriculares individuales, en una casa de la época, contemplando a la perfección hasta los más mínimos detalles decorativos, en una panorámica de 360 grados tan verosímil que estoy seguro de que más de uno adelantamos un pie queriéndonos adentrar en ella o agitamos tímidamente la mano intentando tocar algo del mobiliario (no lo sé porque estaba inmerso en mi burbuja de las gafas, pero me lo imagino).

La fascinación de Don Color fue tal que me reconoció sus dudas
ante la posibilidad de superar mi sorpresa, lo cual me causó
la más profunda de las felicidades.
 
Con este recibimiento, las expectativas aumentan y los ojos pegados por madrugar en domingo terminan de abrirse del todo.
Continuamos hasta la Iglesia del Salvador que no por típica deja de ofrecernos datos y rincones insólitos (mea culpa, sí, no lo conocía) como el Patio de las Abluciones, otro evidente vestigio, en sustrato inferior de columnas corintias semienterradas, curiosísimo y cargado de encanto y contenido.
 
 
plaza del salvador
 
Patio de Abluciones
 
 
Nos detuvimos luego en el trinomio administrativo de la época compuesto por la Real Audiencia, la Cárcel Real y el Consistorio. Una de las partes que más me gustó porque, a pesar de haber oído o leído alguna vez algo al respecto, nunca lo había vivenciado in situ. Bajo la escultura dedicada a Cervantes, en la calle Entre Cárceles, Víctor nos introdujo a lo que después nos mostraron las gafas mágicas del tiempo, narrado además por tan cercano personaje al universal escritor como su escribano personal. No solo pudimos imaginar el revuelo social que provocó su encarcelamiento, sino que lo vimos en primera fila.
 
 plaza San Francisco
 
La escena recreada a través de las gafas, históricamente documentada, se encarna con un plantel de actores y actrices andaluces -como el resto del equipo de profesionales que ha hecho real el proyecto de Past View, según nos contó Víctor al final de la visita-, vestidos de época e invitándonos a tomar parte del pasaje narrado.
La única pega: que la mayoría de contenidos en realidad aumentada se veían a la inversa, es decir, que la realidad virtual no se superponía sobre la "realidad real" sino sobre su parte posterior, por así decirlo.
Una cuestión técnica que parecen estar intentando solventar, tal y como se nos comunicó desde el inicio de la ruta, y que tampoco restaba demasiado efectismo a la experiencia ya que para ver algo del estado actual de los edificios había que asomar los ojos por encima de las gafas, rompiendo así la magia del momento.
Lo que ocurre con las nuevas tecnologías es que, dada la tendencia a creer que ya todo es posible, ponemos el baremo de exigencia arriba del todo y cualquier mínimo fallo puede ser calificado de imperdonable.
Nunca volverá a pasarme inadvertido este busto de Cervantes.
La próxima vez que pase a su lado se me escapará una media sonrisa cómplice,
pensando que sus pícaros Rinconete y Cortadillo albergaban
algo de autobiográfico y que las primeras páginas de su Quijote pudieron escribirse en su encierro sevillano.
 
Toda buena ruta por Sevilla que se precie ha de detenerse en el que, quizá, sea su emblema urbanístico, pudiendo presumir de ocupar el tercer lugar en el podio internacional de edificaciones más grandes construidas y aun en pie: la catedral. Concretamente, en uno de sus accesos más peculiares iconográficamente hablando: la Puerta del Perdón.
 
puerta del perdon
 
Un nuevo salto en el tiempo nos sitúa en la época donde, siendo Isbilyya, se convirtió en capital del Imperio almohade. Y para hacer justicia a semejante honor, allá por marzo de 1198 (año 594 en el calendario musulmán), su califa concluye la construcción del gran alminar de la mezquita principal, hoy día otro icono de la ciudad: la Giralda.
Inmiscuidos como unos más entre servidumbre, comerciantes que aprovechan la coyuntura del trasiego de gentes para hacer negocios y guardia real, vigilante del orden público, desde una alcazaba, un lugareño nos cuenta cómo vivieron tan importante momento sus habitantes.
 
plaza San Francisco
 
Los Reales Alcázares, residencia de dirigentes musulmanes y cristianos desde el medievo hasta nuestros días, datan de la suntuosidad que desde su origen tuvieron sus estancias y patios, añadiéndose ampliaciones a lo largo de los años.
Y en un momento de transición entre video y video, Don Color me corroboró lo que efectivamente yo ya imaginaba: que estábamos siendo, flipando con nuestras gafas, la comidilla del resto de viandantes. Pobres mortales con su obsoleta visión de simples ojos humanos nos miraban curiosos -y diría que hasta envidiosos-, guiris con chanclas y calcetines blancos perdían su atención en el paraguas que dirigía a su grupo para fijarse en el nuestro y preguntarse "¿qué hacen esos? ¡yo quiero!".
 
Real Alcazar

 
 

 Don Color no podía dejar de retratar con su arte el inolvidable momento
que vivimos el domingo pasado gracias a la experiencia Past View.
 
 
Y así, desatando celos, continuamos hasta el Archivo General de Indias, comprendiendo perfectamente su originaria función financiera de Casa Lonja y porqué hoy día es cita obligatoria para todo el que quiera acercarse al estudio de la presencia española en las Américas y de su influencia mutua.
También hubiera sido perfecto entrar en el edificio, pero entiendo que de esa forma la visita se hubiera hecho algo tediosa y demasiado larga. Otro punto que ver para otra ocasión.
 
archivo indias
 
Continuamos el paseo por el Arenal, deteniéndonos momentáneamente en la Puerta del Postigo y en Las Reales Atarazanas para desembocar en la Resolana del río. Concluimos, con todo el dolor de nuestro corazón (la prueba irrefutable de cuando se disfruta algo es que siempre se hace corto), a orillas del Guadalquivir, conociendo a un interesante personaje, aprendiz del taller de Murillo, que nos contó entresijos y detalles desconocidos de la actividad comercio-portuaria del Puerto de Indias, lugar de encuentro no solo de compradores y vendedores de las mercancías llegadas de ultramar, sino también de buscavidas, mendigos y "mujeres de la calle", que hizo de Sevilla uno de los puntos más estratégicos del comercio marítimo mundial.

 
 
torre oro
 
En resumen, una nueva, amena y didáctica forma de conocer, ver y vivenciar la historia de Sevilla; de entender parte de su presente descubriendo parte de su pasado, paseando por algunos de sus lugares más emblemáticos.
Recomendabilísima experiencia para sorprender y regalar, especialmente a los más fetichistas de los sentidos.
Una virguería de la tecnología que despierta las ganas de más. De más Sevilla, de más historia, de más cultura.

 
Tanto fue así que después del viaje al pasado de la capital hispalense, Don Color y yo nos fuimos a ver otro lugar que recoge también gran parte de la idiosincrasia local: la tradición alfarera del barrio de Triana encuadrada en una propuesta arquitectónica tan estética como funcional como es el Centro de Cerámica de Triana. Pero eso ya dará para otro post.
Que por hoy ya está bien.
 








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