miércoles, 22 de enero de 2014

Generación perdida... Más perdida que el barco del arroz...

A mí que no me vengan hablando de las facilidades y ventajas que se tienen por ser "joven adulto" que ya no me las creo. 
Primero porque según para qué cosas, a mi edad, lo sigues siendo o no ("joven") y, segundo, porque es una edad bien complicada esta de los treinta "y pocos" (ya no tan pocos, más "adulto" que "joven")...
¿Sigo arriesgando con la más que probable metedura de pata o empiezo a intentar asentarme para "labrarme un futuro" que ya empieza a ser más "presente" y que, por otro lado, nadie me asegura que tendré?
¿Qué hago?
¿Apostar por algo que me gusta "a fondo perdido" o cubrirme las espaldas con un plan b y tirar por lo práctico, asegurándome un sueldo a fin de mes, vendido al caro precio de mi tiempo?
Tic tac...


Por vueltas no habrá sido desde luego: trabajos basura a media jornada mientras estudiaba, prácticas laborales, dos años de becario en la Universidad compaginados con más contratos basura de media jornada para poder mantener a la que por entonces consideraba "mi familia"; hasta dos años de funcionario (hito que marca la distinción entre el Javi de antes y el de ahora, no sé muy bien cuál es la diferencia pero haberlas haylas), seis meses de hibernación mental y física y seis de parado mantenido por el Estado y ejerciendo de "voluntario" en proyectos en los que de verdad creía y disfrutaba, desarrollando destrezas artísticas que había abandonado hacía años y que, de repente, se convirtieron en mi salvavidas, más necesarias casi que respirar.
Pero las vacas flacas llegan de nuevo y los años no perdonan y, por un lado, quiero ese pisito de alquiler (hipoteca ni muerto), pequeño, cuqui, acogedor, esa relación de pareja estable (el matrimonio y los hijos ya se me van quedando grandes), ese proyecto de futuro en común, mi propio espacio.
No estoy nada mal con mi madre, respeta mi intimidad y medio he personalizado la sexta parte de metros cuadrados de casa que me corresponden, pero no es igual.
Ella cocina apenas sin sal, a mí me encanta experimentar con todo tipo de especias. En la cocina y fuera de ella.
Yo tiendo las camisetas de los sobacos. Ella de los hombros. Y a mí siempre se me va la pinza.
Ella lleva horarios de esos en los que "Dios ayuda" y yo, cuando paso dos días de estilo de vida "bohemio", pienso que es un rollo estar en la cama a las once de la noche y que sí, que levantándose a las siete la mañana -intempestivo e inhumano madrugón para algunos- cunde mucho más. Pero no es lo mismo. La noche tiene una magia que no tiene el día.
Y así con todo.
Mi madre y su refugio me dan seguridad y calidez de hogar y familia; pero es una vida tremendamente aburrida. Mientras que de trotamundos termino agotado y con cierta añoranza del plato de comida casera asegurado en la mesa pero, en el fondo, me siento mucho más yo. Más libre. Siento que vivo más.
Pero el acojone llega y el reloj de pasarse el arroz gira sus manecillas cada vez más rápido y ruidosamente, tanto que ensordece y llega a paralizar.
Treinta y tres años que en unos meses serán treinta y cuatro. Tic tac... Y así hasta que, cuando te descuides y menos te lo esperes, estarás poniendo la vela del cuatro delante en una tarta de cumpleaños que puede ser o motivo de celebración o el peor de los espejos donde ver reflejado la peor de tus caras. La de la inquietante sensación de tiempo perdido o, peor, mal invertido.
Adolescente atormentado (te copio la expresión, amiga); eterno infeliz (también) por inconformista e inseguridad patológica siempre derivada en la impresión de estar metiendo patazo tras patazo.
De eso se trata vivir, creen algunos, de caerse y levantarse tantas veces como sea necesario. Y de soplar las velas de cumpleaños sin darle demasiadas vueltas.
Apagar llamas y consumir cera.
Hincharse a grasas saturadas y al día siguiente sentirse mal y decidir empezar una estricta dieta.
Tic tac... El tiempo pasa... ¿Cuánto? Nadie lo sabe. Pero pasa...
Tic tac...


(Imagen cortesía de http://instagram.com/p/jZv5UQIYpS/ ) 


lunes, 20 de enero de 2014

Pasión en estado puro. Passión flamenca.



Uno entiende muy poco de flamenco pero algo de arte.

A poco que empieza a documentarse mínimamente, la curiosidad crece por conocer "más" de un mundo tan "cerrado" -prejuicio fruto de la ignorancia y los estereotipos-.

Pero cuando uno asiste a un espectáculo tan coral y completo como el que tuvo lugar el pasado sábado 18 de enero en la Sala Central Lechera de Cádiz sale de allí asombrado, estremecido, con todos los sentidos encendidos; como pasa ante el disfrute de todo "buen" -sentido, pasional, parido desde las entrañas- arte.

Passión Flamenca sale de dentro, de la ilusión, el trabajo, la vocación, el sentir no sólo de un arte, de toda una filosofía de vivir y entender la vida, mamada desde la más tierna infancia. De un grupo de compañer@s, amig@s y, sobre todo, artistas que se complementan con sus diversas formaciones y procedencias. "Todos ellos han bebido savia de distintas raíces pero confluyentes en el mismo árbol". Embarcados en un proyecto que me parece interesantísimo y más que necesario en una ciudad como la nuestra, Cádiz, históricamente cuna del flamenco pero, a efectos de desarrollo cultural, con una contradictoria laguna en cuanto a espacios y actividades dedicadas a tal arte.


Alejandro Mendoza, "Archi", crea y dirige Passión flamenca, gestado cuando hace algo más de un año actuaron cosechando gran éxito en Lagos y Portimao (Portugal). Sin darse mucha cuenta, quizá, se empezaban a convertir en una emergente y talentosa compañía. Joven en edad y madura en tablas, tal y como demostraron con su impecable puesta en escena.

Tradición armonizada con innovación. Complicado binomio, más aún en un arte tan arraigado. Música, baile, color, me atrevería a decir que hasta momentos de performance, más que en el sentido de la provocación en el de la estética efímera.

En resumen, todo un proyecto cultural, inmejorablemente avalado y respaldado profesional y sobre todo humanamente por Nadia Cervera y Luis López (Vaivén GTC) que, en palabras de sus propios participantes en los medios de comunicación que recogieron su presentación, pretende hacer llegar al público lo que los artistas sienten sobre el escenario -la pasión, la pasión flamenca (sobra explicar la homonimia de compañía y espectáculo)- y acercar este arte (erróneamente considerado elitista por ignorantes como el que escribe) a públicos de cualquier nivel cultural, edad y/o procedencia.

Pretensión más que conseguida. Mi más sentida enhorabuena a artistas y organizador@s por el derroche de arte y mi sincero agradecimiento por la magistral, cercana y asequible lección de flamenco que se nos regaló y posterior invitación a cena y cerveza, donde tuvimos oportunidad de codearnos con l@s artistas, ya "humanizad@s" de nuevo -para mí, un escenario es como un Olimpo- en La cava, taberna flamenca donde actúan habitualmente. 
Y mis mejores deseos para ese proyecto multidisciplinar, ambicioso pero factible, para la especialización del sector en Cádiz. Costará como cuesta el auto-emprendizaje pero cosechará la incomparable recompensa de la siembra del esfuerzo y la pasión, no me cabe la menor duda.

Para terminar, algo que me ha gustado mucho de lo que he estado leyendo al respecto, otra de las pretensiones del espectáculo, también alcanzada: la de poner "al mismo nivel" baile, música y cante porque en el flamenco ninguno podría ser sin los otros y la de romper con "el atrás", dándole a cada artista su protagonismo y su lugar en el escenario.
La Sala Central Lechera es pequeña y acogedora, condición que para nada supuso detrimento del efectismo de luces, atrezo ni de la disposición en escena, idóneos todos para ese "dar su lugar" a cada uno de los cinco artistas que conformaban el espectáculo: l@s bailaor@s Jonathan Lande y Beatriz Santiago, Adrián Trujillo a la percusión, el cantaor José Luis Cáceres "el Selu de Cádiz" y la guitarra clásica de Alejandro Mendoza "Archi".

Lo mismo que decir de "las paradas" que establecían los tres bloques que conformaban la globalidad de la representación:
-Los inicios del flamenco (Sevilla, costa de levante, Córdoba), en el siglo XV, con la llegada de los primeros gitanos desterrados que empiezan a hacer suyos cancionero y cultura andalusí.
-Desde una perspectiva más contemporánea (ahí me refería al momento performance), la influencia de las familias gitanas en sus dos artes más "esplendorosos": flamenco y toreo (aún con mis dudas al respecto, un defensor de los derechos animales como yo tiene que reconocer su parte de tradición y cultura, aunque no esté de acuerdo con dicho "espectáculo"), homenajeando la zona de Huelva y Málaga.
-Y el flamenco más actual, con un claro guiño a Cádiz y sus cantes.

Todo un recorrido hilado por diferentes estilos y palos andaluces. Desde la rondeña a las alegrías, pasando por los tangos y fandangos de diferentes estilos.


Jonathan Lande lo dio todo, a entrañas abiertas, torso descubierto y alma desnuda.




La compañía al completo, piezas indisolubles de un perfecto engranaje.



Beatriz Santiago, jovencísima sevillana, maravilló a tod@s l@s presentes con su impresionante presencia escénica. Literalmente, hubo momentos en que se comió el tablao ella sóla.


El "final de fiesta" fue la guinda, haciendo honor a la expresión que lo que bien empieza bien acaba.



Asimilada la capacidad casi sobrehumana de elasticidad del bailaor, uno se quedaba hipnotizado con las sorprendentes contorsiones capaces de alcanzar semejante cuerpecito, pura fibra, puro sentimiento.
El toque moderno de cinco artistas que consiguieron aunar lo añejo de un buen vino con la reinterpretación contemporánea y vanguardista de un chispeante cóctel de urban restaurant.

Para más información:

http://ucaemprende.blogspot.com.es/2014/01/pasion-flamenca-emprendedora-e.html

http://www.diariodecadiz.es/article/ocio/1687927/passion/flamenca/cadiz/con/todas/las/entradas/agotadas.html

http://blogs.grupojoly.com/bahia-emprende/2014/01/15/jovenes-artistas-gaditanos-presentan-en-cadiz-passion-flamenca-un-espectaculo-innovador-con-un-claro-sabor-anejo/




sábado, 18 de enero de 2014

Fracasado o triunfador. Feliz o infeliz. En las nubes, en blanco y negro... ¿o en colores?

Me abandero como defensor de la "causa mujer". Soy de los que piensan que, en este tema, es preferible pecar de exceso que de defecto y hasta hace poco hasta abogaba por discriminatorias medidas como la paridad pero, inevitablemente, al escuchar los escalofriantes testimonios -la realidad supera con creces la ficción- de profesionales de la materia sobre las estafas resultantes de una Ley de Protección Integral contra la Violencia de Género más que excesiva, permisiva y consentidora de la estafa de ciudadanas más que pícaras, carentes de escrúpulos y más que inmorales, ofensivas contra sus iguales; uno no tiene más remedio que cambiar su opinión.

Hace años viví en carnes propias ver a mi madre en comisaría intentando poner una denuncia que no se pudo tramitar porque, literalmente (Icíar Bollaín lo refleja perfectamente en aquella brutal escena de Te doy mis ojos magistralmente encarnada por Laia Marul), "no había sangre" que demostrara el maltrato; o que le dijeran que la culpa era de ella por tenerle en casa y que eso invalidaba posible intervención policial por mucha demanda de separación de por medio que hubiera.

Parece ser que ahora basta con decir que anoche mi marido/novio me llamó puta para que automáticamente se tramite orden de alejamiento y se "proteja" a la directamente considerada víctima, sin sangre, sin pruebas y sin un mínimo examen psicológico.

No me retracto porque repito que creo que es preferible pecar de exceso y si por cada diez mujeres que mienten y se aprovechan de la Ley hay una sola que de verdad requiere de esa protección (jurídica, económica, social y psicológica), para mí, merece la pena; pero por supuesto que "condeno" tales actitudes, no sólo por ser un irrecuperable agujero para la economía española, sumado a otros tantos fraudes de élites de poder y ciudadan@s, sino -lo que considero más grave- porque me parece una inadmisible falta de respeto hacia quien de verdad sufre ese drama para cobrar una ayuda de unos míseros euros.

Quien hace la ley hace la trampa y en nuestro país es práctica nacional corromper leyes y beneficiarse fraudulentamente de los ingresos públicos.

Vamos, que lo llego a saber y hace cosa de un año me denuncio a mí mismo por maltrato psicológico; aunque, en este caso, dicha demanda no hubiera llegado a ningún sitio porque no sería violencia ejercida por el hombre hacia la mujer, sino por el hombre al hombre y encima a sí mismo, lo cual,  creo, aún no está tipificado ni como delito ni como falta. Obvio mi ramalazo pro-derechos LGTB porque entonces no terminaría nunca.

No quiero bromear con un tema tan serio, de verdad, que no se me malinterprete. Lo que quiero decir con esto es que a veces un@ mism@ es quien más daño puede hacerse a sí mism@. 
La magnitud de mi depresión alcanzó límites extremos por dos factores añadidos: no haber empezado a tratarla a tiempo por no querer reconocerla ante el terror de heredar la desequilibrada genética paterna y el autocastigo del que me consideraba merecedor por una mal tomada decisión.

Y esos dos factores aún hoy resurgen de vez en cuando como secuelas, imagino. Ayer, sin ir más lejos, volvió el rumiaje mental de culpabilidad y el atisbo de autocastigo ante el simple comentario de un moco de ocho años que yo me tomé a la tremenda llevándomelo a lo personal y rescatando fantasmas pasados y satánicos Pepitos Grillos.

 -Yo cuando tenga dieciocho le voy a pedir a mi padre que me regale un coche como el suyo.

Mi ataque, en broma, se me volvió en contra:

-Sí, claro, tú a los dieciocho ya tienes que dejar de chupar del cotarro y buscarte la vida.

-Pues tu hermano y tú tenéis más de treinta y seguís viviendo con vuestra madre.

Donde las dan las toman. Eso me pasa por hablar más de la cuenta.

Fracasado, inútil, perdedor y toda la retahíla de insultos hacia la que en momentos como ése siento que es la persona más patética de este mundo: yo mismo.

Ya ni cena familiar, ni tarde de cumpleaños. Alguien tan despreciable sólo debe invertir su injusto y no ganado tiempo libre en buscar trabajo para dejar de ser resquicio social. Me volví para casa de mi madre, mantenido, cabizbajo, dependiente, con urgencia y ansiedad por seguir echando currículums, diseñando el modelo ciento un mil para mandarlo a la empresa dos millones cuatrocientos treinta y dos mil.

¿Artista tú? ¿talento desaprovechado que merece una oportunidad y un respaldo del tiempo que sea necesario para encontrar el trabajo que de verdad mereces? Y una mierda. Que no eres el único y tienes que trabajar como todo currito de a pie. Inútil, caradura, chupasangre de la pobre pensionista de tu madre, que ella sí que se merece un descanso y una paga vitalicia no tú, que no has sido capaz ni de conservar el único trabajo que merecía la pena, cobarde al que la situación le quedó grande.

Suelo exagerar, pero no es el caso ahora... De seguir en esa tónica, volvería a planteamientos extremistas susceptibles de derivar en ideaciones autodestructivas y como uno ya va conociendo sus reacciones y ahora además dispone de una maravillosa droga capaz de evadir todo ese tipo de pensamientos, opté por meterme en la cama previa ingesta de la pastillita del off mental.

Recaí. Lo confieso. Y hoy he amanecido con cierto remordimiento de conciencia pero con el ánimo regenerado y listo para seguir afrontando mi difícil situación actual pero tampoco tan insalvable ni grave como para ser quemado en la hoguera del automaltrato. Y, en todo caso, con la madurez suficiente de no caer en berrinches equiparables a los del niño de ocho años que terminó fastidiándome la velada.

Aunque desde tan temprana edad se nos haga creer que en esta vida o eres un fracasado o eres un triunfador, no es cierto que las cosas sólo sean o blancas o negras. Las tonalidades de la felicidad y de la infelicidad son infinitas y cada uno debe colorearlas como quiera y pueda, dentro de sus baremos y de sus posibilidades.

Yo opto por los colores, fuertes, vivos, chirriantes en ocasiones, de combinaciones difíciles otras; que lo blanco o lo negro es sencillo, fácil y hasta cómodo, pero aburrido, desalentador; estable por supuesto, pero tremendamente previsible.

