jueves, 26 de septiembre de 2013

Ríos de lágrimas escritos en ríos de tinta.


"Caminante no hay camino, se hace camino al andar"
Antonio Machado.

Y así es. Se deshace, se vuelve a recorrer y se van abriendo otros caminos. Construidos con las ruinas de los pasados, con un horizonte desdibujado, prometedor y desconcertante.
Subconsciente agazapado en esta noche de duermevela que no me ha perdonado caer otra vez en la nostalgia. 
Tres días esquivando su nombre y sus recuerdos. Tarea que iba consiguiendo hasta estar compartiendo estos últimos días con quien tan presente estuvo en nuestros últimos meses de relación, nuestra "mariliendre" particular -compañera de juergas y confidente- rememorando, de forma inevitable, más de una vez, esos buenos momentos pasados, agarrados ahora en la pena. 
No podían dejar indiferente a mi hipersensibilidad, a mi acérrimo aferro al pasado. Mi superlativa e incongruente estupidez vuelve a hacer acto de presencia.
Mi hermano me ha dicho que es normal, que pasan años y las personas que formaron parte de nuestras vidas se nos vuelven a colar de vez en cuando en los sueños.
La intromisión de anoche fue extraña. Le odiaba a la vez que me moría por volver a rendirme a los pies de su cuerpo transformado en efebo por mis ojos hipermétropes. Me parecía un gilipollas integral a la vez que le seguía amando con todas mis fuerzas.
Superficial, vanidoso, materialista, con esa vestimenta de última moda, esa apariencia de cosmopolita moderna con cerebro de pueblerino retrógrado que deberían hacerlo repulsivo. Esa incipiente calvicie descaradamente disimulada con artificiales pelos plasticosos implantados por la cirugía capilar. Ese cuerpo machacado por el gimnasio y los esteroides pero aún con hechuras desproporcionadas, pero preciosas. Asquerosamente irresistible. Odiosamente atractivo.
No quiero desearle ningún mal. Ni ningún bien. No quiero desearle. Quiero que de verdad sea totalmente indiferente para mí. Si de verdad el sufrimiento que he pasado por "el duelo" es equiparable al que hubiera tenido por la pérdida de un ser querido, creo que ya está bien. Creo que ya sería más que hora de que dejara de afectarme lo más mínimo saber el menor dato sobre su vida.
Porque por poco que pregunte, por mucho que le diga a ella que aunque sepa de él no me cuente nada de lo importante, en el fondo, algo me carcome por dentro. A veces aún sigo queriendo tener el súperpoder de la omnipresencia y la invisibilidad y la capacidad de entrar en los cerebros ajenos para irme allá donde esté y meterme en el suyo sin que me vea ni sepa nada de mí, del patetismo de seguir pensando en él a veces. Para rebuscar y terminar hallando un poquito de nostalgia. De él hacia mí. Un poquito de arrepentimiento por haberme dejado, fugaz y diminuto, pero desolador de vez en cuando en una persona que sabe vivir el día a día como nadie y a quien pensar en lo pasado le parece una pérdida de tiempo. Un tío con la deshumanizada -a mi parecer- capacidad de pasar de página sin la menor complicación. De olvidar cinco años en dos semanas.
Mi gran fallo: intentar proyectar la personalidad propia en la de otra persona diametralmente distinta a mí por haberle querido con todas mis fuerzas. Alguien ni mejor ni peor que yo, no me canso de repetirlo, y, por si lee esto (soy consciente de la enorme difusión que puede tener todo lo publicado en internet, a pesar de las "políticas de privacidad" y los "bloqueos" de "contactos no deseados", y, de algún modo, reconozco que casi querría que me leyera, supongo que porque significaría que aún le importo algo), quiero que sepa que sigo pensando lo que le dije en su momento: que no le culpo por haberme dejado de querer, solo por lo mal que lo hizo conmigo, perdonable, en todo caso, por ser un paso difícil de dar, pero innegablemente cobarde por no haberle echado los huevos necesarios a tiempo.
Espero con ganas el día que ya no se me aparezca más en mis sueños pero, a la vez, paradójicamente, me da pena pensar que ya estoy casi olvidándole del todo.
Mientras, siendo cada vez menos las derramadas, más las contenidas y, previsiblemente, solo las esporádicas acompañadas de sonrisa como recuerdo de lo agradable; los ríos de lágrimas que me ha costado los seguiré convirtiendo en ríos de tinta, que no veas lo que desahoga.
Pero, sin duda, y lo que creo que nunca dejará de darme pena es sentir y haber comprobado, a pesar de todo el autoengaño y las falsas esperanzas de un regreso que nunca se va a producir, su pasmosa facilidad para tachar recuerdos...

...No me creo que no seas capaz de echarme de menos...


  
Ochenta veces, de María Rozalén.

Supongo que todos pecamos de cierto antropocentrismo, independientemente de tener la autoestima en más altos o bajos niveles, y nos jode profundamente haber pasado tan inadvertidos para quien, en cambio, tanto nos ha marcado.
De hay en la Viña del Señó.

martes, 24 de septiembre de 2013

Redescubriendo Cádiz y... ¿redescubriéndome a mí mismo?

La vida da muchas vueltas.
Nadie se muere por nadie.
Nadie merece tanto la pena como para eclipsarte o anularte.
Tú eres lo primero sobre todo y sobre todos. Anteponte siempre, aunque eso no quiera decir que tengas que pisotear ni dejarte el alma queriendo a quien bien te quiere.

Frases que estoy aprendiendo a poner en práctica después de años de autoabandono, de meses de autocastigo. Me empiezo a querer como no me he querido nunca. Ni, seguramente, como nadie (salvo mi adorable familia, a la que debo, literalmente, estar hoy aquí; y mis maravillosos amigos, por supuesto, incondicionales para los buenos y, sobre todo, los malos momentos) me ha querido nunca.

Reconfortante visita de una amiga que formó parte de ese "pasado doloroso" que, inevitablemente, en algún momento, me ha supuesto volver a pensar en el innombrable. Memoria asociativa. Recuerdos que se reactivan. Pero sentimientos que afloran de otra forma. Algo de la nostalgia y la pena quedan, pero más desde un inevitable -a la par que humano- rencor, pero no vengativo ni con deseos de desearle mal a nadie. Una pena por la decepción de haber creído tanto en algo y en alguien que tan poco lo merecía (no por ser mejor o peor persona, sino por no serla adecuada para mí). Cierta sensación de pérdida de tiempo por los años, esfuerzos, y, sobre todo, ilusiones invertidas en un proyecto que solo existía en mi cabeza y que se desvaneció de un día para otro. Y euros, odio tener que decirlo, pero la mayor parte del rencor que hoy día conservo es a cuenta -corriente, ni siquiera en números rojos, sino en cero total- de ese tema ahora que de verdad y, literalmente, empiezo a verme paupérrimo perdido, con la vergüenza, frustración y dolor que me provoca tener que volver a pedirle dinero a mi madre.

Pero estoy feliz. Como una lombriz. En serio. No es un tópico, ni un esfuerzo de autoconvencimiento. Veo la vida de otra manera. Pero no actúo de otra manera. Actúo como lo hacía hace más de cinco años. Cuando no estaba a la sombra de nadie, cuando no sobreactuaba por ser quien no era para contentar a quien creía que debía entregar mi vida incondicionalmente.

Esta amiga, gran amiga, genial persona, que también atraviesa un momento de crisis personal (entendida como cambio, doloroso, pero no traumático, y necesario porque la Nueva Era va a ser mucho más positiva -para tí, madre, estoy seguro, recuperarás tu ojo como recuperarás tu felicidad y yo también, qué coño, aunque, si te digo la verdad, tampoco me importaría pasar por el trámite previo de quedarme momentáneamente tuerto, jeje); me dijo ayer en la conversación de horas para ponernos al día y para desahogarnos que tuvimos, que me veía siendo el mismo, pero "de otra forma". Como más liberado, más "echao pálante".

Me encantó escucharle eso, porque aunque a veces me entra cierta paranoia de estar cayendo en mi diagnosticado "riesgo de viraje" por los antecedentes familiares, sé bien que no es así. Estoy feliz. Moderadamente feliz. No elevo tanto los pies del suelo como para no darme cuenta que no puede ser solo Carpe Diem y hala, al carajo todo.

No. Vivo consciente de los dos días que tenemos, pero también sabiendo que hay que prepararse cierto futuro. Moderadamente también. No enfocando más las acciones diarias en el mañana que en el hoy. No dándole más vueltas de las necesarias a cosas que, en realidad, son mucho más simples y básicas. Viviendo el hoy como si fuera el último día, pero cubriéndome las espaldas por si mañana hay otro día más. Y pasado. Y el otro.

Así que ahora estoy feliz pero con un cacao maravillao de magnitudes colosalmente estresantes en mi cabecita loca. Muchas opciones y una difícil decisión que tomar, con el agobio que siempre me supone eso. Más cuando la última que tomé fue tamaña metedura de pata por la que, aún a veces hoy, me sigo mortificando.

En fin, que me redescubro. "Re-" porque no descubro nada nuevo. Vuelvo al Javi enterrado durante años, a ese Javi que se ilusiona como un niño pequeño ante las cosas del mundo de las personas mayores, ese Javi que se siente compañía divertida y entretenida para sus allegados, ese Javi que entiende que tiene de sí más que para una sola persona; que tiene suficiente para todas aquellas que se lo merecen porque también le aportan cosas buenas. Ese Javi que tiene algo que dar al mundo.

Y a la par de este redescubrimiento personal, redescubro mi ciudad natal. Ésa que había tachado de pozo sin salida, de bandera del fracaso personal, de vida pueblerina y sin más opciones que la playa y el ocio improductivo. Cádiz es un paraíso, ahora no me cabe la menor duda. Sí, somos la capital europea del paro, hay cierta mentalidad de pueblerino cerrado; pero tenemos unas posibilidades inmensas.

Como capital histórica, como provincia que ofrece todo tipo de posibilidades en una superficie perfectamente asequible con viajes de una hora en coche, con buenas comunicaciones y opciones de ocio, culturales, sol y playa, gastronómicas, deportes de aventura, sierra, pueblos con encanto, rincones modernos y fashion, cosmopolita y con la paz de las ciudades o pueblos pequeños, sin los estreses de las grandes capitales...

Las próximas entradas de este blog (o igual creo otro nuevo, total, será por blogs) las voy a dedicar a esos redescubrimientos que voy haciendo (geográficos de Cádz capital y provincia me refiero, de los personales creo que ya está bien por un tiempo al menos).

Un adelanto...

Así pues, mi pizarra de tareas pendientes está así ahora mismo:


Y estas dos fotos son un adelanto de mis próximas entradas sobre ese Cádiz que hasta ahora estaba siendo inédito o, mejor dicho, estaba pasando inadvertido ante la venda que me tapaba los ojos:



Gracias Antonio, Toñi, Rosa y Mari Carmen.
Gracias Nadia y Luis.
Gracias MariNieves.

domingo, 15 de septiembre de 2013

La prueba del polígrafo y el consumismo sueco.




            -¿Dónde estuvo Ud el viernes 13 de septiembre de 2013?
            -En Sevilla. Fui a llevar a mi madre. Y, de paso, para ver a dos amigas que viven allí. Además, era el cumpleaños de una de ellas y le llevaba un detallito (hecho con más amor que dinero y tirando de la competencia desleal de los chinos).
            -Y… ¿qué más?
            -Aproveché para entrevistarme con la presidenta de “DFrente Sevilla” y para entregar unos currículums en mano y en papel en las empresas de Telemárketing donde había trabajado hace años por si acaso había algo y para que me sirvieran para lo del Plan Prepara del INEM.
            -¿Y dónde más estuvo? ¿Qué comió?
            -Vale, vale, lo confieso… Me fui al IKEA…
            El polígrafo determina que dice la verdad, a medias.
            -Estaba en San Juan de Aznalfarache, cerca de Tomares y pensé que era buena ocasión, que podría aprovechar… Sí… y compré… y gasté…
            -A pesar de estar continuamente quejándose de no tener un duro, ¿no? Y hasta a pesar de estar mendigando para autopublicarse su novela, ¿no?
            -Sí… Lo siento –me entraron ganas de llorar.
            Aquel aparato pitaba de otra forma distinta a la de antes. Los conectores enrollados en mis dedos detectaban claramente el sudor y el tembleque de los nervios.
            El polígrafo de la verdad es más fiable de lo que me creía. Ahora entiendo a Belén Esteban.
            Tenía que decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
            -Iba solamente a por una tabla de madera porque se me ha roto una del somier de mi diván-cama. Juro que lo intenté… Me prometí a mí mismo no comprar más que eso…
            El polígrafo dice que miente.
            -¡Es verdad!
            El polígrafo nunca se equivoca. No está diciendo toda la verdad.
            -Bueno, puede ser que una vez que aparqué el coche en el párking y empecé a subir las escaleras mecánicas del gran almacén de los muebles suecos de conglomerado, comida precocinada a base de heces de caballo y con infinidad de complementos domésticos con los que hasta el momento sobrevivías y ahora sientes que son imprescindibles, fuera cambiado de alguna manera mi mentalidad.
            Llevo diez euros encima y son ya las tres y media y todavía no he comido. Puedo aprovechar lo del hot dog por un euro, si sigue, y ya por lo menos engaño al estómago que de verdad que me estaba rugiendo, pensé.




            -¿Hubieras muerto de inanición si te hubieras esperado a llegar a casa de tu amiga que además había preparado un delicioso pollo al horno contando contigo? –preguntó, inmisericorde, Jorge Javier.
            -No… Claro que no…
            -¿No es cierto que acababa de desayunar hacía menos de dos horas y media un café y una tostada entera de jamón, tomate y aceite?
            -¡Sí! ¡Lo siento! ¡Lo confieso! ¡Gasté más de lo que debería! -terminé de derrumbarme.
            Los niveles de audiencia empezaron a crecer a la par que mi angustia y mi remordimiento.
            -Fueron los carteles, las luces, los colores, los bajos e irresistibles precios, las tentadoras gangas y el calculado itinerario que te obligan a seguir para llegar hasta la oficina de oportunidades y de atención al público… No me pude resistir… Estaba atolondrado, mi cabeza se nubló, se olvidó de pobreza y de la cruda realidad… Ya no era un solterón abandonado y parado, sin un duro y con un futuro laboral más negro que el carbón... Sentí estar entrando en un mágico cuento donde todo estaba conjuntadísimo y los colores bailaban alrededor de mi ánimo para pensar solo en positivo…
            -Además de la tabla de madera a por la que iba, ¿qué más compró? ¿cuánto de más gastó?
            Me moría de la vergüenza y de la culpabilidad, pero tenía que ser sincero.
            -Nueve euros y cincuenta céntimos… La tabla solo eran tres euros…
            El silencio reinó en el plató, el público agudizó oído y vista para centrarlos en mi penosa y diminuta persona.
            -¿Qué pasó con los otros seis euros y medio?
            No podía seguir ocultándolo. Rompí a narrar mi pecado. El orgullo y la dignidad dieron paso a la vergüenza cuando empezó la confesión:
            -Cuando fui a por el perrito caliente, un enorme cartel con una oferta que se me metió por los ojos (rollo de salmón noruego más refresco –a granel, todo el que quieras, estaba muerto de sed, llevaba todo el día dando vueltas por Sevilla–) me hizo pedir el pack en lugar del pan con salchicha.

             Dos euros y medio en vez de uno.
            Me limpié la conciencia ensuciándome el hígado y el estómago con burbujeante cola de tirador, toda la que pude beber, vasos y vasos para sentir que amortizaba lo invertido.
            -Con la tabla, son cinco euros y medio. ¿Qué hay de los otros cuatro?
            Lo peor aún estaba por ser contado.
            -La amabilísima chica que me atendió en la sección de Atención al Público y Oportunidades lo hizo de tal manera que compré dos tablas en vez de una. Siempre es mejor tener una extra de repuesto por si se vuelve a romper. Me hizo olvidar su papel de comercial seguramente a comisión o incentivos para caer en la red de su fachada de simpatía y empatía hacia mí.
            -Tres euros más. Ocho y medio. Queda uno…
            -Sí… Es verdad… –agaché la cabeza porque no podía seguir mirando al presentador–. Me gasté otro euro de más. No tendría que haberlo hecho. Porque luego encima también me quejo de estar echando barriga, pero… No pude resistirme… Había carteles por todas partes… Fueras donde fueras te topabas con una retocadísima y perfecta imagen de esas gominolas, dulces, de colores, apetecibles, baratísimas… Únicas, traídas de la misma Suecia. Una oportunidad que no podía desaprovechar… El párking era gratis, pensé que quizá me merecía algo dulce de postre…
            Soy una débil presa del consumismo. Aún sin un chavo en la tarjeta y con solo 10 euros en la cartera para acabar el mes, terminé malgastándolos. Porque encima lo peor ha sido que he caído en la trampa. Ikea me ha robado seis euros porque cuando he vuelto a casa encima he descubierto con pavor que la tabla no encajaba donde debía, era más larga y más ancha. Y mira que me aseguraron que era el mismo modelo.
            Me pueden devolver el dinero pero… claro… ¿Me compensa el gasto de gasolina para ir al Ikea más próximo por 6 euros? ¿Seré capaz de volver a ese antro de pecado consumista y no gastar más de lo previsto?
            En mi defensa, alegaré que también gasté por culpa de la Administración. Sí, ella y su Plan Pepara que obliga a que tengas que desplazarte físicamente a las empresas para conseguir la copia sellada de tu currículum entregado. Si encima la sede de alguna de esas empresas está próxima a un pecaminoso Ikea, la perdición de lujuria capitalista está asegurada.
            -¿Es cierto que al preguntar en las distintas plataformas de telemárketing donde entregaste el currículum sentiste una inconfesable tranquilidad cuando te decían que estaba todo cubierto y que de momento no había prevista ninguna nueva campaña para nuevas contrataciones, porque, en el fondo, te apetece tanto volver a trabajar de teleoperador como que te arranquen las uñas de los pies con unos alicates?
            El polígrafo dice que miente.
            Ni siquiera había contestado, pero aquel cacharro debió confundir las ondas de malos recuerdos, sensación de fracaso y horror al pensar en el futuro con síntomas de mentira, cuando me imaginé de nuevo con un auricular en la oreja y un pinganillo en la boca vendiendo tarifas planas a personas que, en el mejor de los casos, te piden por favor que les dejes en paz. Y esta vez sin siquiera el consuelo de llevar a casa lo ganado para construir un proyecto de vida junto a otra persona.
            Claro que quiero volver a trabajar pero, puestos a confesar, una vez que he aprendido a gestionar, aprovechar y disfrutar del tiempo de ocio para dedicarme a las cosas que realmente me gustan no quiero volver a hacerlo de teleoperador.
            Prefiero mil veces hacer cualquier otra cosa. Ganar dinero de cualquier otra forma. 
            No volver todos los días a casa con dolor de cabeza de tanto repetir el mismo argumentario y de pasarme horas metido en una jaula de grillos (literal, pero en vez de "cri cri", con el “buenas tardes/buenos días, mi nombre es… le llamo de… es para ofrecerle…”), acostarme con cierto remordimiento de conciencia porque a pesar de intentar ser lo menos rastrero posible para llegar a los objetivos de venta de la campaña mi Pepito Grillo me recordaba a cada segundo todo lo antagónico que era a mi escala de valores estar trabajando para una subcontrata que trabajaba, a su vez, para una gran multinacional capitalista, explotadora y que invierte en cualquier cosa antes que en la más mínima causa social.
            Seguramente porque cuento con el lujo de tener techo y comida asegurados por mi madre, pero de verdad que voy a agotar todas las posibilidades previas para no tener que volver a ese infierno del telemárketing. O, al menos, no en una campaña de venta. Lo de cubrir un puesto de atención al cliente todavía sí lo podría volver a hacer.
            Con todos mis respetos a las personas que se dedican a ello, que he conocido a grandes profesionales y, todavía más importante, grandes personas, cuando trabajaba en ese mundillo. Aprovecho para saludarlas a todas, que siempre se me dibuja una sonrisa en la cara al recordarlas. A pesar de haber sido un trabajo tan ingrato, se sobrellevaba por los buenos momentos de compañerismo y bromas con que amenizábamos las largas jornadas de curro.
                




martes, 10 de septiembre de 2013

Autorretrato de la Casta Política Española. Por Ana Bottle.

AUTORRETRATO DE LA CASTA POLÍTICA ESPAÑOLA:
ANA BOTTLE VENDIENDO MADRID 2020.

Las cosas pasan por algo. Nada es casual, nuestro destino está escrito en las estrellas.
Y en los/as políticos/as.
Todo tiene su causa y su efecto.
Que hoy me haya levantado a las 6 de la mañana porque desde las 5 estaba en la cama con los ojos como platos me ha servido para aprovechar tanto el día que me ha cundido por dos.
Toda la mañana creyéndome que era miércoles en vez de martes y pegándome patadas en el culo para hacer todo lo que tenía que hacer antes de que fuera jueves.
Cada día tengo la cabeza peor.
Ni agendas, ni almanaques ni pizarras de los chinos en la habitación.
Caraja total.
Pero, bueno, por lo menos ese error me ha permitido consentirme una vergonzosa siesta de más de una hora de la que he amanecido descojonándome con las putadas satíricas hacia la pronunciación del inglés de Ana.
Lo siento, reina, el otro día le tocó a Teo, y hoy a ti. De verdad que va sin maldad. Conste que yo lo hubiera pronunciado igual o incluso peor que tú, pero qué quieres que te diga, a mi no se me ocurriría salir ahí hala “a pelo” (un par de ovarios has demostrado tener, eso no te lo quita nadie).
Entre las muchas cosas que me ha dado tiempo de hacer en esta larga jornada, ha estado personarme en la sede de la Escuela Oficial de Idiomas de Chiclana porque se suponía que “hoy” (o sea, mañana, miércoles) sacaban las plazas sobrantes de los que hemos sido excluidos de la matriculación ordinaria (de eso hablaré oro día).
Qué de gente, niña. Ni el piojito a media mañana. Qué barbaridad.
Y es que, por lo visto, se ha extendido el rumor de que es allí donde tú has aprendido inglés y, claro, la gente ha venido de todas partes del país para no desaprovechar semejante oportunidad.
No te enfades, ya sabes la guasa que tenemos los andaluces, y más los gaditanos. No te lo tomes a mal, que estás muy guapa tú con esas discretas extensiones que disimulan lo pobre de tu cabellera y esas ondas que te dan volumen y acentúan tus rasgos.
Me da coraje cachondearme tanto de una política y no de un político, y me sale algo de remordimiento feminista pero, hija, es que a veces lo ponéis tan a huevo…
Me he reído contigo (qué coño, de ti, como todo el planeta) como hacía tiempo que no me reía. De corazón, muchas gracias por tan buen momento.




There are nothing more madrileño tan ir al Retiro e introducir las pelotas on the lake to feel the Carpa’s mouths.
Relaxing coffe más cigarrete, muñeco de barrete.
The M-30 is more petada right now tan Sonia Monroy’s rabbit.
Good morning! Oh my God, so cold in Madrid, i’ve got the pezones duros like the garbanzos of a cocido madrileño.
Pau Gasol has the biggest huevos colganderos that i`ve ever seen.
Sometimes i walk around the alrededores of the Great Vía, where you can see girls with a troncho between her legs like a watermelon.
In Madrid, for example, tenemos great museos like The Thyssen, cuya dueña tiene more plastic in her face than Falete’s consolatory.
In Madrid tenemos great Dj’s like Little Paquirri, a paralitic mental guy, the best example of integración.



lunes, 2 de septiembre de 2013

Finde de rodaje, buenas noticias y soñada estancia paradisíaca.

