Hoy me viene a la cabeza el de su última creación: "Los amantes pasajeros". Título que lo mismo podría ser de un tremendo dramón que de una ácida comedia como en realidad es. El amor siempre es pasajero. ¿El amor es pasajero? ¿Deja de ser amor cuando pasa del nomadismo al sedentarismo?
Otra peli que se me pasa por la mente, españolada claro, es "¿Por qué lo llaman Amor cuando quieren decir Sexo?".
Hemos mitificado el amor, confundiéndolo con una química pasajera, un erizamiento cutáneo, un hinchamiento del pene cuando rozas a la persona con la que sabes que vas a terminar follando. Lo demás es compromiso, fidelidad, entrega, decisión vital, elección; pero quizá no amor. O quizá yo confundo el Sexo con el Amor.
No sé, en todo caso, estoy siendo capaz de pasar del tema. Disfrutar de lo efímero del cosquilleo. De lo pasajero de las mariposas que vienen, revolotean dentro de ti un tiempo y luego se piran. Las mariposas fugaces y caprichosas que emigraron de las tripas del que fue el "Gran amor de mi vida" y que pensé se fueron del mío para siempre.
Este fin de semana han vuelto, pero no se han quedado, ni lo van a hacer. Las alas están para volar de un sitio a otro. El Amor es pasajero por definición.
Gracias por ponerme alas de nuevo por dos días.
LOS AMANTES PASAJEROS.
No, Pedro, no me podías defraudar. Tú no. Creo que necesito verla otra vez. Todo prometía: el regreso a la comedia más pura veinticinco años después de Mujeres…, personajes excéntricos en situación in extremis, diálogos superfluos (no banales) y divertidos, reparto excepcional para una historia coral y alocada a bordo de un avión (Banderas y Cruz en una “estelar aparición” que, a mí, con perdón, me parece una cagada metida con calzador; lo siento, chicas y gays del mundo, ni Hugo Silva ni Miguel Ángel Silvestre enseñan ni un triste pezoncillo en toda la peli; grandioso debut como nueva “chica Almodóvar” de Lola Dueñas en el papel de la médium Bruna, que presagia un desolador desenlace para el vuelo con-tactando con los paquetes de los pilotos –“En este viaje va a ocurrir algo muy gordo que nos afectará a todos”–; maravillosa la veterana Roth, pletórica como la enigmática Norma Boss; parejas en luna de miel, financieros a la fuga, actores en declive, un asesino a sueldo…). Todos ellos presentados por una monstruosa tripulación, cual Cerbero, perro infernal de tres cabezas: fantásticos y compenetradísimos (sin segundas) Javier Cámara, Carlos Areces y Raúl Arévalo que se reparten amaneramientos y comicidades a partes iguales.
El propio director, en una entrevista, afirma que no se ha privado de casi nada. A estas alturas, puede hacer lo que quiera, nadie duda ya de su talento. Dice querer responder a esa deuda que tenía con ese público que le reclamaba la vuelta al género más puro que revolucionó en los ochenta.
Reconoce haber escrito más de la mitad de su guión de una manera febril, y que lo que más le costó fue rematarlo; pero que, en todo caso, su intención no es trascender a lo grande con esta película. Regresa a la comedia justamente cuando el país está para pocas risas, o lo hace intencionadamente, quizá, como terapia (también dice que, en lo personal, el cuerpo le pedía retomar el género).
Y aunque los dorados ochenta de Pepi, Luci… y de Mujeres… quedan tres décadas atrás; sí que nos rescata en Los amantes pasajeros parte del aroma de esa feliz inconsciencia. Solo parte, en pequeños –y escasos, con todo el dolor de mi corazón y la decepción de mis enormes expectativas– grandes momentos de la película. Genial el personaje de “Fajas” (Carlos Areces) cuando le responde que él también cree mucho en el culo ante la confesión de “el novio” (Miguel Ángel Silvestre) de que, siendo mula, para pasar fronteras lo más seguro es el culo; o cuando, desmontando su altar plegable, le dice a Ulloa (Raúl Arévalo) que, entre otras cosas, reza para que deje las drogas, el alcohol y los cuartos oscuros.
Cine subversivo y transgresor, dos de los calificativos con que más se ha calificado la trayectoria de nuestro manchego más universal –después de El Quijote–; pero con los que él, en cambio, no está del todo de acuerdo. Prefiere hablar de películas “candorosas y naïf”, porque dice no subrayar las desviaciones, lo amoral ni las perversiones de sus personajes. Solo presentarlos sin juzgarlos (asegura que la comedia sí que exige ciertos reflejos de la realidad). Por eso, sus personajes no son modelos ejemplares pero sí estereotipos del mundo en el que vivimos. La comedia de Almodóvar se sigue sustentando en la palabra y la falta de pudor de sus protagonistas.
Sin pretender ser nostálgico, sí que declara querer recuperar con esta última película aquella “libertad maravillosa, aquella explosión que ahora se ha oscurecido”. Como ejercicio colectivo de risoterapia y como necesidad personal de retomar el humor como elemento principal. Véanla si aún no lo han hecho, ríanse sin más, pero no esperen mucho. Yo voy a volver a verla en cuanto pueda.
Como aperitivo, les recomiendo busquen (y bailen) en youtube la flashmob con que se presenta la película.
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