Con eso de que se ducha sólo una vez al mes, el baño de Dante se convierte en todo un ritual para perro y dueño. Es como una limpieza de aura, un resurgir, la descontaminación del equipaje negativo de la anterior etapa y la reiniciación de otra nueva.
Día completito el de hoy. El paro (perdón, pobre ignorante de burocracias administrativas, los dos órganos independientes, SAE y SEPE, quede clarito) sigue con sus colas kilométricas, tras la finalización de los contratillos basura que muchos españolit@s hemos disfrutado estas navidades y tras los cuales nos toca volver a pedir turno para darnos de alta reviviendo aquella desagradable experiencia de volver a engrosar la cifra nacional de parad@s (qué palabra más horrible) e inscribirnos como demandantes de empleo (yo lo cambiaría por "mendigos del sueldo mínimo interprofesional").
La anécdota la ha puesto una gitanilla de a penas medio metro pero con más cara que espalda y más floja que la mórbida mamá gitana que la acompañaba, aunque parecía que la responsable de tan peculiar dúo era la menor, y no al revés. La niña se agenció de dos de las pocas sillas que había en la minúscula sala "habilitada" para esperar a que tu nombre salga en pantalla y se te asigne la mesa donde un/a encantador/a funcionario/a -con sarcasmo, por supuesto- te atenderá lo más deshumanizadamente posible, una para ella y otra para su semidesnuda muñeca churretosa y tuerta. No sólo le traía al fresco que hubiera personas mayores y embarazadas esperando de pie sin poder sentarse porque nadie (ella la primera) les cedía su sitio, sino que además nos iba diciendo uno por uno a los que "nos poníamos en medio", tapándole su ángulo de visión hacia la pantalla de los turnos, que no la dejábamos ver y que nos apartáramos (sobra decir que el "por favor" o el menor indicio de buenos modales se los tragó la tierra).
-Que ese coño es todavía mú chico pá ser ya tan floja, reina mía. Levántate y deja sentarse a otra persona. Y usted, madre, por Dios, un poquito de educación para que esa renacuaja no sea una sinvergüenza -es la frase que me hubiera gustado decirle y que he terminado callándome para evitar conflictos.
Como decía, Dante ya está limpito, su ropa de cama tendida y yo reinstalado de vuelta en casa de mi madre, con mis papeles del SAE y del SEPE actualizados y volviendo a trabajar en lo que más he trabajado en mi vida: buscar trabajo (a lo que ahora añado también dedicaciones artísticas).
Se cierra una etapa y espero que se inicie otra.
El Año Nuevo siempre es un buen momento para los nuevos proyectos; para agradecer la incondicional y siempre disponible ayuda de esa siempre amiga cobijándome en su techo haciéndome sentir en casa y habiendo hecho posible que estos meses hayan sido tan inolvidables, la aparición de la nueva persona y pedir disculpas a la que he apartado y tanto ha marcado mi 2013. Para ilusionarse con menudencias como preparar los regalos de mi sobrina y de mi madre que cumplen años en breve (más Vida, por favor). Para runrunear nuevos blogs, nuevos escritos, nuevas creaciones... Para volver a creer que las cosas pasan por algo y que lo mejor todavía está por llegar.
Vienen nuevas vidas en camino y las que ya están siguen cumpliendo años.
Vienen nuevas vidas en camino y las que ya están siguen cumpliendo años.
Pero hoy, sin duda, lo más importante para mí es su ingreso. Le he pedido a mi madre que esta noche le incluya en sus oraciones ya que mi fe es tan escasa, inestable y desconfiada como el Dios en el que creer; pero sé que para ella es importante. Y días como hoy hasta yo necesito creer.
Me quedo con la forma que tienen de llamarse entre sí el nuevo grupo de personas que estoy conociendo: "amigo/a". Qué palabra tan grande.
Que todo vaya bien, A-M-I-G-O.
Muchísima fuerza y muchísimo ánimo.
Te quiero, A-M-I-G-O.
Todo invierno termina en primavera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario