26 de junio 2013.
Hoy vengo cargadito de cosas que decir, lo aviso desde ya. Nada de Haiku –lo siento, Nacho y Jose–, hoy necesito explayarme a gusto porque no son pocas las cosas que quiero plantear y porque me gustaría que quedaran claras. Aún así, intentaré concretar lo máximo posible y no irme demasiado por las ramas (que ya estoy empezando a hacerlo, por cierto).
Lo primero, lo que lleva días quitándome el sueño y haciendo que mi loca (¡arriba las locazas!) cabecita-montaña rusa ya esté runruneando más de la cuenta, con las consecuencias que ello puede traer: el “enfrentamiento” con mi madre, o disparidad de pareceres, como le queramos llamar, a causa de mi acérrima defensa porque al homosexual se le llame “matrimonio” del mismo modo que se le llama al heterosexual, además de otras “preocupaciones” menores que llevan días enemistándome con el escurridizo Morfeo, si no es previa ingesta de ansiolítico claro. Acérrima y puede que desproporcionada defensa, lo reconozco. Estoy muy susceptible y tiendo a tomármelo todo muy a la tremenda. Y encima ahora ya no me guardo las cosas, y hablo. Más de la cuenta.
No me estoy bajando los pantalones ni he cambiado de opinión, estoy intentando ser menos intransigente. Porque hablamos de mi madre (y mi hermana, de la que interpreté su no intervención como silencio otorgador y que terminé corroborando, una vez que le pregunté personalmente a ella). Ambas defienden el mismo parecer de que “no es lo mismo lo uno que lo otro, aunque podamos tener los mismo derechos”. Nosotros/as, gays, lesbianas, bisexuales y transexuales no podemos llamar “matrimonio” a nuestra unión civil.
La adopción ya es otro tema. ¡Criaturitas! Pobres inocentes que no tienen culpa ninguna y podrían ser objeto de mofa.
Los cambios sociales siempre se han conseguido a partir de injustas e inocentes cabezas de turco (los/as que eran descubiertos/as o acusados/as, los/as que en un ejercicio de total valentía decidían no callarse ni esconderse, los/as que sacaban su pluma aunque eso les costara, cuanto menos, unos meses de encarcelamiento y tantas otras personas ninguneadas, maltratadas y directamente obviadas de la vida pública).
Mi propuesta para evitarlo, porque también me preocupa (en primera persona, además, porque algún día me gustaría ser padre, no por reivindicación política sino por motivación y decisión propia) que esos/as hijos/as de familias homoparentales –al buscar este término en la RAE, redirige a “monoparental” y encima como “artículo nuevo”, vomitivo– no sufran vejación o discriminación alguna (y porque pretendo, precisamente, trabajar en esa línea) es la concienciación y la sensibilización desde la infancia en la amplitud de modelos actuales de familia (siempre las ha habido en realidad, pero ahora por fin se les está empezando a dar su hueco en la sociedad). Con cuentos para niños/as y jóvenes donde no solo aparezca un papá y una mamá, mucho menos con él trabajando fuera y ella deslomándose en la casa (¡remuneración propia para las/os amas/os de casa ya!).
Los/as niños/as no se escandalizan ni se traumatizan porque descubran que un tío suyo en vez de novia tiene novio; empiezan a mirarle con algo de recelo cuando, de más mayor, algún niño de su clase le ha dicho que eso es de maricas y que no es bueno. Con materiales didácticos que promulguen (en su segunda acepción de la RAE: “hacer que algo se divulgue y propague mucho en público”, la primera y tercera acepciones tienen connotaciones de imposición que no me molan). Por lo que el colectivo LGTB lucha actualmente –o creo que debería hacer–: conseguir la Visibilidad y el Reconocimiento en manuales de Historia, libros de texto escolares y demás material pedagógico. Para alcanzar la total (no conseguida aún, remitámonos a las estadísticas y causas de mobbing escolar del año pasado) normalización –a la RAE y a sus definiciones le van a poder ir dando: según su primera definición “normalizar” es “regularizar o poner en orden lo que no lo estaba”. Vale, igual sí estoy demasiado a la defensiva, porque la segunda es “hacer que algo se estabilice en la normalidad”; y yo me lo he tomado en el sentido despectivo de que lo que no es normal es anormal, y de que eso de “normal” es muy relativo. Normar, desigual, diverso, amplio; visible y equiparado.