Sólo tengo que aprender a mesurar. Ni tan arriba ni tan abajo.

Intentaré escribir mi vida siempre en folios de colores y cuando vuelva a las nubes que sean hechas a medida y supervisadas desde la tierra.



(Imágenes cortesía de http://instagram.com/doncolor).

lunes, 13 de enero de 2014

Año Nuevo. Nueva no necesariamente; más (Vida), por favor.

Con eso de que se ducha sólo una vez al mes, el baño de Dante se convierte en todo un ritual para perro y dueño. Es como una limpieza de aura, un resurgir, la descontaminación del equipaje negativo de la anterior etapa y la reiniciación de otra nueva.

Día completito el de hoy. El paro (perdón, pobre ignorante de burocracias administrativas, los dos órganos independientes, SAE y SEPE, quede clarito) sigue con sus colas kilométricas, tras la finalización de los contratillos basura que muchos españolit@s hemos disfrutado estas navidades y tras los cuales nos toca volver a pedir turno para darnos de alta reviviendo aquella desagradable experiencia de volver a engrosar la cifra nacional de parad@s (qué palabra más horrible) e inscribirnos como demandantes de empleo (yo lo cambiaría por "mendigos del sueldo mínimo interprofesional").

La anécdota la ha puesto una gitanilla de a penas medio metro pero con más cara que espalda y más floja que la mórbida mamá gitana que la acompañaba, aunque parecía que la responsable de tan peculiar dúo era la menor, y no al revés. La niña se agenció de dos de las pocas sillas que había en la minúscula sala "habilitada" para esperar a que tu nombre salga en pantalla y se te asigne la mesa donde un/a encantador/a funcionario/a -con sarcasmo, por supuesto- te atenderá lo más deshumanizadamente posible, una para ella y otra para su semidesnuda muñeca churretosa y tuerta. No sólo le traía al fresco que hubiera personas mayores y embarazadas esperando de pie sin poder sentarse porque nadie (ella la primera) les cedía su sitio, sino que además nos iba diciendo uno por uno a los que "nos poníamos en medio", tapándole su ángulo de visión hacia la pantalla de los turnos, que no la dejábamos ver y que nos apartáramos (sobra decir que el "por favor" o el menor indicio de buenos modales se los tragó la tierra).

-Que ese coño es todavía mú chico pá ser ya tan floja, reina mía. Levántate y deja sentarse a otra persona. Y usted, madre, por Dios, un poquito de educación para que esa renacuaja no sea una sinvergüenza -es la frase que me hubiera gustado decirle y que he terminado callándome para evitar conflictos.

Como decía, Dante ya está limpito, su ropa de cama tendida y yo reinstalado de vuelta en casa de mi madre, con mis papeles del SAE y del SEPE actualizados y volviendo a trabajar en lo que más he trabajado en mi vida: buscar trabajo (a lo que ahora añado también dedicaciones artísticas). 

Se cierra una etapa y espero que se inicie otra.

El Año Nuevo siempre es un buen momento para los nuevos proyectos; para agradecer la incondicional y siempre disponible ayuda de esa siempre amiga cobijándome en su techo haciéndome sentir en casa y habiendo hecho posible que estos meses hayan sido tan inolvidables, la aparición de la nueva persona y pedir disculpas a la que he apartado y tanto ha marcado mi 2013. Para ilusionarse con menudencias como preparar los regalos de mi sobrina y de mi madre que cumplen años en breve (más Vida, por favor). Para runrunear nuevos blogs, nuevos escritos, nuevas creaciones... Para volver a creer que las cosas pasan por algo y que lo mejor todavía está por llegar.

Vienen nuevas vidas en camino y las que ya están siguen cumpliendo años.

Pero hoy, sin duda, lo más importante para mí es su ingreso. Le he pedido a mi madre que esta noche le incluya en sus oraciones ya que mi fe es tan escasa, inestable y desconfiada como el Dios en el que creer; pero sé que para ella es importante. Y días como hoy hasta yo necesito creer.

Me quedo con la forma que tienen de llamarse entre sí el nuevo grupo de personas que estoy conociendo: "amigo/a". Qué palabra tan grande.

Que todo vaya bien, A-M-I-G-O.
Muchísima fuerza y muchísimo ánimo.
Te quiero, A-M-I-G-O.




Todo invierno termina en primavera.