Ha sido un fin de semana intenso y agotador (hoy he amanecido con agujetas hasta en partes de mi cuerpo que desconocía que tenía) pero enormemente gratificante. De hecho, de los mejores desde que tengo esta nueva vida, en la que prefiero los días entre semana a los sábados y domingos.
Cuando tienes 32 años, todos/as tus amigos/as están casados, emparejados, en la otra punta del mundo, con hijos/as o hasta arriba de trabajo; tu familia tiene sus propias familias de las que hacerse cargo, y eres "single" o te dislocas las rodillas andando horas y horas por ahí con tu perro o te encierras en la habitación a "redecorar" y "reestructurar" o te dedicas a engullir colesterol en todas sus modalidades mientras ves pelis (de las de lloro a moco tendido, para más martirio) o lees todos esos libros que tienes pendientes de hace tiempo o te agobias pensando en tu soledad y en el "no rumbo" de tu vida y apagas con la pastilla del sueño.
No son muchas más las opciones para mis nuevos fines de semana.
Este, en cambio, como digo, ha sido diferente. He "trabajado" de script y de ayudante de producción en el rodaje de un corto del que no voy a dar más información que la que se ve a tiza en la claqueta que sostengo en la foto junto a mi madre, incondicional apoyo para los delirios artísticos de sus dos hijos descarriados, porque ya llegará su presentación oficial, su "premiere" y estoy seguro que su proyección en certámenes, recogida de galardones... Veremos si no estamos en los Goya del año que viene...
Fuera de bromas, el talento, serenidad, amabilidad, profesionalidad, entrega, sabiduría, paciencia y total altruismo del director junto al talento y profesionalidad también del guionista (y ayudante de sonido), pasional, testimonial, con más sensibilidad que tecnicidad y tan perfeccionista que duda continuamente de conseguir transmitir el mensaje pretendido sin tergiversaciones ni amarillismos; quizá no sean suficientemente reconocidos en cuanto a difusión y galardones.
Pero creo que ninguno de los que hemos participado (y participaremos, todavía falta alguna jornada más) lo hemos hecho con la intención de faranduleo, sino de aportar y contribuir en un proyecto en el que creemos ciegamente y en el que estamos poniendo el alma, desde los actores hasta las chicas de vestuario y maquillaje, figurantes, cátering (no exagero, ha sido todo súper profesional).
Un lujazo. Para mi, toda una experiencia. Única e irrepetible. De esas que te recuerdan que la vida es una maravilla.
Y encima, en pleno rodaje, en uno de los segundos de desconexión ("el cine son continuas esperas"), eché mano de mi móvil y... ¡Buena noticia!


Aún estoy en proceso, pero es posible que haga las paces con la Real Academia; aunque ello no quite para que siga inventando y utilizando "palabros" que ellos, por criterios más conservadores que otra cosa, se niegan a recoger, entendiendo, como yo hago, la lengua, como herramienta viva y en continuo avance (ojo, no digo incluir a tutiplén cualquier burrada por muy de "uso extendido" que sea, pero sí, al menos, tener las definiciones acordes a la legislación).
Así que, del todo, fin de semana felicísimo.
Esta semana también la tengo hasta arriba de "trabajo"; así que creo que para el próximo finde me merecería una paradisíaca estancia en un paradisíaco lugar. El que se me ocurre ahora se llama "GoroGoro" y está en Conil. Os dejo un video con el que seguramente consiga que a vosotros/as también se os antoje ir para allá. Además, doy fe de que en la realidad todo es tan ideal como se ve en la cámara porque tuve el honor y el gustazo de visitarlo y verlo directamente presentado por sus anfitrionas, encantadoras y amabilísimas Mónica y Belén. 
Totalmente recomendable, y con una pionera filosofía que va más allá de lo "gayfriendly" y pretende llegar a lo "heterofriendly"...