También pueden ser insultados/as los/as niños/as que tengan un padre o madre con alguna discapacidad física (desafortunada analogía), una madre separada y casada en segundas nupcias con un millonario que le dobla la edad (lo digo en femenino porque está peor visto que en el caso del hombre); un/a viud/oa que vive con su hermano/a, y todo ese largo etcétera al que nadie pone impedimento para tener hijos/as (biológicos, reconozco que los trámites de adopción son excesivos tanto para heterosexuales como para homosexuales, y a padres y/o madres solteros/as oiga). Que no tendrían unos modelos de padre y madre tan adecuados, como no los han tenido hijos/as de maltratadores/as, enfermos/as mentales, madres y padres adolescentes que no tenían madurez suficiente para hacerse cargo ni de sí mismas, etc etc etc. Mejor estar años y años en orfanatos, deambulando de unas familias a otras en “préstamos temporales” o llegando a adultos “recibiendo la oportunidad” de trabajar en una escuela taller de carpinteros o jardineros (no lo digo con el matiz despectivo de “profesión no cualificada”, porque para mí toda lo es; sino con el de no haber tenido unos padres o madres o un padre y una madre que le dedicaran atención suficientemente personalizada como para incentivar sus potencialidades profesionales, artísticas y humanas; que ampliara el deseo de desempeñar ésas o cualquier otra profesión). Hay un documental precioso, producido por 2De MEDIA para Fundación Triángulo, de 2012. Recomendable para “ver” que esas familias existen, y que esos hijos/as no presentan el más mínimo indicio de trauma; y, lo siento, pero si no os conmueve lo más mínimo nunca seáis donantes de sangre; mejor id a una horchatería.
Me refiero a no fomentar la discriminación llamando a las mismas cosas con nombres distintos. Porque mantengo que de la diferenciación empieza a gestarse la discriminiación. Claro que un heterosexual y un homosexual no son lo mismo, no en su tendencia sexual, gustos y forma de entender la vida, pero si en su condición de seres humanos. Claro que hombres y mujeres no son iguales, y no solo por sus distintos genitales. Hablamos de algo más que sexualidad o genitales. No hablamos de un lenguaje que “siempre ha sido así”. Vayamos al meollo, por favor. La comunicación surge a partir de que el hombre (y la mujer) empiezan a cargar de significado los sonidos que sus laringes son capaces de producir. De ahí la escritura, y de ahí la estandarización del lenguaje y las palabras. El conjunto de una pluralidad no se designa en masculino porque lo compongan más hombres que mujeres, hablar de la Historia del Hombre no es una generalización (es una clara exclusión, una invisibilización de las mujeres, como decía Nuria Varela en su “Feminismo para principiantes”, lectura que debiera ser tan obligatoria, adaptada y guiada por docentes claro, desde el cole).
Y, bueno, hasta me gustaría dejar de estar enfadado con mi cuñado, que aún con la desconfianza y rechazo que me crea quien se cree siempre dueño de la absoluta razón (crítica constructiva, porque a mí me pasa muchas veces lo mismo), en el fondo, también le quiero y no deja de ser el padre de mis sobrinos, un muy buen padre, dicho sea de paso, que ya lo quisiera yo haber tenido para mí (como padre digo, como cuñado también si no fuéramos los dos tan tercos y a veces tan ceporros, desde el cariño y desde la pluralidad de incluirme a mí también en esos dos adjetivos).
Puede ser que yo me tomara muy a la tremenda algo que supuestamente se suponía que decía de broma. Lo reconozco. Me aculpa. Estoy especialmente sensible con el tema (aún guardo rencor y dolor por la decepción y abandono de quien sentí que era mi más incondicional apoyo y el pilar fundamental de mi vida y yo de la suya), por cuestiones personales y por haberme empeñado en indagar sobre los crímenes, humillaciones y vejaciones cometidos a lo largo de la historia (y que se siguen cometiendo a día de hoy, no me voy a comparar con un fusilado o torturado en la posguerra, Dios me libre, pero sí he sido golpeado a patadas y puñetazos por una panda de neo-skinheads de no más de 17 años en mi segundo año de carrera, año 2002, al salir de una discoteca de ambiente de Sevilla –la prensa recogió estos ataques, que no solo sufrí yo– y once años después he sido víctima de “moobing”, sutil y sin maltrato directo, por parte de mi exjefa cuando confesó el verdadero argumento de no tenerme en la misma consideración).
En todo caso, pequeño paréntesis, para decir que de él (mi cuñado) me ofendió porque el supuesto tono de broma se podía malinterpretar como de burla, y fue así como me lo tomé. Bueno, y porque aseguró, sin cabida a duda alguna, que “hoy ya no se puede hablar de marido al referirse al marido de un hombre”. Una cosa, cuñado, es que el PP haya recurrido la ley que en su día aprobaron los socialistas y otra que ya se haya modificado; pero, bueno, que vengo conciliador, y por ahí no voy bien.
Y de mi madre (y mi hermana) más que ofenderme me dolió. Sólo quería aclarar ese matiz. Y a mi cuñi, no te lo tomes a mal, sabes que te adoro (a pesar de que en muchas cosas opinamos diametralmente distinto); pero también sabes que la familia es la familia y la familia política es la familia política (aunque no el vínculo sanguíneo siempre implique mayor intensidad de sentimiento de la una sobre la otra, como bien sabemos también; pero, bueno, generalmente, y en condiciones “normales” sí es así –cada vez le tengo más reparo a esa palabra, aunque sí me vais a permitir que me remita a un fragmento de la tercera acepción de la definición de la desactualizada y para mí antes intocable RAE de normal: “que se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano”, repito FIJADAS DE ANTEMANO –).
Precisamente en esa segunda decepción (ayer dije traición, hoy rectifico: decepción) que recibí de una de las personas/instituciones que en antes eran intocables y sagradas en mi vida y ahora no son más que “el amor más intenso que he sentido –aunque no de la forma más recomendable– por alguien y del que he entendido que no forma parte de mi destino, pero sí que lo fue de mi pasado, pasado que no tengo que borrar sino superar”, deriva lo que ahora voy a decir.
Ex-querida RAE, vete a la mierda un poquito. Ya no digo que te actualices, sino que pongas tus definiciones en concordancia con la legislación del país cuyo idioma abanderas. Que me has dejado sin argumentos contra mi cuñao, hija la gran puta.
"Baila La Tarara con bata de cola y si no hay pareja, bailotea sola...". Pues eso, que terminaré como aquellas, Ella Baila Sola, pero si por lo que sea, existiera el príncipe azul que no se convierta en rana, me lo quedaré tan para mí que mi unión será un matrimonio con todas sus letritas. el diccionario no, pero la ley sí me avala. Pantallazo nada más y nada menos que del ABC, ahí lo llevas...
En julio de 2005, el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero reformó el código Civil para permitir a las personas del mismo sexo casarse. En noviembre de 2011, el Tribunal constitucional, ante un recurso del PP, resolvió que la unión entre dos personas del mismo sexo es un «matrimonio»".
Canción popular para niños de Federico García Lorca, por Antonio Vega
(idea y montaje: Geni Castro).
Tiene la Tarara
un vestido blanco
que sólo se pone
en el Jueves Santo.
La Tarara sí,
la Tarara no, (estribillo)
la Tarara madre
que la bailo yo.
Tiene la Tarara
un dedito malo
que no se lo cura
ningún cirujano.
(estribillo)
Tiene la Tarara
un cesto de frutas,
y si se las pido
me las da maduras.
(estribillo)
Tiene la Tarara
un cesto de flores,
que si se las pido
me las da mejores.
(estribillo)
Tiene la Tarara
unos pantalones
que de arriba a bajo
todo son botones.
(estribillo)
Tiene la Tarara
un vestido verde
lleno de volantes
y de cascabeles.
(estribillo)
un vestido blanco
que sólo se pone
en el Jueves Santo.
La Tarara sí,
la Tarara no, (estribillo)
la Tarara madre
que la bailo yo.
Tiene la Tarara
un dedito malo
que no se lo cura
ningún cirujano.
(estribillo)
Tiene la Tarara
un cesto de frutas,
y si se las pido
me las da maduras.
(estribillo)
Tiene la Tarara
un cesto de flores,
que si se las pido
me las da mejores.
(estribillo)
Tiene la Tarara
unos pantalones
que de arriba a bajo
todo son botones.
(estribillo)
Tiene la Tarara
un vestido verde
lleno de volantes
y de cascabeles.
(estribillo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario